Un San Frutos Átipico

Laura García habla con Jose María Rubio de la historia, milagros y reliquias del Santo

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Seguro que en los últimos días han escuchado y leído un nombre propio en repetidas ocasiones: Álvaro Marín Molinera. Un joven segoviano de 24 años que esta tarde será ordenado diácono en una ceremonia presidida por nuestro obispo, D. César, en la catedral. Y en la que estará acompañado por sacerdotes de la diócesis, familiares y amigos.

Con esta ordenación, Álvaro da un paso más en su camino hacia el ministerio sacerdotal. Nervioso, por lo que supone convertirse en el primer diácono ordenado en nuestra diócesis en una década. Pero confiado y alegre, porque es consciente de que, aunque implica cierta responsabilidad, siempre cuenta con la ayuda del Señor. Por el momento, es en la parroquia de Cuéllar donde desarrolla su labor de servicio pastoral. Celebramos hoy, por tanto, un día especial en la diócesis. Qué mejor manera que festejar a nuestro patrón que con la ordenación de Álvaro. Que el Señor te bendiga y guíe tu camino vocacional.

El joven seminarista segoviano se ordena, precisamente, el día en el que la diócesis celebra san Frutos, su patrón. No obstante, este año la sombra de la pandemia también sobrevuela por esta tradición, lo que ha obligado a suspender la mayoría de los actos religiosos y celebrativos que habitualmente se celebran en torno a esta festividad.

Sobre nuestro santo segoviano habla José María Rubio, guía de la Catedral. Recuerda así la historia de san Frutos, quien nació hacia el 642 y falleció en el 715, por lo que podríamos decir que su vida transcurrió en época visigoda. Frutos pertenecía a una familia acomodada de la época pero, tras decidir que su quería encontrarse con Dios, trasladó su residencia, junto a sus hermanos Valentín y Engracia, al desierto del Duratón. Allí, dedicó como eremita su vida a la oración y a hacer el bien a los demás.

Como santo, también se le atribuyen milagros. José María recuerda el más conocido, el de la llamada ‘cuchillada’. Ese que ocurrió en época de la invasión árabe cuando éstos quisieron atacar la zona donde vivía san Frutos quien, para protegerse, puso su cayado en el suelo y abrió una grieta, lo que hoy conocemos como ‘cuchillada de san Frutos’. Pero Rubio relata también ese milagro, que podría ser paralelo al de san Antonio de Padua, por el que, cuando san Frutos colocó una hostia consagrada en un arnero con grano, un animal que podría ser una borriquilla, se arrodilló ante ella.

Hoy en día, las reliquias del santo se veneran en el trascoro de la Catedral, lugar en el que descansan después de que el obispo Arias Dávila ejerciera una renovación de la diócesis y quisiera dotarlas de un lugar especial, provenientes de la antigua seo ubicada junto al Alcázar.

Como recuerda José María, san Frutos era un eremita al cual se le representa con una barba larga, un cayado y un libro, símbolo de devoción. Esa representación podemos encontrarla repetidas veces en la Catedral: en la capilla dedicada a él en la girola; en el

retablo del Altar Mayor o, la más conocida, en la puerta de acceso a la seo. El guía del templo catedralicio hace una propuesta a segovianos y visitantes: acercarse al trascoro, donde se encuentran las reliquias de san Frutos, y observar como debajo de la urna hay una puerta con un santo en plata repujada.

El ‘paso de la hoja’, esa representación que se hace cada año ante la puerta de la Catedral; las sopas de ajo solidarias o el tradicional Villancico de san Frutos no podrán tener lugar este año a causa de la pandemia, por lo que nos encomendamos al patrón para que el año que viene podamos festejar este día con normalidad.