Medio siglo de libertad sacerdotal

La vida es un camino al que buscamos sentido para lograr nuestras metas. Una peregrinación compartida que podemos afrontar de muchas maneras: transitando sin rumbo, paseando maravillados por lo que nos rodea, o profundizando para extraer la mejor experiencia. Está claro que la vida no es un camino de rosas, en nuestro peregrinar encontramos retos y desafíos que nos ponen a prueba y que necesitamos ir superando para comprender cual es nuestra meta: formar una familia, vivir el trabajo desde la entrega, consagrar la vida al Señor…

Hoy celebramos la Jornada por las Vocaciones y las Vocaciones Nativas con la finalidad de remover la conciencia de los jóvenes y que se pregunten por su vocación; también para invitar a toda la comunidad cristiana a orar y acompañar las vocaciones que la Iglesia necesita en nuestro mundo. Deja tu huella, se testigo es el lema de esta jornada Y a ti… ¿quién te ha dejado huella? Y tú, ¿qué huella puedes dejar?

El próximo martes celebramos a san Juan de Ávila, patrón del clero español. Un día en el que el presbiterio conmemora sus bodas de plata, oro, diamante y platino, celebrando los años que, desde su ordenación, van cumpliendo en el ministerio sacerdotal. Hoy nos vamos a anticipar a esa fiesta hablando con un sacerdote que este año celebra sus bodas de oro: don Ángel Galindo, vicario general.

Medio siglo de sacerdocio que comenzó en septiembre de 1972, con la ordenación (junto a José Antonio Velasco) en la iglesia de San Miguel. Una Eucaristía presidida por el entonces Obispo de Segovia, D. Antonio Palenzuela, y que Galindo recuerda con emoción como una «experiencia religiosa profunda». Desde entonces, comenzó su labor pastoral en pueblos como Boceguillas y Cuéllar, desde donde partió a Roma. Fue allí, durante su estancia en la capital italiana, donde su experiencia le permitió adquirir una visión universal de la Iglesia, «de una Iglesia abierta, libre y llena de valores». Don Ángel tiene también experiencia docente, en la Universidad Pontificia de Salamanca, una ciudad juvenil que le permitió vivir la cultura y ampliar su espectro a nivel físico e intelectual.

De todo este tiempo, don Ángel valora la libertad. Considera que siempre, en el ejercicio de su ministerio, ha podido actuar con «libertad de pensamiento, actuación y servicio», aunque ahora que ejerce como vicario general, «no solo digo lo que pienso, también tengo que pensar lo que digo». Recuerdos de medio siglo atesora don Ángel en su memoria y en su corazón, la de un sacerdote sencillo, sobrio y cercano, valores que destaca como esenciales para un presbítero y que son lo que la gente espera de ellos.