Cuando la violencia de género pasa de madres a hijas: “No ves más allá”
Los psicólogos alertan del riesgo de repetir patrones y de la normalización de conductas agresivas desde edades tempranas
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Un cáncer, sumado al apoyo y acompañamiento que encontró en la Asociación Española Contra el Cáncer tras su diagnóstico, impulsó a María Ángeles a decir “hasta aquí”. Para cuando decidió denunciar a su expareja por violencia de género llevaba 39 años conviviendo con él.
“Aquel día venía de casa de mi hija”, según ha relatado ella misma en Herrera en COPE Castilla y León a las puertas del Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer, que se conmemora cada 25 de noviembre. Entonces, él “se abalanzó” sobre María Ángeles. Que “de dónde venía”, le preguntó antes de espetarle “que era una golfa”.
Después de casi cuatro décadas de “control, insultos, voces, bofetadas” e, incluso, de “cogerte del cuello, tirarte al suelo y darte de patadas” su exmarido no pensó que María Ángeles se atrevería a llamar a la Policía, pero esta vez sí lo hizo.
María, su hija, también víctima
Aún hoy María, hija de María Ángeles, siente “rabia” al escuchar el relato de su madre. Ella no era consciente de todo lo que ocurría en casa de sus padres. “Tampoco sabía cómo afrontar la situación”, confiesa. “No estaba informada”, añade, “de que yo también podía poner esa denuncia” para ponerle freno.
María no llegó a denunciar a su padre porque, finalmente, lo hizo su madre. “Para mi”, reconoce, “es un descanso”. Sin embargo, a quien sí ha denunciado es al padre de sus propias hijas. Lo ha hecho por “violencia psicológica”.
Al contrario que su padre, a quien “se le veía venir”, explica María, su expareja “parecía un niño bueno”. “No era consciente del control que tenía sobre mi”, reconoce tras haber obtenido una orden de alejamiento.
Acompañamiento psicológico y económico
La diferencia de edad y la dependencia económica y emocional contribuyeron a que la “rueda”, como la define María Ángeles, siguiera girando “por años”. También el hecho de que “en aquella época no te podías quejar”. A pesar de haber sido siempre consciente “de que no era normal lo que me estaba pasando”, explica a COPE, “te empequeñeces tanto que no ves más allá”.
A sus 58 años, después de aquella llamada a la Policía, María Ángeles se divorció. Económicamente “lo he pasado muy mal”. Durante 33 meses cobró la renta activa de reinserción (RAI). Pero “no me han llegado” otras ayudas, denuncia.
También su hija, María, asegura no haber recibido “ningún tipo de ayuda”, a pesar de tener un contrato de trabajo de 20 horas semanales y dos hijas a su cargo por las que su expareja sí le abona una pensión. A su madre, que trabaja tres horas como asistenta en un domicilio particular, le sigue siendo “difícil” afrontar el día a día. “No tengo quien me puedo echar una mano económicamente”, se lamenta.
Más acompañamiento, tanto psicológico como económico. Incluso, la creación de puestos de trabajo ad hoc para víctimas de violencia de género. Son las peticiones de María Ángeles. A las que su hija, María, añade “más control” cuando pueda haber niños de por medio. Sus hijas “tuvieron que vivir esta situación”, denuncia, “y al día siguiente irse con su padre”.
El riesgo de repetir patrones
El caso de María Ángeles y María “es habitual”, asegura Jaime Gutiérrez, decano-presidente del Colegio de Psicología de Castilla y León, “porque repetimos patrones”.
En Mediodía COPE Valladolid ha explicado que “niños que viven en un ambiente donde hay maltratato pueden llegar a entender que la violencia es una fórmula natural para resolver problemas”. Y viceversa. “Cuando han percibido esa violencia”, alerta, “entienden que cuando sean mayores también pueden ser víctimas de esa violencia”. Interiorizándola, así, como “algo normal”.
Para Gutiérrez existe una segunda amenaza en la prevención de la violencia de género: el acceso de los menores, en edades cada vez más tempranas, a la pornografía. Lo que, a su juicio, conllevará un aumento de las “conductas agresivas y de control” en las relaciones de pareja futuras.
Miedo a denunciar
Según el Observatorio contra la Violencia Doméstica y de Género del Consejo General del Poder Judicial, en el segundo trimestre de 2023 las denuncias por violencia machista se han incrementado un 13 por ciento en Castilla y León.
Sin embargo, desde la Asociación de Asistencia a Víctimas de Agresiones Sexuales y Malos Tratos (Adavasymt) aseguran a COPE Valladolid que “muchas” mujeres siguen optando por no denunciar. “Sienten que no va a valer para nada”, explica Sofía Larrea, trabajadora social de la Asociación. “Y por desgracia”, apostilla, “hay casos así”. Casos como el de María, donde la violencia de género de tipo psicológico es “más difícil de demostrar”. A ello se suma “el temor” de algunas mujeres a que tras denunciar a su agresor “les pueda pasar algo peor”.
A falta de un mes para que finalice 2023 a las instalaciones de Adavasymt, donde atienden a mujeres víctimas de agresiones sexuales y malos tratos, han llegado 110 casos nuevos, confirma Larrea. En todo 2022 atendieron a 98 mujeres en Valladolid.