CURIOSIDADES

¿Cuándo y por qué surgió la idea de llevar apellidos?

Hasta que se extendió el uso del apellido sólo la nobleza lo había utilizado y éste no era otro que el nombre de la casa a la que pertenecían: Tudor, Alba, Lancaster, Borbón...

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

Alfred López és divulgador científic y autor de la saga de libros de curiosidades "ya está el listo que todo lo sabe". Cada lunes nos explica, en La Linterna Catalunya, unas cuantas curiosidades.

¿De dónde surge el famoso refrán ‘En martes, ni te cases ni te embarques’?

Un refrán que lleva toda nuestra vida acompañándonos es aquel que dice ‘En martes, ni te cases ni te embarques’ que venía a ser una advertencia sobre el segundo día de la semana (en algunas culturas y calendarios es el tercero), el cual desde la antigüedad ha estado considerado como un día funesto y de infortunio.

Desde tiempos inmemoriales, el martes ha estado considerado como el día de la semana predestinado a los conflictos, guerras y a que todo lo relacionado con los negocios saliesen mal. Esa creencia se basada en que dicha jornada estaba dedicada a Marte, el Dios Romano de la Guerra, pero al igual que esta deidad proporcionaba a los ejércitos del imperio la protección (dándoles grandes triunfos en batallas y conquistas, o al menos los antiguos romanos creían que sus victorias provenían gracias a la protección que les daba esta divinidad) también sabían (o más bien creían y tenían la superstición) de que esa protección que les otorgaba el Dios Marte para las guerras se la quitaba de otros asuntos más mundanos, como podía ser el realizar negocios o cerrar un trato en un día que caía en martes.

Debemos tener en cuenta que en la antigüedad los viajes (sobre todo en barco) no se realizaban por turismo, tal y como lo concebimos hoy en día, sino para ir a realizar algún negocio. De ahí que también se evitaba embarcarse o realizar un desplazamiento en ese día cuando el fin del mismo era para cerrar un trato, pues se temía que acabaría saliendo mal.

Los antiguos romanos eran terriblemente supersticiosos y por tal motivo veían vinculaciones con el infortunio (aunque no las tuviese) en cualquier cosa relacionada con el martes de ahí que también se evitase contraer matrimonio en ese día.

Debemos tener en cuenta que un casamiento, en aquella época, no se realizaba como un acto de amor entre una pareja de enamorados sino como una unión de intereses y como cierre de un trato comercial entre diferentes familias que emparejaban a sus hijos. Al tratarse de un acuerdo de carácter mercantil, la superstición de que saliera mal por realizarse en martes era lo que originó con los años los refranes y dichos que aconsejaban no realizar ciertas cosas en martes.

Cabe destacar que muchos son los historiadores que al término ‘embarcarse’ del refrán no le dan el sentido de subir en una embarcación y realizar un viaje, sino que ven en la locución una referencia al sentido de tomar parte en un negocio arriesgado (el diccionario de la RAE, da como tercera acepción de la palabra ‘embarcarse’ el siguiente significado: ‘Hacer que alguien intervenga en una empresa difícil o arriesgada’).

A partir de la Edad Media se popularizaron este tipo de refranes en España, sobre todo por el carácter supersticioso que se le dio a este día ya no por el Dios Marte (el cual ya no tenía ningún significado pues ya se había extendido el cristianismo) sino porque según explicaban algunos cronistas se perdieron algunas batallas importantes frente a los musulmanes.

Aunque el refrán más popular es el que indica que ‘En martes, ni te cases ni te embarques’, existe una amplia gama de variantes, pudiéndonos encontrar otros que indican: ‘En martes, ni tu tela urdas ni tu hija cases’, ‘En martes y trece, ni te cases ni te embarques’, ‘En martes, ni te cases ni te embarques, ni de tu casa te apartes’…

¿De dónde surge la expresión ‘Para ti la perra gorda’?

Hoy en día apenas se usa la expresión ‘Para ti la perra gorda’ pero hasta hace unas décadas era muy común su uso sobre todo para zanjar una disputa verbal en la que una de las partes desistía de seguir discutiendo y la decía a modo de zanjar el tema, como si le estuviera dando la razón a la parte contraria pero no dándosela en realidad.

La expresión hace referencia a una moneda de bronce acuñada en España en 1870 cuyo valor era de diez céntimos de peseta. Ésta llevaba en el anverso la figura femenina de Hispania sentada sobre unas montañas y en el reverso un león de pie (sobre sus patas traseras) sujetando el escudo de España.

Y es precisamente ese león, cuyo diseño dejaba mucho que desear, lo que propició que el pueblo comenzase a decir que más que un león parecía un perro, rebautizando a las monedas de diez céntimos con el sobrenombre de ‘perra gorda’.

Pero al igual que había una perra gorda también había una moneda apodada como ‘perra chica’, la cual era exactamente igual pero de menor tamaño y la mitad de valor (cinco céntimos de peseta). Cabe destacar que también se acuñaron monedas de uno y dos céntimos en los que aparecía el mencionado león en el anverso, pero éstas no recibieron tales apelativos.

A lo largo de siete décadas fueron monedas de uso común y, por tanto, el apelativo de perra chica y perra gorda se utilizó ampliamente, dando esta última origen a la expresión referida.

Como dato curioso, señalar que en 1941 fueron sustituidas por monedas del mismo valor pero realizadas de aluminio y en el que se cambió el diseño (en el anverso aparecía un jinete íbero con una lanza y en el reverso el escudo de España con el águila de San Juan) y el bronce fundido, de todas las monedas antiguas de las perras gordas y chicas, fue utilizado en el tendido eléctrico del ferrocarril que unió la poblaciones de Ávila y Segovia.

¿Cuándo y por qué surgió la idea de llevar apellidos?

Hasta bien entrada la Edad Media raro fue el caso de alguien que, sin pertenecer a la realeza o nobleza, tuviese en propiedad alguna vivienda o tierras. Fue a partir del momento en el que la burguesía tuvo acceso a bienes inmuebles, y por tanto a tener que generar documentación que acreditase su propiedad, cuando apareció la conveniencia de poder identificar a quién pertenecía cada cosa.

De esta forma el nombre de pila se convirtió en insuficiente, así que comenzó a añadirse en la documentación, y junto al nombre, alguna peculiaridad que identificase al propietario fácilmente.

Habitualmente se colocaba la profesión de esa persona: Juan Carpintero, José Herrero, Manuel Alfarero.

Otra fórmula era poner alguna característica física: Juan Tuerto, José Moreno, Manuel Cojo.

El lugar de procedencia, en caso de no ser autóctono, también era una buena fórmula para distinguirlos: Juan Madrid, José Toledo, Manuel Sevilla. Si ninguna de estas formas era posible aplicarlas (porque estaban repetidas) entonces se le añadía el nombre de pila del progenitor (patronímico): Juan de Lope, José de Martín, Manuel de Rodrigo.

Para ahorra la preposición ‘de’ se le añadió el sufijo -ez que venía a significar lo mismo, de ahí que pasasen a ser: Juan López, José Martínez, Manuel Rodríguez.

Esto último también se aplicó en otros idiomas, motivo por el que es tan común encontrar extranjeros con una parte de su apellido igual: los ingleses utilizaban la terminación ‘son’ (Johnson) o el prefijo ‘fitz’ (Fitzgerald), en Italia muchos apellidos terminan en ‘ini’ (Paolini), en Dinamarca en ‘sen’ (Nielsen), algunos anglosajones (de ascendencia celta) podemos encontrar que se apellidan como ‘Mac’ o ‘Mc’ (McEnroe, Macbeth), los irlandeses usan el característico O’ (O’Brien) y en Francia el prefijo ‘De’ (Dejean), por poner unos pocos ejemplos.

Hasta que se extendió el uso del apellido sólo la nobleza lo había utilizado y éste no era otro que el nombre de la casa a la que pertenecían: Tudor, Alba, Lancaster, Borbón, Austria…