La jueza rechaza conceder el tercer grado penitenciario a Fèlix Millet
El auto concluye que su estado no le impide esrar en la cárcel
Madrid - Publicado el - Actualizado
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El Juzgado de Vigilancia Penitenciaria 2 de Catalunya ha rechazado conceder el tercer grado penitenciario al expresidente del Palau de la Música Fèlix Millet, condenado por el caso Palau.
En un auto, la jueza desestima el recurso que presentó la defensa de Millet contra una resolución de la Secretaría de Medidas Penales, Reinserción y Atención a la Víctima de la Generalitat, que en octubre decidió mantenerle en segundo grado.
Los abogados argumentaron "razones humanitarias y de dignidad personal al tratarse de un interno que padece una enfermedad muy grave con padecimientos incurables".
Asimismo la Generalitat le ha reconocido una discapacidad del 92% y además la defensa argumenta que Millet tiene pérdida visual en ambos ojos, movilidad reducida, capacidad auditiva limitada, lipotimias, insuficiencia renal y cardiaca, enfermedad pulmonar obstructiva crónica de larga evolución y deterioro cognitivo leve.
El médico forense apuntó que "presenta pluripatología de características crónicas que junto a su avanzada edad generan un estado de vulnerabilidad física con riesgo de sufrir alguna complicación médica, si bien en el momento actual se encuentra estable físicamente" y no observó riesgos vitales a medio o corto plazo.
RAZONAMIENTOS
No obstante, el tribunal considera que, a la vista del informe médico forense, "el penado no se encuentra en un estado tal que le impida el cumplimiento del régimen penitenciario o que dicha enfermedad le haya sumido en un estado de postración tal que afecte a su dignidad al continuar en una institución penitenciaria".
Además, la jueza cita informes de la Junta de tratamiento que "apuntan circunstancias negativas de singular importancia que determinan la clasificación en segundo grado": en programas de tratamiento, Millet no ha realizado una asunción plena de los hechos cometidos, los ha minimizado y persiste en él cierta sensación de impunidad, en palabras de la magistrada.