Cuando un "arruinado" Donald Trump fue amigo de la Barcelona olímpica y presentó a su mascota
Pocos después de la presentación, en 1991, Trump se declaró en bancarrota parcial. Su casino fue uno de los negocios que más sufrió.

Donald Trump abrazando una mascota olímpica
Barcelona - Publicado el
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Cuando un "arruinado" Donald Trump fue amigo de la Barcelona olímpica y presentó a su mascota
Corría el año 1990. Donald Trump no era presidente de Estados Unidos ni una figura globalmente polémica. Era, más bien, un magnate en apuros. Su emporio inmobiliario tambaleaba, las deudas lo acosaban y los bancos lo tenían bajo la lupa. Y sin embargo, ahí estaba él, enfundado en un esmoquin, presentando a Cobi —la simpática mascota de los Juegos Olímpicos de Barcelona 1992— en una fastuosa gala en Nueva York.

Figuras de Cobi, la mascota de Barcelona 1992
¿Qué hacía Trump con el Comité Olímpico Español?
El Comité Olímpico Internacional y el comité organizador de Barcelona '92 buscaban proyectar los Juegos más allá de Europa. Había que seducir al público y a los inversores estadounidenses. ¿Y quién mejor que el rey del espectáculo empresarial de Manhattan? Aunque por dentro su imperio crujía, Trump todavía mantenía el aura de magnate encantador, con edificios bautizados con su nombre y una agenda de contactos envidiable.
Fue en ese contexto que el propio Trump cedió su casino Trump Taj Mahal de Atlantic City como plataforma para una gala de presentación de los Juegos. El evento, celebrado en junio de 1990, incluyó una cena de etiqueta, actuaciones, discursos y, cómo no, la aparición estelar de Cobi, el perro cubista creado por Javier Mariscal, que no dejó indiferente a nadie.
Una foto para la historia... y el olvido
Trump posó sonriente junto a Pasqual Maragall, entonces alcalde de Barcelona, y otros representantes olímpicos. La foto es hoy casi una rareza de hemeroteca: un Donald Trump aún sin su característico peinado naranja, sin Twitter, sin la Casa Blanca... pero ya hambriento de cámaras y protagonismo.
Curiosamente, pocos años después, en 1991, Trump se declaró en bancarrota parcial. Su casino fue uno de los negocios que más sufrió. Pero en aquella noche de gala, Barcelona y Trump se encontraron en una alianza improbable: una ciudad que soñaba con modernizarse y un millonario que luchaba por no venirse abajo.
¿Fue útil esa conexión?
En términos de promoción, sin duda. Barcelona 92 supo venderse como unos Juegos modernos, optimistas y diferentes. La jugada de presentarse en EE. UU. y asociarse a rostros conocidos ayudó a darle proyección global. Y Trump, fiel a su estilo, supo capitalizar el momento: se apuntó un tanto mediático... aunque duró poco.
Hoy, aquel episodio parece un cruce improbable entre dos mundos: el olímpico y el del show-business. Una imagen curiosa de cuando un Trump en declive bailó al ritmo olímpico de una Barcelona que ascendía.
Los inicios empresariales de Donald Trump: del barrio de Queens a Manhattan
Antes de convertirse en una figura omnipresente en la política y los medios, Donald Trump ya era un nombre conocido en el mundo de los negocios inmobiliarios.
Su carrera empresarial comenzó en Nueva York, bajo la tutela de su padre, Fred Trump, un exitoso desarrollador inmobiliario que construía viviendas asequibles en los barrios exteriores de la ciudad, especialmente en Brooklyn y Queens.
Donald se unió a la empresa familiar, Elizabeth Trump & Son, en la década de 1970. Desde el inicio, su visión fue diferente: mientras su padre se enfocaba en proyectos residenciales de bajo riesgo, Donald tenía la ambición de expandirse hacia el centro de Manhattan, una zona mucho más competitiva y glamorosa.
Su primer gran golpe llegó en 1978 con la remodelación del hotel Commodore, una propiedad deteriorada que convirtió en el lujoso Grand Hyatt, gracias a una asociación con la cadena Hyatt y generosos beneficios fiscales de la ciudad. Este proyecto no solo marcó su irrupción en Manhattan, sino que cimentó su imagen de empresario audaz y dispuesto a asumir grandes riesgos.
Desde allí, Trump continuó construyendo su marca personal, ligada a un estilo ostentoso y al desarrollo de rascacielos, casinos y resorts. Su apellido comenzó a ser sinónimo de lujo, algo que más adelante capitalizaría en otros sectores, desde la televisión hasta la política.
Los inicios empresariales de Trump muestran cómo combinó el legado familiar con una visión más ambiciosa y mediática, transformándose rápidamente en una figura emblemática del mundo empresarial estadounidense.