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Así es el lenguaje perdido del abanico: “No solo refresca”

Su nombre proviene del latín vannu y del verbo portugués abanar (que significa aventar), es de donde surge el diminutivo abanico, término no utilizado en español hasta el siglo XVI

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Así es el lenguaje del abanico: “No solo refresca”

Redacción COPE Cataluña

Barcelona - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

Ha llegado el verano y con él el calor. Además del aire acondicionado y de los ventiladores para aliviar las altas temperaturas, podemos proveernos de un accesorio- complemento o artilugio personal que es el abanico.

Al usar el abanico para refrescarse en lugar de depender del aire acondicionado o ventiladores eléctricos, se reduce el consumo de energía y la huella de carbono.

Elegir abanicos de materiales naturales y sostenibles, como la seda, el algodón y la madera, se promueve la producción ética y se apoya a la artesanía.

También se puede disfrutar de la experiencia táctil y visual de usar un objeto bello y bien hecho, lo que puede aumentar la sensación de bienestar y reducir el estrés.

El abanico también puede contribuir a un estilo de vida más saludable y sostenible.

Su nombre proviene del latín vannu. y del verbo portugués abanar (que significa aventar), es de donde surge el diminutivo abanico, término no utilizado en español hasta el siglo XVI. El abanico es un utensilio manual que se utiliza para refrescarnos los días de calor mediante el movimiento manual del aire.

La historia del abanico es casi tan extensa y antigua como la existencia de la humanidad. Su origen no se conoce con exactitud, pero ya en la prehistoria existía en forma de grandes hojas de plantas. A lo largo de los siglos, multitud de países y civilizaciones lo han utilizado. Muchos de ellos los conocemos gracias a los restos arqueológicos, pinturas y grabados antiguos.

El abanico era considerado como un símbolo de posición social y sobre todo de las personas con un gran poder económico y político.

Las sacerdotisas griegas agitaban enormes abanicos sobre los alimentos sagrados para que se conservaran en condiciones higiénicas más tiempo. Estaban elaborados con plumas, flabelos y penachos. Este proceder sería adoptado siglos más tarde por los romanos y por los cristianos.

César Augusto, emperador del impero romano contaba con un numeroso grupo de esclavos que siempre le precedían y que iban equipados con grandes abanicos para sofocar el calor y espantar los insectos. Asimismo, las matronas romanas tenían a su disposición unos esclavos eunucos cuya función principal era abanicarlas en el gineceo.

Hace cientos de años, en China,, tanto las mujeres como los hombres empleaban el abanico. Era una sociedad muy refinada, y portar en la mano un pequeño estuche con su abanico en el interior, era signo de distinción y autoridad. Cuando realizaban visitas a las casas de

familiares o amigos, siempre lo llevaban consigo. También era habitual que adornasen sus abanicos escribiendo en ellos pensamientos e ideas.

Los nipones empleaban el abanico para saludar, y sobre él colocaban regalos que hacían a sus familiares y conocidos. Los mejores alumnos de las escuelas eran recompensados con un bonito abanico decorado.

Si tenían que acudir a espectáculos, bailes o cualquier acontecimiento social, no acudían sin él. Tan importante era, que la mujer japonesa prácticamente se sentía desnuda si no llevaba consigo su abanico. Hasta los presos condenados a muerte, antes de su ejecución, recibían uno.

El Abanico articulado, el más conocido para nosotros, procede de la península de Corea,

y de ahí se extendió a China y Japón, hacia el siglo XV. En un principio con los materiales más toscos, cañas, bambú papel de arroz etc.

En Europa se introduce, por mediación de los Jesuitas, primero en Portugal, España e Italia, donde fueron aceptados mucho antes que en los demás países europeos, y luego, ya en los siglos XVI y XVII, en las cortes de Francia e Inglaterra, que los ponen de moda. Fue Catalina de Médicis quien puso de moda en Francia los abanicos de estructuras actuales.

En la Europa de la edad media, en los círculos cortesanos, existían grandes abanicos fabricados con mangos de oro y plumas de pavo real y faisán. Ya en el siglo XV los portugueses afianzaron una variante: el abanico plegable procedente deChina. Peroeste tipode abanicono seempleó enexclusiva enlas civilizacionesoccidentales ychinas, tambiénen Las Américas.

Cuando el conquistador Hernán Cortés arribó a México a principios del XVI, el emperador del Imperio Azteca Moctezuma le hizo un regalo de gran valor: 6 abanicos decorados con plumas y abundante varillaje. Por otro lado, en Perú, los incas tenían los abanicos tan introducidos en su sociedad que formaban parte de muchas ofrendas que realizaban a sus dioses.

Durante este periodo, Luis XIV de Francia y Catalina de Médicis, que fueron grandes aficionados de los abanicos dijeron: “No se concibe el cortejo ni el amor sin su presencia”. Tan grande era la afición de las casa reales a este artilugio, que la reina Luisa de Suecia creó en el año 1774 la Real Orden del Abanico. Distinción que, naturalmente, concedía a sus más distinguidas amistades.

Entre muchas de sus normas, se prohibía mantenerlo abierto en presencia de la reina excepto para ofrecerle regalos sobre sus varillas. El siglo XVIII fue, sin duda, el momento que más presencia tuvo entre la burguesía.

La reina María Antonieta tenía costumbre de obsequiar a sus amistades más próximas, abanicos muy elaborados.

Con el paso del tiempo el abanico se “democratizó” y llegó a todas los estratos y capas sociales. Naturalmente eran abanicos muy sencillos, como por ejemplo, el abanico de Caleñas. Se componía de tres piezas: las varillas y el clavillo que formaban el armazón o esqueleto, y el país.

Partes del abanico

Partes del abanico

Los abanicos más caros y lujosos carecían de tela o papel (el país). Sus varillas eran muy amplias y se fabricaban íntegramente con maderas nobles, carey o marfil.

Se les denominaban abanicos reversibles o de baraja, ya que se podían desplegar tanto desde la izquierda como desde la derecha. Eran abanicos muy elaborados, normalmente con 4 países y decorados con diferentes motivos que producían un peculiar efecto sobre las personas que lo miraban en movimiento.

Si se regalaban, se solían entregar con un gravado que hacía alusión al motivo de dicho presente. Por ejemplo, el nombre de los novios si era por una boda, o un escudo de armas de la familia. Las formas eran de lo más variadas en función del ingenio e inventiva de su diseñador.

Aunque te resulte curioso, existían abanicos diseñados exclusivamente para ir a las plazas de toros. Eran muy grandes, de una vara y media de alto. Esto era así para que la gente que veía a este evento desde las gradas en las que daba el sol, pudieran hacerse sombra a modo de pequeño parasol.

La Casa londinense Kimmel inventó los abanicos de olor. Con el movimiento del artilugio desprendían un agradable y rico olor. Esto se conseguía impregnando con una sofisticada técnica las varillas con un perfume. El objetivo era que el agradable olor fuese tan duradero

como el abanico. Normalmente, se decoraba el varillaje con dibujos de las plantas o flores con las que se había elaborado el perfume que desprendía.

Respecto al abanico de bolsillo, decir que eran de diseño diferente al habitual. Las espigas de las varillas no se encontraban adheridas a los países.

Dentro de los abanicos plegables, durante el siglo XIX destacó el denominado abanico mágico. Fue denominado de este modo ya que por un lado se podía observar dos imágenes diferentes, y solo una por el otro.

A principios del siglo XX, se abarató tanto su fabricación que se empezaron a regalar como reclamo publicitario. También se empleaban para plasmar en ellos los programas del teatro, de danza, o del circo y obsequiarlo a sus asistentes.

Durante el siglo XIX, en Venecia, se popularizaron los abanicos careta que se utilizaban para asistir a los números bailes de máscaras que se celebraban durante su famoso Carnaval.

Uno de los modelos que más gustaban a la gente eran los de espejuelos, ya que con ellos se podía observar a alguien sin ser descubiertos. Pero su uso decayó por dejar de estar de moda y no por los comentarios de los moralistas.

Es muy posible que hayas oído alguna vez algo en referencia al lenguaje “secreto” de los abanicos. No es más que un lenguaje que se empleaba para poder comunicarse de una manera discreta.

Algunos ejemplos:

Debido al arraigo y empleo del abanico, se creó a su alrededor toda una serie de creencias y supersticiones. Se creía que si se dejaba abierto traía mala suerte: algo muy extendido en

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