El Obispo de la Diócesis Orihuela-Alicante nos invita a cruzar la Puerta del Tiempo esta Navidad
En su mensaje navideño, Monseñor José Ignacio Munilla invita a un profundo viaje espiritual
Alicante - Publicado el
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En su emotivo mensaje navideño, el Obispo de Orihuela-Alicante, José Ignacio Munilla, nos invita a reflexionar sobre el significado de la Puerta Santa. Evocando la magia de cruzar una puerta del tiempo, como en los relatos de ficción, pero con un significado trascendental. A través de la Puerta Santa, que inaugura el Año Jubilar 2025, nos conecta con el misterio del nacimiento de Jesús, el centro del universo y de la historia, y nos anima a redescubrir el sentido divino de nuestra vida y nuestro tiempo. Un mensaje lleno de fe, historia y esperanza para reflexionar y vivir plenamente esta Navidad y el próximo Año Jubilar.
La puerta del tiempo
Recuerdo cómo me atraían en la adolescencia las películas de ficción en las que los protagonistas traspasaban la “puerta del tiempo”, transportándose a épocas pasadas o futuras, para finalmente volver al presente… Aquello no fue sino una pequeña aproximación a la fascinación que me causó el armario de doble fondo en la novela -y después película- ‘Crónicas de Narnia’ (C.S.Lewis 1950), a través del cual los protagonistas se adentraban en otra dimensión de la realidad que, en última instancia, simbolizaba la Historia Sagrada insertada en la historia de la humanidad…
La escena del Papa Francisco abriendo y traspasando la Puerta Santa de la Basílica de San Pedro, inaugurando así el Año Jubilar 2025 del nacimiento de Jesús, culmina y supera con creces cualquier evocación de la ‘puerta del tiempo’… La Puerta Santa nos transporta desde el 2025 al año 0, sin dejar de vivir el momento presente, abiertos a un futuro esperanzador en el que esperamos que el retorno glorioso de Cristo culmine la historia.
Nuestro calendario asume el concepto de que el tiempo se cuenta en referencia al nacimiento de Cristo. El tiempo no se mide en base a un criterio convencional numérico, ni astrológico, sino histórico teológico. En el fondo, hay dos concepciones irreconciliables de la historia. La primera la entiende como una dialéctica en la que al hombre solo le cabe buscar en sí mismo su propia realización. La segunda percibe en la construcción de la ciudad terrena la antesala de un destino eterno; hasta el punto de que solo desde éste, a la luz de Dios, cabe descubrir el sentido definitivo de la historia humana.
La afirmación cristiana de que Dios ha asumido la naturaleza humana adentrándose en nuestras coordenadas de espacio y tiempo, supone que, en adelante, la historia del hombre es también historia de Dios, y que la historia de Dios comienza a ser historia del hombre. Todo lo auténticamente humano interesa a Dios, y, a su vez, todo lo divino concierne también al hombre. Antes de Cristo, aún sin conocerle, la historia le estaba esperando. El hombre buscaba una plenitud que era incapaz de darse a sí mismo. El inicio de un nuevo año, 2025 en este caso, no es sino un signo de la continua presencia viva y salvífica de Jesús en el tiempo y el espacio. Él es el centro del universo y de la historia.
El Jubileo del año 2025 coincide además con el 1.700 aniversario de la celebración del Concilio de Nicea (325), considerado como el primer concilio ecuménico de la historia, que fue convocado por el emperador Constantino, a pesar de que todavía no se había bautizado. Fue un concilio clave que condenó la herejía cristológica del arrianismo, a pesar de las simpatías de Constantino por el hereje Arrio. Jesucristo no es meramente un personaje excelso y eminente, sino que es verdadero Dios, además de verdadero hombre. Todos los Padres Conciliares, excepto dos obispos, ratificaron ese Credo, el Símbolo Niceno, el 19 de junio del año 325.
Gracias a Nicea confesamos que Jesús es la persona divina del Verbo, quien por amor a nosotros y enviado por el Padre, se encarnó por obra del Espíritu Santo en el seno de la Virgen María, tomando la naturaleza humana sin abandonar su naturaleza divina. Él es verdadero Dios y verdadero hombre; engendrado, no creado, de la misma naturaleza que el Padre, se ha hecho verdaderamente hombre, hermano nuestro, sin dejar de ser Dios, nuestro Señor.
Pero volvamos a la imagen de la apertura de la Puerta Santa… Jesús mismo se presenta en el Evangelio como ‘la puerta’ (“Yo soy la puerta”); y, más aún, nos invita a traspasar el umbral de esa ‘puerta’: «Yo soy la puerta: quien entre por mí se salvará y podrá entrar y salir, y encontrará pastos.» (Juan 10, 9). Por ello, en esta Navidad somos invitados a traspasar con esperanza la Puerta Santa, a trasladarnos por esa ‘puerta del tiempo’ al momento de la llegada de Dios al mundo, para que así el mismo Dios pueda entrar en nuestra vida, 2025 años después. ¡Feliz Navidad y Santo Año Jubilar!