OPINIÓN: 'No hemos aprendido nada', por Juan Carlos Gumiel

"Se han puesto por delante los egos, las ideologías y los intereses espurios muy por encima de la verdadera sabiduría de la razón, la ciencia, la lógica y el sentido común..."

Desayuno de palabras, Juan Carlos Gumiel

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Teníamos una oportunidad extraordinaria de aprender mucho del caos y la desolación que arrastra esta concatenación de infección descontrolada y muerte. Evidentemente, no hemos sabido aprendernos bien la lección, para poner un poco de coherencia y sentido común a este desorden, aún sin el remedio que lo remedie, y golpeándonos con fuerza bien de cerca. Los contagios nuevamente se disparan en este re-brote descontrolado en España y en el mundo. Llueve sobre mojado, y la preocupación se acrecienta.

Sé muy bien que se hace agotador, un día y otro día, escuchar y leer, debates, opiniones y decisiones referidas al mono tema de la pandemia y sus consecuencias, pero es lo que tenemos desgraciadamente en la actualidad, un jodido virus que se expande, hiere y mata a la sociedad mundial, a nuestras familias, a nuestra economía, a nuestros trabajos y a nuestro estado anímico y mental.

¿Qué hemos aprendido? ¡Nada! Seguimos igual que al principio o quizá peor. No hemos sido capaces de mantener un criterio de actuación lógico y unificado, ni en España ni en el mundo ¿Y saben por qué? Porque en mi humilde opinión, se han puesto por delante los egos, las ideologías y los intereses espurios muy por encima de la verdadera sabiduría de la razón, la ciencia, la lógica y el sentido común. Tengo la horrible sensación de que vamos como pollos sin cabeza, dando bandazos de aquí para allá, sin saber muy bien cuáles son los pasos correctos y efectivos para detener la curva ascendente de infección y sus consecuencias, directas y colaterales. De aquellos primeros confusos pasos, (mascarillas no, más tarde mascarillas si…) hemos continuado por el mismo sendero de incertidumbre e incongruencia continuada, limitaciones de movilidad en horarios concretos según los criterios del gobernante de turno, pero en cambio los transportes públicos (metros, autobuses y trenes) los podemos ver atestados hasta la bandera en horario comercial. Reducción de reuniones de 10 a 6 personas en lugares públicos y privados, ¿De verdad creen que son medidas efectivas si al menos uno de ellos esta inoculado con el dichoso virus, sean dos, seis o diez? Indefectiblemente hay una amplia probabilidad de que alguno acabe contagiado. Si no existe un control efectivo de quien sí y quien no porta el virus y no se mantienen las medidas de prevención e higiene adecuadas nunca lo doblegaremos. Y así podría describirles un buen número de supuestos que no tienen sentido o al menos son muy incongruentes y aleatorios.

No hemos aprendido. No. Y desgraciadamente no veo el camino necesario para empezar a afrontar con verdadera sabiduría y eficacia la andadura hacia la contención del virus, el desastre económico y la presión mental que esta circunstancia genera a pasos de gigante. Los ciudadanos seguimos viendo este desbarajuste generalizado, entre la rabia, la apatía y la incipiente miseria de muchos, sin un atisbo de esperanza y todo ello entre pulsos ideológicos, corrientes mediáticas, redes sociales, preocupantes algarabías juveniles como las acaecidas este fin de semana y sobre todo fanáticos del poder y del sillón, sin importarles a penas nuestras tristes y duras realidades, nuestras inminentes necesidades y lo más triste, nuestros muertos, que se siguen sumando, hora tras hora, a ese aterrador contador de bajas en silencio.

Evidentemente no soy capaz de darle solución a esta aberrante situación, ya me gustaría, como al resto de personas que tienen ante sí, un verdadero desafío actual de salud y supervivencia. Nos cuenten las milongas que nos quieran vender o colar, seguimos como al principio o peor y no es por brindarles gratuitamente una actitud pesimista hoy, es intentar mostrarles el paisaje salvaje y crudo que tenemos, revestido de triste realidad. No hemos aprendido nada. ¡No! Qué pena…

Juan Carlos Gumiel.

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