Misa Crismal
La diócesis de Segorbe-Castellón abre el Año Jubilar Diocesano
Monseñor López Llorente preside la eucaristía que sirve para celebrar el 775 aniversario de la creación de la sede episcopal de Segorbe.
Madrid - Publicado el - Actualizado
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Hoy se ha abierto la Puerta Santa de la Catedral de Segorbe en una ceremonia que ha arrancado en la Iglesia del seminario menor (de Segorbe) donde el Obispo de la Diócesis, Mons. Casimiro López Llorente, se ha dirigido a la asamblea para iniciar la peregrinación, en procesión, como lo harán a lo largo de este año los fieles de las diferentes comunidades diocesanas, guiados – ha dicho D. Casimiro – “por la Palabra de Dios e invocando la intercesión de los santos”.
Así, ha pedido a Dios Padre que conceda a su Pueblo "la alegría del Espíritu y acoja con esperanza renovada la proclamación de este año de gracia". Se ponían entonces ,"en camino en el nombre de Cristo", dando inicio la solemne procesión hacia la Catedral.
La puerta santa que cruzarán los peregrinos a lo largo de este Año Jubilar, es la puerta que da acceso a la Catedral desde el claustro.
Frente a ella, D. Casimiro se ha dirigido al Pueblo para anunciar la inauguración del Año Jubilar Diocesano que , en palabras de nuestro Obispo, será para toda la Iglesia diocesana, "una experiencia particularmente profunda de gracia y de misericordia divina que se prolongará hasta su clausura el 16 de Abril de 2023".
De rodillas, D. Casimiro ha orado durante unos minutos para, a continuación elevar el Evangeliario, dando comienzo la procesión hacia el Altar mientras se interpretaba el Himno del Año Jubilar: He aquí la morada de Dios"
Daba comienzo la Santa Misa Crismal en cuya celebración se consagra el santo Crisma, y se bendicen los óleos de los catecúmenos y de los enfermos, que se usarán en los sacramentos del bautismo, de la confirmación y del orden sacerdotal.
En el transcurso de la misma, los sacerdotes de nuestra diócesis han renovado las promesas sacerdotales, uniéndose a Cristo, renunciando a sí mismos y reafirmando la promesa de cumplir los sagrados deberes que, por amor a Cristo, aceptaron el día de su ordenación sacerdotal para el servicio de la Iglesia.
La celebración ha concluido con la Bendición apostólica con indulgencia plenaria a los presentes.