El calvario silencioso de Toñi: seis meses atrapada en su casa sin ascensor tras la DANA

Desde hace medio año, Toñi, vecina de Paiporta, vive confinada en su propio hogar por la avería del ascensor que se dañó tras las inundaciones. Aún le quedan, al menos, cuatro meses más de espera.

La DANA que golpeó la Comunitat Valenciana dejó a su paso casas anegadas, calles destrozadas y centros públicos cerrados durante meses. Pero también ha dejado historias silenciosas, menos visibles pero igual de duras, como la de Toñi, una vecina de Paiporta que desde hace seis meses vive prácticamente confinada en su piso de un tercero sin ascensor.

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Momento de la entrevista a Toñi en su casa

"Se me pasa la semana sin bajar", nos cuenta en su casa, donde hemos ido a visitarla. A sus 60 años, y con varios problemas de salud, Toñi hace auténticos esfuerzos para enfrentarse a las escaleras: "Bajar me cuesta, pero subir es terrible. Soy asmática y tengo otras complicaciones. Cada vez que tengo que salir es un calvario".

El día a día se ha convertido en una carrera de obstáculos. La compra, por ejemplo, la resuelve con pedidos a domicilio. Para pequeños recados, depende de la solidaridad de sus vecinos. "Siempre encuentro a alguien que me ayuda a subir el carro. El otro día, un chico joven me subió la compra sin pensarlo dos veces", agradece.

No está sola en esta situación. Otros vecinos del edificio, como una mujer operada de ambas rodillas, también sufren el abandono que implica la falta de un servicio esencial como el ascensor. "No es solo cuestión de comodidad, es una cuestión de dignidad y de salud", recalca Toñi.

El origen del problema está en los daños sufridos en el sistema eléctrico del edificio durante la DANA. Desde entonces, las reparaciones se han ido demorando. Hace poco, les informaron de que el arreglo del ascensor podría tardar aún unos cuatro meses más, lo que supondría prácticamente un año entero sin servicio.

"¿Cómo se afronta eso?", se pregunta Toñi. "No hago planes. Camino dentro de mi casa, un kilómetro por la mañana y otro por la tarde, para mantenerme activa, porque bajar y subir es demasiado para mí". Su voz transmite resignación, pero también una enorme fuerza.

Esta situación recuerda al confinamiento del COVID-19, pero ahora impuesto no por una pandemia, sino por la falta de soluciones. Para Toñi, la espera no es solo incómoda, es un riesgo diario para su salud y su bienestar emocional.

Desde aquí, Toñi lanza un mensaje claro: "No pedimos milagros, solo poder salir de casa como cualquier persona". Una petición sencilla que, medio año después, sigue sin respuesta.