SOLIDARIDAD

Estudiantes de Veterinaria-UCV vacunan ganado de tribus etíopes para evitar contagios a humanos

En algunas tribus los hombres pedían matrimonio a las estudiantes valencianas a cambio de un número bastante alto de cabras o vacas

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Redacción COPE Valencia

Valencia - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

Cuatro estudiantes del grado de Veterinaria de la Universidad Católica de Valencia han pasado doce días en una misión con tribus de la zona de Nyangatom, en Etiopía, donde han vacunado al ganado para evitar el contagio de enfermedades a humanos.

Los cuatro estudiantes de la UCV han desarrollado su voluntariado internacional con la Misión Católica Príncipe de la Paz como base de operaciones para llevar a cabo campañas de saneamiento animal y desparasitaciones, además de trabajos de mejora de las instalaciones de la Misión, refuerzo escolar con niños y talleres sobre higiene o gestión de la economía familiar, entre otras actividades, según ha explicado la universidad en un comunicado.

Etiopía "rompió con las expectativas" de los estudiantes, según ha destacado la alumna valenciana Elena Peyró: "Esperaba hincharme a llorar de pena. No fue así. Para nada. Allí son felices; desde su punto de vista, viven como reyes. Yo no podría vivir en sus condiciones, estaría todo el día quejándome"

Dada la alta dependencia de la ganadería como fuente de alimentación de las tribus de Nyangatom, una mejora en la salud de sus animales se traduce en mejores rendimientos de éstos y, por tanto, más leche y más carne para la población.

La carga parasitaria de los animales y la tasa de enfermedades transmisibles a las personas es muy elevada, con lo que "la labor del equipo de voluntarios de la UCV ha supuesto una mejora significativa en la salud pública de esta comunidad", según la universidad.

"Vacunábamos a cabras y ovejas, y les desparasitábamos con un fármaco. A la vez, tomábamos muestras de sangre de casi todos los animales que nos dejaban en los poblados, porque había que pedirles permiso, obviamente, y eso a veces no lo llevaban demasiado bien", ha relatado el alumno el cordobés Alfonso Carmona.

La estudiante Lorena González de Esteban ha señalado, por su parte, que intentaban "concienciar" a los etíopes sobre el problema de los parásitos, insistiéndoles, por ejemplo, en que debían "hervir bien" la leche: "Vimos a un niño mamar directamente de la teta de una cabra, un niño que quizás mañana tendrá una enfermedad por esa razón".

"A veces era difícil entenderse porque tienen ideas un poco mágicas. Algunos nos contestaban que si hervían la leche esa cabra iba a dejar de producirla. Tenías que jugar un poco, proponérselo como un experimento: 'Vamos a probarlo, mañana vuelvo y me cuentas qué tal le ha ido al animal", ha añadido Elena Peyró.

La alumna Lucía Reig, que formó parte también de la expedición, da una perspectiva ligeramente diferente: "Los etíopes son personas muy curiosas y observadoras, y hay que tener en cuenta que, al final, éramos gente muy diferente a ellos que se presentaba de repente en su poblado, se ponía a tocar a sus animales y a dar charlas".

Y luego está la experiencia vital. "En Etiopía aprendes a vivir de una forma mucho más sencilla, diferente a lo acostumbrado, comiendo casi todos los días lo mismo, con luz y agua muy limitada, sin aire acondicionado en medio de altas temperaturas o sin poder estar todo el día conectados al móvil, entre otras cosas. Allí no tienen casi nada y no viven lamentándose como nosotros hacemos aquí continuamente”.

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Varias peticiones de matrimonio

Lucía vivió varios momentos tan cómicos como inesperados: “En algunas tribus venían chicos a decirme que me casara con ellos; a Elena y a Lorena también les pasaba. Unos se querían casar con nosotras para poder irse a España, y otros, todo lo contrario, querían que nos quedáramos allí con ellos. A cambio de pedirnos matrimonio, le ofrecían a Joel un número bastante alto de cabras o vacas. Nos lo tomábamos a risa porque no eran maleducados y, al fin y al cabo, es lo que han hecho siempre”.

“La que tenía más pretendientes era Lucía, porque es muy alta y allí son todos súper altos; es rubia y con los ojos azules. Como todos se querían casar con ella, Joel les decía que era su mujer y así no insistían más”, matiza Elena, que también vivió momentos curiosos a causa de su cabello rubio: “En un poblado, mientras me hablaban y yo no entendía ni papa, el traductor dijo que me preguntaban si había metido el pelo en oro. De hecho, cuando me quitaba los típicos pelos de la cabeza que se quedan en la ropa ellos se pegaban por cogerlos, sobre todo en los poblados más alejados”.

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