Una Semana Santa sin imágenes, pero llena de fe: el testimonio de Picanya
El templo permanece cerrado, invadido por hongos y las paredes que solían acoger la oración ahora están silenciadas

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Valencia - Publicado el
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En Picanya, la Semana Santa de este año no tiene el rostro de siempre. Las imágenes religiosas han desaparecido porque se las llevó la riada. El templo permanece cerrado, invadido por hongos y las paredes que solían acoger la oración ahora están silenciadas. Pero, a pesar de la pérdida, la fe permanece. Y florece, incluso, con más fuerza.
Nos preguntamos cómo se va a vivir la Semana Santa en tantos lugares donde se ha perdido patrimonio religioso de tantísimo valor. Joaquín Civera es el párroco de Picanya: "Las imágenes han desaparecido, los templos están destrozados... aunque poco a poco se van recuperando". Pero queremos saber cómo se vivirá la fe en Picanya cuando lo visible, lo simbólico, lo tangible, ya no está.
"Va a ser muy distinta", responde Civera con serenidad. "No solamente carecemos de las imágenes, sino que no disponemos ni siquiera del templo, porque aún está cerrado por los hongos. La Eucaristía, los actos religiosos, se celebran en el salón de actos del centro cultural del Ayuntamiento. No tiene la calidad de una iglesia. Es un escenario, no se tiene el calor del templo”. Y sin embargo, algo inesperado ocurrió.
El Domingo de Ramos, narra el párroco, la participación fue incluso mayor que en años anteriores. "El recorrido habitual de la procesión cambió: en vez de partir del centro cultural hacia la iglesia, se hizo al revés. Como si, simbólicamente, los fieles caminaran desde la herida hacia la esperanza."
No habrá procesiones. Las imágenes están destrozadas, rotas, incompletas. Pero sí habrá un viacrucis el Viernes Santo, “no por el recorrido habitual, sino por la zona más afectada por la riada, la que toca el barranco”, anuncia Civera. Una decisión cargada de simbolismo. “Será el viacrucis del Señor, pero también el viacrucis de un pueblo que ha sufrido como Él en su camino hacia la cruz”.
Cada estación de ese viacrucis hará referencia no solo a la pasión de Cristo, sino a las heridas del propio pueblo. El sacerdote lo ha escrito con intención de que sea vivido desde lo más profundo. "La gente aún no lo sabe, quería que fuera una sorpresa… pero si lo escuchan ahora, se estarán enterando".
El sufrimiento compartido ha tejido algo más fuerte que cualquier estructura de piedra: comunidad. "Vecinos que solo se saludaban en el ascensor ahora son como una familia", cuenta Civera. Juntos han quitado barro, limpiado garajes, arreglado ascensores. Y en medio de todo eso, ha crecido también la fe. La gente ha acudido al Señor no solo individualmente, sino como comunidad”.
La parroquia está sin imágenes, sin templo, sin los signos que normalmente llenan de belleza estos días santos. Pero la fe de Picanya ha encontrado otra forma de expresarse. Más desnuda, más humana, más profunda. Y tal vez, por eso mismo, más verdadera.