Don José muestra el dolor y la solidaridad por la catástrofe de Valencia y Albacete
El Arzobispo de Mérida-Badajoz ha enviado sendas misivas a su homólogos en la zona y ha contribuido con 5000€ para cade diócesis afectada.
Badajoz - Publicado el
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La reciente catástrofe ocasionada por el temporal en Valencia y Albacete ha resonado profundamente en Badajoz, evocando recuerdos dolorosos de la riada que asoló la ciudad en 1997, un trágico episodio que dejó tras de sí una estela de dolor con más de dos docenas de vidas perdidas. Este sentimiento de angustia y solidaridad se ha hecho evidente a través de las cartas enviadas por el arzobispo de Mérida-Badajoz, Mons. José Rodríguez Carballo, a sus homólogos en las diócesis afectadas.
En sus misivas, Mons. Carballo expresa su consternación por la tragedia que ha golpeado a Valencia y Albacete, subrayando que estos son “momentos de profundo dolor” y ofreciendo sus condolencias a las familias de las víctimas. La conexión emocional es palpable; los recuerdos de la devastación sufrida en Badajoz hace más de dos décadas resurgen, recordando a muchos lo frágil que puede ser la vida ante la furia de la naturaleza.
Además, el arzobispo no solo se limita a expresar su pesar; también actúa con generosidad y compasión al anunciar un donativo de emergencia de 5.000 euros para cada diócesis afectada. Este gesto no solo busca paliar los efectos inmediatos del desastre, sino que también refleja la solidaridad que une a las comunidades en tiempos difíciles.
En sus cartas, Mons. Carballo asegura que él y toda la comunidad diocesana se unen “en oración por las víctimas de las inundaciones”, extendiendo su apoyo no solo a quienes han perdido la vida, sino también a aquellos que han quedado sin hogar y a todos los afectados por esta tragedia. La oración se convierte en un poderoso acto comunitario que busca consuelo y esperanza en medio del dolor.
El deseo final del arzobispo es claro: anhela que “pronto pueda recobrarse la normalidad en las zonas afectadas”. Estas palabras resuenan con fuerza entre los pacenses, quienes saben demasiado bien lo que significa enfrentar las secuelas de una catástrofe natural. La empatía y el apoyo mutuo son fundamentales para sanar las heridas que deja el desastre y reconstruir lo perdido. En tiempos como estos, la unión y la solidaridad se convierten en faros de esperanza para todos aquellos afectados.