De enseñar a leer a que te enseñen
Una pacense ha tenido que aprender braille tras 30 años como profesora debido a unas complicaciones en la vista
Badajoz - Publicado el - Actualizado
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Victoria es profesora de educación infantil y aunque, muy a su pesar, ya no ejerce, su corazón sigue amando la enseñanza. Tras casi 30 años desempeñando la labor, la evolución de unos problemas de visión provocaron que tuviera que dejarlo. Un día dejó de reconocer las caras de sus "niños, como ella les llama cariñosamente, en ese momento supo que era momento de parar.
Ella sufría miopía magna, con el tiempo le diagnosticaron que tenía retinas atróficas, una condición irreversible, que aumenta gradualmente y que no tiene solución.
Por este motivo la derivaron a la Fundación ONCE. Victoria reconoce que fue complicado. El primer día que pisó el edificio se fue a casa llorando, confiesa que "hasta el ambientador me echaba para atrás". Pero con el tiempo supo encontrar en la fundación a una gran familia.
Señala que le ayudó mucho conocer a personas que vivían la misma situación que ella, alude a su gran amiga Toni entre otros muchos. Su positivismo le permitió ayudar a otros: "Yo los he encontrado allí hasta depresivos. Les daba una estampa de la virgen milagrosa y la rechazaban" añade que es muy importante tener actitud: "Hay que mirar para delante, porque si encima de lo que tenemos nos ponemos a llorar vemos todavía menos", chasqueaba.
Actualmente acude cada martes a ONCE para continuar con sus sesiones de aprendizaje de braille, recuerda emocionada la primera vez que pudo leer una palabra a través del tacto y apunta a la importancia de la inclusión en la sociedad: "Cuando veo los puntitos de braille en los ascensores me alegro un montón porque no tengo que preguntar qué pone".
También colabora en la parroquía de Santo Domingo ayudando en la catequesis: "No veo cuál es niño o niña, así que les llamo niñes" bromeaba.