"Mi madre lleva 15 días sin ducharse": El drama de los dependientes en Extremadura que mueren esperando una residencia

Más de 1.200 extremeños fallecieron en 2024 sin recibir la ayuda que solicitaron

Miriam Bañón

Mérida - Publicado el

3 min lectura

Jacqueline cuida a su madre Argeme, diagnosticada con Alzheimer, mientras espera que la Junta de Extremadura la valore para poder iniciar los trámites para una plaza en una residencia pública. La espera, que puede prolongarse hasta dos años, deja a cientos de familias atrapadas en un laberinto burocrático sin soluciones inmediatas.

La situación de Argeme refleja una realidad que afecta a miles de extremeños. Según los últimos datos oficiales, 1.270 personas murieron en la región el año pasado sin recibir la ayuda que solicitaron por dependencia. Aunque las listas de espera se han reducido un 20% durante el último año, todavía hay 6.787 extremeños esperando una prestación o una plaza residencial.

El caso de Argeme es uno más de esa larga lista. La enfermedad avanza rápidamente, y las necesidades de cuidado son cada vez mayores, pero la familia no puede solicitar una plaza en una residencia hasta que la Junta la valore.

Hasta dos años de espera

Una vez que la valoración se realiza y se determina el grado de dependencia, empieza otro proceso aún más largo: la solicitud de plaza en una residencia pública. La lista de espera para conseguir una plaza puede alargarse hasta dos años.

"Si mi madre llega al grado 2, que creo que sí porque está cada día peor, ya tendría como quien dice media plaza conseguida. Pero luego tienes que esperar el tiempo para que te la den, que a veces son año y medio o dos años" 

Mientras tanto, la vida diaria se hace cada vez más difícil para las familias cuidadoras. Argeme lleva 15 días sin ducharse porque su propia enfermedad la bloquea cuando es su hija quien intenta ayudarla.

"Está discutiendo con mi hermana, discutiendo conmigo, discutiendo con todo el mundo. Pero lo peor es que cuando va una persona desconocida, se deja lavar. Por eso es urgente que la vengan a valorar. Pero nos han dicho que todavía quedan dos meses para que vengan, luego echar los documentos y esperar otro año y medio" 

Habitaciones cerradas mientras la lista no avanza

Jacqueline, que ha trabajado en residencias, asegura que parte del problema se debe a la falta de recursos y la gestión de los centros públicos. Algunas residencias tienen zonas cerradas porque los ayuntamientos no pueden asumir los costes para ponerlas en marcha.

"Hay residencias que tienen alas nuevas terminadas, pero están cerradas porque los ayuntamientos no pueden asumir las premisas que les piden para abrirlas. Eso impide que la lista de espera avance, porque para que entre uno, tiene que fallecer otro. Y la mayoría mueren en casa sin haber podido ser atendidos en una residencia" 

Además, en muchos casos, los ayuntamientos ceden la gestión de las residencias a empresas privadas que se niegan a abrir alas cerradas si no se entregan con todas las obras terminadas.

"Los ayuntamientos se deshacen de la residencia, la pasan a las privadas, pero las privadas dicen que no les han dado la residencia terminada y esa ala no se abre. Entonces estamos ahí, esperando y esperando" 

Una espera que muchos no superan

La combinación de la burocracia, la falta de recursos y la privatización ha convertido la lista de espera en una condena para miles de familias. La media de vida de una persona dependiente es limitada, y en muchos casos no llegan a ocupar la plaza que les corresponde.

La familia de Argeme vive con la incertidumbre de si llegará el día en que pueda ingresar en una residencia o si, como ocurre con más de mil personas cada año en Extremadura, morirá antes de recibir la ayuda que necesita.

"Básicamente es eso. La lista de espera se alarga porque las personas viven muchos años y porque no se abren las habitaciones que ya están construidas. Así estamos, esperando a que fallezca uno para que entre otro".

Mientras las administraciones aseguran que están trabajando para reducir las listas de espera, miles de familias como la de Jacqueline siguen atrapadas en una espera interminable, con la angustia de ver cómo sus seres queridos se deterioran día a día sin la atención que necesitan.