El botín de Miguel: "no me podía imaginar que volvería con un ejemplar de esas características"
Reconoce que vio una "ventana de oportunidad" en la playa de Santa Cristina por las condiciones meteorológicas, la bajamar y la luna nueva
Coruña - Publicado el - Actualizado
3 min lectura
Miguel Tomé es carpintero de profesión pero muy aficionado a la pesca. Como tantas otras veces planificó su jornada de pesca con "ilusión", pero reconoce que "no me podía imaginar que volvería con un ejemplar de esas características". Asegura que preparar una jornada de pesca es un proceso "más laborioso" que coger el equipo, las cosas, montarse en el coche e ir a la playa.
Apunta que como estábamos en medio de temporales decidió no ir a playas a las que suele acudir habitualmente como arenales más bravos tipo Baldaio, Razo, Valdoviño o Doniños. Fue entonces cuando vio una "ventana de oportunidad" en la playa de Santa Cristina, en el municipio de Oleiros, porque "es una playa que te permite pescar independientemente de que haya temporal". Vio, dice, esa oportunidad desde el punto de vista metereológico entre las 7 y las 9 de la mañana, porque en ese período de tiempo "amainaba un poco el viento y también paraba la lluvia". Además, señala que había bajamar a las nueve y media de la mañana y había luna nueva.
¿Y por qué es tan importante la luna nueva? Miguel asegura que es "algo sabido" entre pescadores que la luna nueva influye en el ciclo de alimentación de los peces. "Parece ser que cuando hay luna nueva se acercan a alimentarse. Y aún encima, si te coincide en los cambios de luz, es decir, al alba o en la puesta, cuando hay cambio de luz, también favorece muchísimo la pesca y ahí son momentos ideales. Si se juntan todas esas variables, pues tienes un momento que, cuidado, no quiere decir que vayas a pescar pero sí que las posibilidades aumentan", añade.
Con todas estas condiciones, Miguel Tomé se dirigió a una zona de la playa de Santa Cristina "donde las olas rompen, donde hay trenes de ola que dejan regueros de espuma" porque aclara que es donde a las lubinas les gusta estar. Montó la caña, le puso el cebo que en este caso fue "una tira de choco bastante generosa" porque "voy buscando piezas grandes". E hizo el primer lanzamiento. Ahí esperó unos 15 minutos pero no hubo "picada". Entonces Miguel decidió recoger y lanzar "10 metros más, un poquito más lejos".
Fue ahí cuando la lubina picó. A pesar de las grandes dimensiones del ejemplar no pensó que la caña se le fuese a romper "son muy resistentes". "Yo tenía más miedo de que se rompiese el nylon, porque era bastante fino, un 0,18, y yo tenía miedo de que en cualquier momento se rompiese y perder la pieza", añade. Pero, gracias a la "ayuda del freno y también a la experiencia" la consiguió sacar del agua "sin problema".
Asegura que la sacó con "mucha paciencia y sin precipitarme, porque es un ejemplar grande y me dio bastante guerra". Relata que "fui caminando con ella. Cuando ella pegaba tirones, el estar el freno abierto, se llevaba el hilo. Cuando veía que paraba, pues se recoge un poquito. Fue bastante laborioso, la verdad". Desde que la pescó hasta que consiguió sacarla a tierra Miguel calcula que pasaron "unos 25 minutos".
Una lubina de nueve kilos que, subraya, ha quedado "en buenas manos". Acudió con ella a un puesto del mercado de la plaza de Lugo donde se la partieron en tres trozos. "Es un ejemplar tan grande que no te cabe en el congelador ni en el horno". Uno de los trozos lo preparó el domingo y lo degustaron su madre, su hermana, su sobrino y él mismo. "Estaba deliciosa, por cierto". Los otros dos pedazos de la lubina los ha guardado en el congelador "para otras ocasiones".
Destaca que a "los que nos gusta la pesca, aparte del desafío que supone pescarlo, lo más bonito que hay es llevarte un plato exquisito a la mesa y poder saborearlo gracias al fruto de tu esfuerzo". De haberla vendido, le han asegurado, se hubiera ganado unos 180 euros.