Por qué llevamos rosas a Santa Rita cada 22 de mayo

La santa de los imposibles vuelve a reunir a cientos de personas en la Iglesia de San Agustín en Santiago. Los puestos de flores y rosquillas se quejan de que bajan las ventas

Patricia Iglesias

Santiago - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Faltan unos minutos para las doce del mediodía, la hora de la penúltima misa de la mañana en honor a Santa Rita, y todavía queda algún sitio para sentarse en la iglesia de San Agustín. Hay cola es en la nave lateral donde está la imagen de la Santa, a donde peregrinan desde primera hora de la mañana quienes quieren pedirle "algún imposible" o simplemente mostrarle un año más su cariño. "Yo vengo por encargo de una amiga que está enferma", me dice en voz baja una chica. Lleva en la mano tres rosas rojas, a juego con las que atiborran el altar... y con las que lleva casi todo el mundo, dentro y también fuera de la iglesia.

Elena cuenta que ella es vecina de la calle de al lado y que viene todos los días... así que hoy no le trae flor. Es casi la única. Eva también es muy devota de Santa Rita, pero después de pasar las rosas por el manto de la imagen, se las lleva para casa. "Ayer casi se me olvida que era hoy, me lo recordaron". Y llegó a tiempo para escuchar no una, "dos misas", asegura. Y no le deja nada a la Santa "porque no come, se lo dejo en la Cocina Económica".

La tradición dice que Santa Rita pidió una rosa roja en su lecho de muerte

Pilar y Patricia son madre e hija de las que no faltan tampoco cada 22 de mayo. Aseguran que la santa les ha cumplido muchas peticiones: mientras eligen si rosas rojas o blancas, la hija confiesa que ha venido a pedir su intercensión en época de exámenes, cuando era más joven, pero también después, cuando le costaba quedarse embarazada. "Teño dous cativos": la Santa, asegura, la escuchó... aunque reconoce que "tamén fun a Lourdes".

EL MILAGRO DE LA FLOR EN INVIERNO

Dice la tradición que en su lecho de muerte, Santa Rita pidió una rosa roja y que aunque era invierno, una flor brotó en el jardín del convento. De ahí que, rojas o de otros colores, las rosas sean el símbolo de devoción... y que el 22 de mayo esté marcado en el calendario de los floristas. Carmiña lleva cuarenta años vendiendo junto a la iglesia de San Agustín este día: calcula que más de setecientas vende de media, y eso que la cosa va yendo a menos. "Non che podo calcular nena... antes vendíamos a tope, isto era un diluvio de xente... había que facer colas, era unha marabilla, quen me dera recordar eses anos"

Cirios e imágenes de cera acompañan también algunas de las peticiones: un único puesto de exvotos sobrevive a la entrada del templo. Mari Carmen lleva veinticinco años vendiendo aquí: "los cuerpos enteros son los que más se venden... tiene todas las partes y claro, antes igual llevaban una cabeza o una pierna, pero ahora... la cosa está mal para todos, así que..." Los precios van desde un euro que cuestan las velas más pequeñas a cinco las más grandes, y por medio, tres euros por las figuras.

Junto a la Iglesia de San Agustín se alinean sobre todo, puestos de flores

Lo que no falta es la amplísima oferta de rosquillas y melindres. También aquí se quejan de que han bajado las ventas: Josefa tiene la perspectiva que dan cuarenta años en el puesto y dice que "la cosa está bastante floja". Han tenido que subir 50 céntimos el precio de la docena "porque si quieres mantener un buen producto, ya sabes, todo sube, los huevos, la mantequilla, la harina..." A pesar de todo quien más quien menos se lleva una docenita, sobre todo de las caseras, para acabar de endulzar el día.

Desde las ocho de la mañana la iglesia de San Agustín ha estado muy concurrida este 22 de mayo

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