Navidad en familia en el albergue para personas sin hogar en Santiago

Usuarios, voluntarios y trabajadores del Albergue Juan XXIII compartieron una cena navideña con recetas de medio mundo. 700 personas pernoctaron en lo que va de año en el centro.

Patricia Iglesias

Santiago - Publicado el

5 min lectura

      
      
             
      

Recetas de Venezuela, Perú, Argelia, Marruecos, Senegal... pero también "de casa", como mejillones al vapor, huevos rellenos, morcilla: en una auténtica torre de Babel gastronómica se convirtió este 20 de diciembre el albergue Juan XXIII. Porque un año más, los voluntarios de la cocina fueron los encargados de traer los sabores de sus países de origen a la celebración navideña del centro. " Es el momento en el que no hay barreras, no hay diferencias, sentimos realmente fraternidad: hoy aquí somos todos iguales y cada uno da lo mejor de sí para hacer feliz al otro"

El que habla es fray Miguel, el director del albergue. No para de sonreir, como cualquier padre de familia encabezando una mesa de Navidad. Una mesa cuidada al detalle por voluntarias como Reyes, que desde hace más de 14 años colabora con el albergue. Cuenta que al principio, esta celebración navideña era más sencilla, pensada sólo para dar algo especial a los usuarios del centro... pero con la implicación de las personas que son voluntarias en cocina, se ha convertido en un auténtico evento "y con platos de estrella Michelín", asegura. "Se trata de que aunque sólo sea un día al año, la gente se sienta distinguida, la mesa esté bien puesta, todo esté bien colocado, los manteles sean de tela... algo diferente!"

Los fogones son un medio de integración cuando personas de distintas partes del mundo y con motivaciones diferentes llegan a Santiago sin tener prácticamente a nadie. Aprenden a cocinar y a veces también, mejoran el idioma. Nos lo cuenta María José Cerneira, la coordinadora de la cocina: hablamos con ella mientras organiza bandejas junto a Nayma, de Casablanca, y Maleka, de Argelia. "Las dos hicieron cursos aquí en la cocina... y yo también acabé aprendiendo algunas palabras de marroquí", asegura, mientras repiten entre risas "shukran, shukran", que es como se dan las gracias en los países árabes. "También habibi... que significa cariño", explican. 

De esos dos ingredientes, agradecimiento y cariño, hay en esta celebración navideña que está abierta todos los años a quien se quiera acercar. María es una vecina de Santiago que ya acudió en varias ocasiones. Es usuaria del albergue, del ropero o de las duchas de agua caliente. Asegura que tiene un poco de hambre, pero que esperará sin problema a que todos puedan empezar: "encantadísima con el servicio, es una mesa maravillosa, dan de comer sin clasificar ni apartar a nadie..." A su lado, un hombre de origen cubano que pernocta estos días en el albergue dice que no tiene mucha hambre, pero igualmente ha acudido porque "le complace ver a todos comer y que la pasen bien entre todos, como en familia" asegura.

También es la primera vez que viene a la cena de Navidad Nidia: canaria de nacimiento, se ha visto en la calle, sin nada, después de ser víctima de una estafa. "Yo regresé a finales de febrero desde Suecia y me he visto en esta situación que nunca me hubiera imaginado que me podía pasar". "Me están ayudando en el aspecto de cuidar, ayudar a sanar los traumas de toda esta experiencia... para poder reincorporarme y poder dar lo mejor de mi, porque a mi trabajar me gusta, me gusta sentirme útil" insiste. 

"aquí encontramos una segunda familia"

El salón grande del albergue Juan XXIII se queda pequeño en esta celebración de Navidad, porque no se la pierden tampoco personas que a lo mejor ya no necesitan apoyo, pero que no olvidan que en su día tuvieron aquí ayuda para seguir adelante o empezar una nueva vida. Juan Sebastián y Yoana son una pareja colombiana: ella llegó hace cuatro años con un contrato para trabajar de interna en una casa, él vino unos meses después, pero el comienzo no fue sencillo, porque no aparecía nada.  La cocina del albergue fue su tabla de salvación y "doña Mari" se convirtió en su "segunda madre".  Tras la formación que consiguió aquí, pudo acceder a un trabajo como camarero: "cada vez que tengo un espacio vengo, porque igualmente no me olvido, para mi fue muy sentimental lo que hizo por mi cuando llegué" asegura el chico. "Doña Mari nos ha ayudado muchísimo, y ahora con el bebé, también" remarca Yoana. Porque acaban de tener un hijo hace cuatro meses y claro,  a los primeros a los que han traído a enseñarlo fue a su familia del albergue.

      
             
      

Hubo años en los que, en apenas diez minutos, las bandejas del convite navideño estaban ya prácticamente vacías. No fue tan rápido en esta ocasión, pero poco quedó para recoger pasadas las nueve de la noche. En el fregadero, una voluntaria que asegura que en su casa es de las que no lava un plato, aquí está dejando brillante una de las tarteras que se usó para hacer el milagro de los panes y los peces: "hay que colaborar de cualquier manera, qué vamos a hacer! Y esta es la mejor manera después de un compartir tan hermoso. Lo importante es hacer el bien para que la gente esté feliz".

"Esto es lo que a mi me anima continuar con todo esto de la mejor manera posible" asegura María José. "Hoy voy a dormir como una Pepa!"  Más que merecido.

Patricia Iglesias

Parte de los alimentos los preparan los voluntarios en sus casas y otros, en la cocina del albergue

las necesidades no paran de crecer

700 personas pernoctaron en lo que va de año en el albergue de Juan XXIII. La cifra, desgraciadamente, es ligeramente superior a la del año pasado, no mucho, pero el caso es que no va a la baja. Al albergue no sólo acude gente a dormir: se ha incrementado mucho el número de usuarios del servicio de duchas. Más de 2.500 frente a los poco más de 2.100 del año pasado. También ha habido una subida importante en los artículos de higiene entregados, más de 6.000 frente a los algo más de 4.000 de 2023. Se nota también que la necesidad aprieta en hogares con gente menuda, porque también ha subido la entrega de artículos infantiles y específicamente, de material escolar: 552 entregas, que son 100 más que el año pasado. Porque además de a las personas sin hogar, en Juan XXIII atienden a unas 80 familias con pocos recursos de Santiago.

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