¿Son las deudas históricas que reclaman los políticos demandas de los ciudadanos en Lugo?

Los sufridos administrados asisten, a veces perplejos y en ocasiones entre el hastío y la rabia, a discusiones estériles sobre asuntos que ni les van ni les vienen

José Luis Ramudo

Lugo - Publicado el - Actualizado

3 min lectura

Aunque seguramente no debería ser así, muchas veces los ciudadanos tienen la impresión de que la vida política, ese ecosistema propio en el que viven y del que se retroalimentan de forma constante los propios partidos, no se cruza con el día a día, con las necesidades reales, de aquellos que no viven del noble ejercicio del servicio público.

Dicho de otro modo, los sufridos administrados asisten, a veces perplejos y en ocasiones entre el hastío y la rabia, a discusiones estériles sobre asuntos que ni les van ni les vienen. No es que no les afecten, o que no tengan una opinión sobre lo que pasa y sobre la postura de unos y otros, a fin de cuentas todo aquello que sucede en el lugar en el que vivimos nos implica, de un modo u otro. Simplemente, no son una prioridad para ellos. Ocupan un lugar residual, por debajo de lo secundario, en su lista de prioridades.

Estamos en plena precampaña para las elecciones autonómicas del 18 de febero. Casi sin solución continuidad, se suceden las convocatorias electorales y los partidos políticos están inmersos en una especie de campaña permanente que lleva a sus líderes y candidatos a exprimir determinados temas, manoseados hasta la extenuación, para meterle el dedo en el ojo a sus rivales políticos.

Sacan del fondo de los cajones y desempolvan lo que ellos llaman “deudas históricas”, asuntos enquistados que llevan años y años a la espera de una resolución que no termina de llegar. En ocasiones, esas iniciativas, ilusionantes en un momento dado, acaban por pudrirse sin llegar a madurar nunca. Muchos ciudadanos, al preguntarles por determinados temas, ni siquiera son capaces de recordar en qué consistía aquella idea que nunca llegó a materializarse y que los políticos, cada cierto tiempo, sacan a pasear para arrearle en los morros al candidato de otro partido.

OPOSICIÓN ENTRE ADMINISTRACIONES

Es frecuente, por otra parte, que en el fragor de la batalla, nuestros políticos confundan las instituciones donde gobiernan con las sedes de sus respectivos partidos, hasta el punto de que muchas veces desde una administración le hacen oposición a otra, con el consecuente perjuicio para el bien común, que son los intereses de los propios ciudadanos.

Estos días sacamos a la calle los micrófonos de la Cope para peguntarles a los ciudadanos qué le piden al nuevo gobierno de la Xunta de Galicia, el que saldrá de las próximas elecciones. Qué aspectos consideran prioritarios o qué necesidades debe atender de forma más perentoria. Curiosamente, ni uno de ellos nombró la Ronda Leste, el Plan Paradai o el Museo da Romanización, tres temas muy repetidos en los actos electorales de estos días.

Sin restarle importancia a esos proyectos pendientes, la gente está preocupada por lo suyo, por el día a día. Reclama medidas para sobrellevar una inflación que ahoga a las familias; mejores servicios en la zona rural, para que la gente joven vea la vida en el campo como una alternativa de futuro; infraestructuras que nos comuniquen de forma ágil y segura con el resto del mundo, con trenes propios del siglo XXI y unas autovías sin baches que parecen trincheras. Por supuesto, también, una sanidad pública lo más eficaz posible.

Asuntos, por otra parte, que deberían poner de acuerdo a todos los partidos políticos que, en un momento dado, pueden se alternativa de gobierno.

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