CATÁSTROFE
A los jóvenes españoles
Están en primera línea desde el primer minuto, no han necesitado que nadie se lo pidiera y han desmotrado que sólo necesitaban una causa justa y real para reunirse como un ejército de salvación en el barro de Valencia
Mallorca - Publicado el - Actualizado
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"Milli Vanilli" fue un dúo musical perfecto. Alcanzó el éxito total a finales de los 80. Eran temazos pegadizos que te alegraban el día, daban ganas de vivir, no como ciertas tendencias musicales de hoy que dan ganas de lo contrario.
Eran algo sorprendente, ¿de dónde habían salido? Nadie lo sabía, el alemán Rob Pilatus y el francés Fab Morvan lo tenían todo: música, coreografía, una imagen arrolladora y novedosa, lo tenían todo para convertirse en lo que fueron, un fenómeno de masas.
La industria empezó a compararles con Prince y con Michael Jackson en cuanto a potencial vendedor si seguían produciendo temas de ese nivel. Su magnetismo era indudable y eran un filón para la industria.
Si, Milli Vanilli hubieran sido perfectos de haber sido algo real. No es que fueran un holograma, ellos eran de carne y hueso por supuesto, lo que no era real era el producto final, era una ilusión porque no cantaban ellos. Su productor, el alemán Frank Farian, se inventó el producto a partir de esos dos chicos, con temas ya creados por otros grupos de los que se apropió para versionarlos con sus músicos de estudio.
Su principio era que los músicos de estudio no podían ser la imagen porque no venderían, mientras Rob y Fab no podían cantar porque no venderían. Farian era un creador, indudablemente, se inventó antes a Boney M (tampoco era la voz del bailarín la suya sino que era la del propio Farian).
Sin ninguna duda era un genio del estudio, era capaz de ver el potencial e inventarse un producto final. El éxito es el fin pero la cuestión es el cómo y eso es lo que no le importó a este pequeño Beethoven de estudio, que es como se veía. La cuestión es qué se está dispuesto a hacer y qué líneas cruzar para hacer negocio.
Aquellos chicos querían cantar pero no se lo permitieron, antes de hacerlo Farian pinchó el globo que él mismo había hinchado. Ese fulminante ascenso al cielo y descenso al infierno se llevó por delante a uno de los dos, Rob Pilatus, fallecido tras sus adicciones en 1998 a la temprana edad de 33 años. Fab Morvan rehízo sus pedacitos en los que quedaron hechos ambos por la propia industria y el público que les habían encumbrado, para rehacer su carrera musical. Fab es alguien hecho a sí mismo que hoy puede contarlo y cantarlo, porque canta y ha conseguido recuperar la memoria de aquel dúo, dignificarla, contarla bien al menos.
Hoy vivimos una era Milli Vanilli continua, la encontramos diariamente en la vida virtual, la falsa ilusión que bombardea diariamente los cerebros de los usuarios de internet y las redes sociales.
Nuestros jóvenes han crecido en la era digital bajo esa ilusión de falsa perfección y una continua exposición. Las redes sociales han colocado en el cerebro de nuestros jóvenes la ilusión. Antes los referentes eran de carne y hueso y estaban en el imaginario, se veían ocasionalmente y por más admiración que despertaran, no estaban en la mente de sus seguidores con simplemente pulsar la tecla de un teléfono viendo lo que hacían. Además de a famosos, los jóvenes crecen viendo lo que hacen los demás. Hoy esa ilusión está a un click. Demasiada distracción exterior. Tienen demasiados a quien parecerse o con quien compararse mientras buscan saber quiénes son, como en cualquier edad formativa. Una etapa compleja y fundamental.
Les hemos puesto un "teléfono inteligente" en las manos antes de desarrollarse, antes de ser capaces de entender el mundo que les iba a aparecer, les hemos privado de seguir desarrollando la relación con su entorno, con sus semejantes y en los primeros años sobre todo de lo más importante, de jugar. El juego ha sido sustituido en muchas ocasiones por la pantalla, la industria global sabe cómo criar clientes desde temprana edad y además mejor si son personas vulnerables, que vayan a comprar todo lo que convenga, jóvenes que aún no han podido asentarse sobre los pilares robustos que les deben sostener toda su vida.
"Generación de cristal".-
No se puede etiquetar a la gente, cada individuo es único en sí mismo y etiquetar es una forma de aborregar, de simplificar, de reducir al individuo a mero seguidor. Con los de antes y con los de ahora. A los jóvenes de ahora se les ha llamado de "cristal" porque se les ha atribuido mucha fragilidad, falta de determinación, resistencia, capacidad de sacrificio, se les tilda de vulnerables, hedonistas, indolentes, egoístas, de victimizarse continuamente. Es cierto que hoy en día quien no se se siente ofendido por algo parece que no es nadie, estamos en la era de los "ofendiditos", ya se sabe.
Pero los mismos que pusieron en sus manos la trampa del mundo exhibicionista, egoísta y hedonista a golpe de click, les acusan de no ser gente comprometida, de no luchar como hicieron sus ancestros. Curiosamente estos jóvenes ya han vivido un especie de peste medieval en pleno siglo XXI llena de mentiras y una catástrofe en su país en 2024 como si fuera el siglo XIX. Las riadas existen desde siempre, lo que es novedoso es que ahora sean más dañina que antes y eso tiene que ver con el falso ecologismo y "transición ecológica", que puede matar como hemos visto.
El enemigo en la era covid no estaba claro, era invisible, no entendían ni ellos ni nadie qué había que hacer porque era algo nuevo y sobre todo estuvo plagado de mentiras. En las riadas, el enemigo ya está claro y también qué se puede hacer; y ahí han aparecido como un ejército de salvación miles y miles de españoles, y miles y miles de jóvenes, con sus palas, rastrillos, cubos, con sus manos, con su entrega, su entusiasmo, su generosidad, su esfuerzo, han llevado comida, han llevado ropa, han llevado agua, lo que hiciera falta. Los jóvenes se han enfangado, demostrando que el ser humano no es tan distinto, lo son sus circunstancias y cómo han sido educados.
Los jóvenes están en primera línea de combate en cuanto han tenido una causa justa, una causa real y la oportunidad de ayudar. Y entonces el teléfono se ha convertido no en distracción sino en medio de transmisión de información, de organización, de imágenes que son tan importantes hoy para conocer la dimensión de la tragedia.
Se les había acusado y condenado por falta de compromiso, por haber crecido en una sociedad tecnológica, egocéntrica que no crearon ellos sino que les fue dada, una "sociedad de bienestar" en la que la mayoría no han conocido la necesidad como generaciones anteriores.
No les dimos convicciones sólidas pero luego les acusamos de no tener valores, de no tener entusiasmo, cuando lo único que necesitaban era una razón. Estos jóvenes, que son el futuro del país y que se han embarrado, son hoy la esperanza de una España con más autoestima en el futuro pero con el adn luchador que siempre tuvieron los españoles.
Estos jóvenes que han vivido ante la exigencia de la perfección falsa, esos jóvenes que llevaban tanto tiempo pensando que tenían que parecerse a alguien acaban de descubrir de manera cruel que la realidad es mucho más poderosa e intensa que la ilusión, que la vida no es mirarse al espejo y sí a trabajar en equipo, han aprendido a mirar dentro de ellos porque es en su propia realidad y en su propio interior donde hallarán respuestas.