Sebastià Taltavull, Obispo de Mallorca: "Vivamos la Pascua sembrando brotes de vida "

El Obispo reivindica la vida frente a "los ataques y bombardeos sobre inocentes" en lugares como Palestina, Israel, Ucrania y Rusia, y en tantos otros lugares

Domingo de Pascua

Cristina Requena

Mallorca - Publicado el - Actualizado

4 min lectura

En su mensaje de Pascua, el Obispo de Mallorca, Monseñor Sebastià Taltavull, ha reivindicado "la vida" , "la caridad" y ha pedido que vivamos una pascua prolongada en el tiempo.

La buena y mejor noticia que ha trasmudado la historia y le ha dado una nueva y definitiva orientación ha sido la Resurrección de Jesús, garantía de la nuestra, la de una humanidad salvada. Noticia que celebramos y que ha llenado de alegría todos los lugares del mundo comunicando la esperanza que perdura en el corazón de cada persona y se abre a cada pueblo. Así ha sido desde el primer momento y así quiere llegar a ser hoy, incluso allí donde la realidad es más cruda y la situación más degradada; es el mundo que cada día contemplamos, donde la cultura de la muerte atropella la dignidad humana, sobre todo de los más débiles e inocentes. ¿Cómo cantar con gozo que la luz pascual del Resucitado disipa las tinieblas y lo ilumina todo de nuevo? En la noche santa de Pascua anunciamos que esta novedad es posible.

Con la música exultante del Pregón pascual, los cristianos nos atrevemos a cantar que «la noche es clara como el día, la tiniebla es como luz para ti. Esta noche santa ahuyenta los pecados, lava las culpas, devuelve la inocencia a los caídos, la alegría a los tristes, expulsa el odio, trae la concordia, convierte las naciones». Como veis, un texto que es una declaración de amor, de reconciliación, de perdón, de alegría y de paz para toda la humanidad, incluso allí donde la violencia, la persecución y el pecado tienen tanta gente atrapada y subyugada.

Obispo de Mallorca durante la Misa de Pascua en la Catedral

Seguimos suplicando que la luz y la fuerza de la Resurrección actúen en Palestina y en Gaza, en Israel, en Ucrania, en Rusia, en Haití, en el Sudán, en Nigeria, en Nicaragua y en tantos otros lugares donde parece no haber salida y donde aún crece más el ambiente de destrucción y de muerte.

¿Qué hacer para que la luz de Cristo y el gozo pascual lleguen a todos los rincones de la humanidad, comenzando por todo lo que tenemos más cercano y cotidiano, más inhumano y conflictivo? Entonces pensamos que «es sano acordarse de los primeros cristianos y de tantos hermanos a lo largo de la historia que estuvieron cargados de alegría, llenos de coraje, incansables en el anuncio y capaces de una gran resistencia activa» (EG 263). Esta es la verdadera memoria que nos mantiene vivos y activos porque sabemos que «el entusiasmo por anunciar a Cristo deriva de la convicción de responder a esta esperanza» (EG 265).

Vivimos y actuamos porque creemos que Jesús está vivo y sabemos que «el verdadero misionero, que nunca deja de ser discípulo, sabe que Jesús camina con él, habla con él, respira con él, trabaja con él. Percibe a Jesús vivo con él en medio de la tarea misionera» (EG 266). Tenemos una palabra qué decir y muchas acciones a realizar, fruto de la confianza en la Palabra que proviene de Dios, que es viva y eficaz, y de la fuerza de la Resurrección que transforma lo más íntimo de la persona humana. Jesucristo no es solo un buen ejemplo del pasado, Él vive y por la fuerza de la resurrección es una garantía de que el bien puede vencer al mal, el amor al odio, la gracia al pecado y la vida a la muerte. Con Él siempre se puede y esta es la seguridad que tenemos, que nos mantiene firmes y fieles y que, por encima de todo, nos hace confiar.

Vivamos la Pascua sembrando brotes de vida, recuperemos la alegría del Evangelio, leámoslo, meditémoslo, descubramos en él el relato de nuestra vida y acerquémonos a Jesús, vivo, compañero de camino que nos acoge, nos mira, nos habla, nos ilumina, nos ama y nos invita a recibirlo como alimento en la Eucaristía, para que tengamos vida. Haciéndolo así y con los ojos limpios de la fe, veremos en Él muchas otras personas, de cerca y de lejos, que llevan la impronta de su presencia y piden que las miremos con la misma mirada de Jesús y las tratemos con su ternura, sus detalles y sus mismos gestos. Es el ejercicio de la caridad que no se acaba nunca. La luz de la Resurrección habrá iluminado nuestra vida. Os deseo una buena y santa Pascua prolongada en el tiempo.

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