La Escola de Salut Pública de Menorca se celebra en el Llatzeret de Maó.

La Escuela de Salud Pública de Menorca aborda el acceso a la salud y la calidad de la atención que reciben las mujeres migrantes víctimas de violencia

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Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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Trato discriminatorio y/o racista, infantilización de la paciente, juicios estereotipados... Son algunas de las situaciones que viven en España las mujeres migrantes víctimas de violencia machista, según la organización Médicos del Mundo (MdM), que esta semana imparte un curso en la Escuela de Salud Pública de Menorca. Según MdM, la atención que recibe este colectivo desde el Sistema Nacional de Salud (SNS) no siempre cumple los requisitos de aceptabilidad, es decir, una atención adaptada a las circunstancias sociales y personales de las pacientes.

En el curso ‘Aceptabilidad del Sistema Nacional de Salud: aplicación a la atención en salud de mujeres migrantes en violencias machistas’, Médicos del Mundo tiene como objetivo mejorar la aceptabilidad en la atención a mujeres migrantes en contextos de violencia machista, como son la prostitución y trata con fines de explotación sexual, la mutilación genital femenina y los matrimonios forzados. Según datos recogidos por la organización, se estima que en España hay unas 350.000 mujeres en situación de prostitución, de las cuales un 80% son extranjeras en situación de migración irregular. En cuanto a la mutilación genital, MdM atendió en 2020 a cerca de mil personas víctimas de esta práctica (721 mujeres y 216 hombres), y se estima que en nuestro país viven más de 55.000 mujeres y niñas procedentes de países donde la ablación es habitual. En España, la mutilación genital femenina está tipificada como delito de lesiones desde 2003 en el Código Penal y castigada con pena de prisión de 6 a 12 años, e inhabilitación de la patria potestad en el caso de menores

Ante esta situación, el curso de la Escuela de Salud Pública de Menorca plantea la necesidad de incorporar una mirada feminista y antirracista en la prestación de la atención sanitaria. Según una de las coordinadoras del curso, Susana Vicente, ‘los profesionales del SNS reconocen la necesidad de tener un mayor conocimiento de la realidad de las mujeres migrantes en situación de prostitución y supervivientes de mutilación genital, y mejorar sus competencias culturales. En este sentido, es central formar a los profesionales para detectar sus propios prejuicios y estereotipos e incorporar un enfoque antropológico-cultural en sus intervenciones. Igual de importante es la presencia en el SNS de mujeres migrantes mediadoras interculturales y agentes de cambio frente a las violencias de género como herramienta para la mejora de la aceptabilidad’.

Aunque la violencia de género afecta a todas las mujeres (según la OMS, un tercio de las mujeres del mundo han experimentado o experimentarán violencia física y/o sexual a lo largo de su vida), el estatus migratorio aumenta su vulnerabilidad, tanto en sus lugares de origen, como en el tránsito y en el país de destino. Esta violencia machista, en cualquiera de sus manifestaciones -física, sexual, económica o psicológica- influye en el bienestar de las mujeres y en su autoestima. Según Susana Vicente, las consecuencias más frecuentes de sufrir situaciones de violencia son la depresión, los intentos de suicidio, el trastorno por estrés postraumático, otros trastornos de estrés y ansiedad, trastornos del sueño y de los hábitos alimentarios, y trastornos psicosomáticos’. La violencia de género es, pues, un factor de riesgo para padecer enfermedades crónicas (síndromes dolorosos crónicos, síndrome de colon irritable, trastornos gastrointestinales, fibromialgia); lesiones y síntomas físicos, autopercepción de muy mala salud; obesidad severa; embarazos no deseados o enfermedades de transmisión sexual, o enfermedades relacionadas con la salud mental, como las señaladas anteriormente. Además, ser víctima de violencia de género es también un factor de riesgo que aumenta las probabilidades de abusar del alcohol y las drogas o de tener comportamientos sexuales arriesgados.

Contar con competencias culturales es imprescindible para mejorar la atención sanitaria a este colectivo. ‘En primer lugar está la barrera idiomática que dificulta la comunicación entre mujeres y personal médico/sanitario. Pero también influyen negativamente las diferentes concepciones del concepto de salud y enfermedad, los prejuicios y estereotipos en relación a la población migrante, así como las actitudes racistas y la falta de comprensión de los contextos de violencia machista’, asegura Susana Vicente.

Abordar esta situación requiere de una visión interseccional que tenga en cuenta, por una parte, el acercamiento a las comunidades y a las entidades sociales que intervienen en estos contextos; y, por otra, el cuestionamiento por parte de los profesionales sanitarios de los propios estereotipos y prejuicios, sobre todo en relación a la empatía y la escucha activa, el respeto y la confidencialidad.

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