Sin autobús a la cárcel de Logroño: 5 kilómetros andando para ir a ver a los presos

Voluntarios, presos de permiso y familiares caminan casi 3 kilómetros de ida y otros 3 de vuelta todos los días por un carril de tierra, sin iluminar y sin acera.

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La cárcel de Logroño está a unos cinco kilómetros y medio de El Espolón, son solo 11 minutos en coche, pero si no tienes permiso de conducir o no tienes tu propio coche, llegar a la prisión es toda una odisea. El transporte público que más te acerca, son las líneas 4 y 9, su última parada te deja en el Centro Comercial Parque Rioja, o si coges el 1, que te deja en Lardero. Pero a partir de ahí si quieres llegar a la prisión todo depende de la fuerza de tus piernas. “Hasta Lardero hay comunicaicón y de Lardedo a prisión la cortan, no entiendo por qué el ayuntamiento o el Gobierno de La Rioja no pone una parada más”, dice Óscar. Él fue preso en la cárcel y ahora es voluntario. Su testimonio ha quedado plasmado en una serie de capítulos de denuncia que han realizado varias asociaciones, entre ellas Cáritas.

El camino que conecta con la prisión es de tierra, es un carril sin aceras y sin iluminar, y en el que pasan los coches. De hecho, denuncian que la falta de espacio para los peatones y la falta de luminosidad aumenta gravemente el peligro de andar por ahí de noche. En verano, el sol pega tan fuerte que no todos pueden aventurarse a andar los kilómetros que les separan de la cárcel, y en invierno, bajo la lluvia, el suelo se embarra y no hay donde resguardarse. Óscar explica que su madre “tenía que venir desde Madrid y como no había comunicación no podía permitirse venir con todas las maletas, al final he llegado a estar un año entero sin poder ver a mi familia”.

Una situación que no solo afecta a los presos que salen de permiso y sus familiares, sino a los funcionarios que trabajan en el centro, las familias que van a visitar a los presos e incluso a los voluntarios que van a la prisión en busca de ayuda. Magda Liviana ha hecho ese camino cientos, sino miles, de veces. Ella es la responsable de la Pastoral Penitenciaria de la cárcel y ha contado a COPE que “es un camino que tiene hoyos, barro... Es muy difícil el acceso tanto en invierno como en verano”. Otro de los colectivos que más sufre este problema son los que cumplen las penas alternativas a la prisión porque “estas personas tienen que ir al Centro de Gesitón de Penas y muchas veces no tienen permiso de conducir y tienen que subir andando para hacer los talleres”.

Lo mismo les pasa a los que están en tercer grado y que tienen que subir todos los días a dormir a prisión, y lo hacen tarde, por la noche, en plena oscuridad porque la zona está sin iluminar. Y si no llegan a la hora pierden el derecho. La alternativa para muchos es el taxi, pero la mayoría de la población penitenciaria no puede permitírselo: “Un taxi vale 15 euros y hay muchas personas que son indigentes, que no tienen ningún ingreso. Cuando salen de permiso se cuelgan su bolda al hombro y bajan andando”.

Llevan buscando que el autobús llegue a la prisión desde 2016, casi 10 años pero al final solventan el problema como pueden, ayudando voluntariamente a los familiares y los presos. De hecho, desde Pastoral Penitenciaria “hemos subido durante años a unas abuelas para que vean a sus nietos”, pero no han recibido facilidades ni respuestas por parte de las autoridades.

De momento esperan poder reunirse con el alcalde para trabajar en las posibilidades... no es el único caso en España, de hecho, hay un precedente. En la cárcel de Palencia, donde tienen un problema parecido se consiguió un servicio de taxi a demanda para las personas que no tienen otra posibilidad.

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