MEDIOAMBIENTE

El agua es la base de la vida

El martes es el Día Forestal Mundial y el miércoles el Día Mundial del Agua

Fermín Astráin

Publicado el - Actualizado

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Esta semana que comienza hoy hay dos fechas muy señaladas para el medioambiente. Mañana, 21 de marzo, es el primer día completo del otoño en el hemisferio sur y el primero, por tanto, de la primavera en el hemisferio norte. De este modo, para marcarle carácter simultáneo en todo el mundo, los estados miembros de la Organización de Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) eligieron en 1971, esta fecha para celebrar el Día Forestal Mundial. El miércoles 22 de marzo, es el Día Mundial del Agua, que es una iniciativa de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), la UNESCO, la WWF (World Wildlife Foundation) y el Consejo Mundial del Agua, que trabajan por un gran objetivo, que no es otro que asegurarse de que todas las personas del mundo tengan acceso a agua limpia y segura para 2030. Y conseguirlo sin dañar al medio ambiente. Del recurso agua vamos hablar hoy con Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente.

¿Qué es el recurso agua? ¿Qué recursos hídricos tenemos en Navarra y cuál es su situación? ¿Cómo influirá el cambio climático en los recursos hídricos? O, ¿qué podemos hacer como sociedad y como ciudadano ante los desafíos que nos plantea el recurso agua hoy y el futuro?... son algunas de las preguntas que afrontamos con Julen Rekondo.

El Día Mundial del Agua se celebra cada 22 de marzo, con el objetivo de llamar la atención sobre la importancia de este elemento y también para defender la gestión sostenible de los recursos hídricos. El Día Mundial del Agua es una iniciativa de la ONU (Organización de las Naciones Unidas), la UNESCO, la WWF (World Wildlife Foundation) y el Consejo Mundial del Agua. Juntas, estas organizaciones trabajan por un gran objetivo, que no es otro que asegurarse de que todas las personas del mundo tengan acceso a agua limpia y segura para 2030. Y conseguirlo sin dañar al medio ambiente.

Por eso, este año 2023 el lema es “La importancia del agua”, como premisa para recordar la relevancia del agua dulce a la que todavía cerca de 2.200 millones de personas no pueden acceder.

El agua es el elemento natural más importante para el mantenimiento de todas las formas de vida en la Tierra. Es un recurso natural pero también un don de la naturaleza y un bien de interés común.

El agua es un recurso renovable pero finito. El agua no es un bien de consumo sino un patrimonio que debe ser protegido, defendido y tratado como tal.

El sistema hídrico está formado por el elemento agua y los hábitats y ecosistemas que sustenta. El agua es, por tanto, a la vez recurso y hábitat. El sistema hídrico es uno de los medios más ampliamente intervenidos y afectados por la actividad humana. Los impactos son múltiples y diversos tanto, en carácter como en magnitud, pudiendo afectar a todos los elementos que integran el sistema hídrico, hasta el punto de deteriorar irreversiblemente su calidad intrínseca o de impedir su utilización.

Como en todos los ámbitos del medio ambiente, la sociedad tiene que aspirar a realizar un uso sostenible del agua, lo que implica encontrar un punto de equilibrio entre el modelo de uso (producción de agua potable, agricultura, medio de transporte, usos recreativos -baño, navegación, pesca deportiva-), y la conservación del recurso agua y del sistema hídrico.

Para alcanzar un uso sostenible del agua, como condición previa necesaria, debe cambiarse la cultura clásica del agua, desarrollada y fomentada a través de las tesis de la sociedad de consumo tradicional y hasta ahora asumida por las entidades que han gestionado y administrado el agua desde un punto de vista antropocéntrico, matemático e hidráulico.

La nueva cultura del agua, la que necesita una comunidad para asegurar el uso y la gestión sostenible del medio hídrico es una cultura ecosistémica, que asume las interrelaciones entre todos los elementos del sistema hídrico y los gestiona de forma consciente y equilibrada a lo largo y ancho de la demarcación hidrográfica, desde la cabecera hasta el mar, para asegurar la disponibilidad del recurso agua, en condiciones de cantidad, calidad y flujo suficientes, para su aprovechamiento racional y para el mantenimiento de los hábitats y ecosistemas que sustenta.

Uno de los aspectos más novedosos de esta nueva cultura de agua viene dado por su carácter integrador de todo el ciclo del agua, tanto en términos de tipos de agua (continental superficial y subterránea, estuáricas y costeras) como en términos de funcionalidad ecosistémica o de ámbito de gestión, al introducir el concepto de demarcación hidrográfica que supera el concepto clásico de cuenca hidrográfica.

En las últimas décadas el indiscriminado desarrollo socioeconómico ha incrementado los tradicionales usos del río generando importantes afecciones que han desembocado en considerables impactos y han degradado los ecosistemas fluviales. A esta situación se ha llegado por el modelo de gestión que ha gobernado las políticas del agua y que ha primado más la explotación que la conservación del medio hídrico.

Este año se cumplen 23 años de la entrada en vigor de la Directiva Marco del Agua (DMA), que supuso un hito fundamental para la salvaguarda de los ecosistemas acuáticos de la Unión Europea. La citada directiva define y promueve la adopción de una nueva cultura del agua basada en su consideración dual como recurso natural y como hábitat. Sus planteamientos están haciendo cambiar la gestión del agua en Europa y en Navarra.

La DMA surge como respuesta a la necesidad de unificar las actuaciones en materia de gestión de agua y así hacer frente a la creciente presión a las que están sometidas las aguas de la Unión Europea por el continuo crecimiento de la demanda de agua de buena calidad y en cantidades suficientes para todos los usos.

En este sentido, la DMA ha cambiado los tradicionales enfoques de “oferta” sustentada sobre la base de grandes infraestructuras hidráulicas, por estrategias de “gestión de la demanda” y de “conservación” y “restauración” del recurso y sus ecosistemas continentales, estuarios y litorales.

La sociedad siente con enorme preocupación los efectos de la gestión del agua, especialmente en momentos de sequías e inundaciones, pero muchas veces sin tener en cuenta la contaminación que generamos en los cursos de agua. Y, para ello, es fundamental “empapar” a la sociedad con la llamada Nueva Cultura del Agua, que nos asegure un uso sostenible de la misma y resiliencia frente a los impactos que nos está ocasionando y ocasionará la crisis climática. Los recursos hídricos se reducirán de forma importante con el cambio climático, y en consecuencia la gestión del agua debe continuar con los esfuerzos de reducción del consumo, así como todos los usos deben adaptar su tamaño a los recursos disponibles. La restauración de los ríos y los ecosistemas hídricos deben ser una prioridad para que uno de los valores de nuestra sociedad vuelva a ser “el agua es vida”.

Este planteamiento invita a reflexionar sobre la necesidad de una gestión y uso sostenible del más preciado recurso natural, de manera que tratemos de alcanzar un grado de equilibro entre los usos económico-productivos y los valores intangibles, simbólicos, culturales, lúdicos, emotivos, sensoriales y, por supuesto, los valores ambientales del agua.

En el caso de Navarra, la disposición y distribución de recursos hídricos varía sensiblemente de forma geográfica y estacional. Y la crisis climática, va a complicar mucho más la situación, y se le acusa de estar en el origen de las sequías más frecuentes. También ha intensificado las inundaciones, con los impactos que ocasionan desde el punto de vista social, económico y medioambiental.

El último informe del Panel Intergubernamental del Cambio Climático (IPPC) prevé que la temperatura de media del planeta ascenderá entre 1,8 y 4ºC para el año 2100 (tomando como referencia la temperatura media del período 1980-2000), y aumentarán los fenómenos meteorológicos extremos, como sequías e inundaciones, entre otras cuestiones.

Estas y otras consecuencias también afectarán a los recursos hídricos de Europa, que interactúan, a su vez, en un amplio espectro de ámbitos: económico, social, político…De este modo, el agua resulta vital para la salud pública, el medio ambiente, la biodiversidad, la industria y la navegación.

Navarra no es ajena a esta situación. Es por ello por lo que resulta necesario adaptar la gestión de los recursos hídricos a los impactos esperados en el futuro. Las consecuencias del aumento global de las temperaturas sobre los recursos hídricos no sólo se refieren al espectro puramente meteorológico, sino que también afectarán a la calidad del agua.

A la hora de arbitrar una estrategia de respuesta, es fundamental acentuar las políticas de mitigación y adaptación, que son los dos pilares en que se basa la lucha contra el cambio climático. Pero, también, el ciclo integral del agua urbana debe continuar con los esfuerzos de reducción del consumo, el regadío debe adaptar su tamaño a los recursos disponibles y todos los usos tienen que reducir radicalmente la contaminación que vierten a las aguas; la aplicación de métodos para reducción de pérdidas en los sistemas de aguas aplicables por parte, tanto de las empresas gestoras, como de los usuarios; la mejora de la depuración de las aguas y la aplicación de técnicas de drenaje urbano sostenible que naturalicen nuestras ciudades y municipios que nos hagan más resilientes frente a las inundaciones.

Avanzar en estos aspectos de la gestión del agua, será clave para hacer un uso sostenible de los recursos hídricos ante los impactos que ocasionará el cambio climático. En este sentido, la solución no puede venir de continuar haciendo más de lo mismo.

Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente