MEDIO AMBIENTE

¿Por qué no están llegando las grullas a Pamplona?

Julen Rekondo, químico y experto en temas medio ambientales, nos da las razones de que las aves no hayan llegado

Alberto Sanz

Pamplona - Publicado el - Actualizado

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En la última semana del mes de octubre y primeros días de noviembre las grullas comunes (Grus grus) efectúan su migración hacia la península Ibérica y el norte de África, aunque lo pueden hacer antes, a primeros de octubre. La ruta que siguen invariablemente es una ancha banda de unos cientos de kilómetros que atraviesa Europa, alcanzando la península Ibérica por el Pirineo occidental. Una V formada por grandes aves, volando a gran altura, con el cuello estirado, con pesadas y amplias batidas de alas y con un “kru-kru-kru” incesante, denota el primer bando de grullas.

Pero este fascinante viaje desde el Norte de Europa y cuyo destino es la península Ibérica y el norte de África, se inicia a finales de septiembre, cuando los vientos fríos del norte del Viejo Continente anuncian el otoño y las primeras nieves. Una vez que las primeras grullas crucen los Pirineos por Navarra, se dirigirán a la laguna de Gallocanta (entre Zaragoza y Teruel), aunque previamente no pocas grullas descansan en la balsa de Zolina. Así, por ejemplo, en los primeros días de noviembre del año pasado, cientos de ejemplares de grullas descansaron en los terrenos que rodean a la balsa de Ezkoriz, entre Zolina y Badostáin.

Por la laguna aragonesa de Gallocanta pasarán, en algún momento, casi todas las 200.000 grullas que hacen la invernada en España y Marruecos. Desde allí se irán distribuyendo en bandadas por las dehesas del suroeste peninsular. Entre el 45% y el 50% de todas las grullas de Europa Occidental eligen las dehesas extremeñas para pasar los meses de invierno. El resto de las grullas que entran en la península se reparten entre los Parques nacionales de Castilla-La Mancha de Las Tablas de Daimiel y Cabañeros, y más hacia el sur, en La Janda en Cádiz y otras prosiguen su viaje a las regiones costeras del norte de África vía Marruecos, donde una de las poblaciones invernantes más importantes se encuentra en la desembocadura del río Massa. La invernada de la grulla común se ha convertido en uno de los grandes atractivos turísticos de las zonas citadas, que durante los meses de invierno acogen a miles de ejemplares de estas aves que llegan a la península ibérica desde el norte de Europa.

Los bandos de grullas cruzando los cielos plomizos de noviembre con sus características formaciones en uve y su inconfundible reclamo, un canto profundo que les valió su nombre científico (Grus grus), anuncian desde siempre el tránsito del otoño en la península ibérica.

Aunque también captura lombrices, insectos y caracoles, las grullas son básicamente vegetarianas, alimentándose por lo general de granos, semillas, raíces y bulbos. Aunque su manjar favorito son las bellotas, que durante estos días cubren los suelos de las dehesas extremeñas y andaluzas, de ahí su querencia natural a pasar el invierno en ellas.

Pero este año todavía no se les ha visto a las grullas en los cielos de Navarra. Diversos expertos en ornitología consideran que el retraso de las grullas en llegar a la península Ibérica puede que se deba a los cambios que está experimentando el clima, tanto en España como en el resto de Europa. Según el ornitólogo José Antonio Román, coordinador del censo nacional de grullas y autor de la monografía La grulla común, la mayor parte de las grullas deberían estar estos días picoteando bellotas en las dehesas del suroeste español, pero permanecen en el parque nacional de Hortobág y en Hungría, donde se estima que hay alrededor de 200.000 ejemplares. El resto, otras 100.000 más, parecen cómodamente instaladas en los humedales y los bosques abiertos de Polonia, Alemania y el noroeste de Francia. “La abundancia de alimento y las buenas condiciones meteorológicas las estén disuadiendo de obedecer a su calendario fenológico.

Por comunidades, Extremadura acoge a más de la mitad de los ejemplares, alrededor de 132.000 el año pasado, seguida de Aragón, que con casi el 20% del total y más de 50.000 ejemplares tiene en la Reserva Natural de Gallocanta una de las principales áreas de servicio donde estas aves paran y descansan durante sus desplazamientos. Le siguen Castilla-La Mancha con el 18% (46.000 grullas), Andalucía con el 6% y casi 15.000, Castilla y León con el 3% (7.000) y Navarra con 3.800 (1,4%). Los científicos denominan bioindicadores aquellas especies que con sus cambios de comportamiento están señalando una alteración de las condiciones de vida de sus ecosistemas. En el caso de las especies migratorias que adelantan, retrasan o incluso suspenden sus desplazamientos, como las grullas, se trata de uno de los mejores indicadores del cambio climático y de los mecanismos de adaptación que está desencadenando en la naturaleza.