MEDIOAMBIENTE

Presencia de las carabelas portuguesas en el Cantábrico

Julen Rekondo analiza las diferencias entre las medusas y las carabelas portuguesas

Fermín Astráin

Publicado el - Actualizado

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Este verano nos hemos encontrado en la costa del Cantábrico con la aparición de la temida “carabela portuguesa”. Con dicho motivo, algunas de las playas vascas o de Cantabria se han cerrado y ha habido también picaduras, que son mucho más dolorosas que las de las medusas. Hoy vamos a hablar con Julen Rekondo, sobre como llegan a las costas del norte peninsular, que diferencias tienen con las llamadas medusas, qué podemos hacer cuando hay picaduras de las carabelas portuguesas y un montón de cosas más.

Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente

El viento es el principal responsable de la llegada de las carabelas portuguesas a las costas del cantábrico, mientras que una mayor temperatura del agua del mar fomenta su proliferación

La carabela portuguesa con su imponente 'vela'

atemoriza este verano a los bañistas del norte peninsular, casi como si fuera la aleta de un tiburón. Aunque no son los únicos organismos gelatinosos que podemos ver en las playas del Cantábrico. La mayoría

aparecen por aquí con muy baja frecuencia y en pequeñas cantidades y la más común es la Aurelia ('Aurelia aurita'), catalogada como de muy baja peligrosidad. Según los expertos en esta materia, la carabela portuguesa es el único organismo problemático que, a día de hoy, está amenazando a las playas del norte peninsular. No debe sorprendernos que aparezca todos los años por aquí y generalmente en época estival. Puede que algunos veranos no llegue a nuestras aguas o que se acerque un número muy bajo de individuos, pero también puede darse el caso de que lo haga por miles, como sucedió en 2010, con más de 3.500 individuos localizados durante los meses de más calor.

¿Cómo nos llegan?

Varios estudios sobre la deriva de la carabela portuguesa junto al uso de pequeñas boyas de deriva superficiales “muestran que el inicio del viaje de las que nos están llegando se localiza en aguas abiertas del océano Atlántico Norte, en lo que denominamos Giro Subtropical. Asumiendo que la reproducción de la carabela portuguesa tiene lugar entre el verano y el otoño (no se descarta que suceda en otras épocas del año), al ser un organismo que vive en la interfaz atmósfera-océano. Es decir, en la superficie del agua, se puede decir sin equivocarnos que el motor de su movimiento va a ser directa o indirectamente el viento”.

Solo en algunas zonas muy concretas donde la marea tiene un protagonismo destacado, como el Canal de la Mancha, la corriente causada por la marea también será fundamental en la deriva de la carabela portuguesa. E igualmente en las áreas costeras donde desembocan los grandes ríos, por el flujo de agua saliente. Pero en general, en aguas abiertas, en opinión de los expertos, se puede decir, que el viento puede llegar a explicar un elevado porcentaje de la deriva de las carabelas. Los vientos asociados a las borrascas que atraviesan el Atlántico Norte de oeste a este a partir de otoño e invierno provocan que en determinados años la carabela derive del océano abierto al Golfo de Vizcaya”.

El viaje de la carabela

Las carabelas, impulsadas por los vientos de estos últimos meses, es posible que hayan recorrido más de 10.000 kilómetros hasta llegar a nuestras costas, según estimaciones de los expertos del Centro de Ciencia y Tecnología Marina y Alimentaria AZTI de Euskadi. Solo en un mes pueden viajar más de 500 kilómetros, en función de la intensidad del viento. En este trepidante viaje, las carabelas han pasado de aguas oceánicas del Atlántico Norte al golfo de Vizcaya, el cual es una zona de retención para todo aquello que está flotando en la superficie del mar. Por así decirlo, el Golfo de Vizcaya es como un contenedor que todo lo que aquí entra es difícil, aunque no imposible, que vuelva a salir al océano abierto.

Además, la carabela, al igual que pasa con la velella, es un organismo dimórfico; es decir, existen dos formas: zurdas y diestras. Las carabelas zurdas navegan en una dirección a la derecha de la dirección del viento, mientras que las diestras lo hacen a la izquierda. No obstante, cada organismo es un mundo y la navegación depende mucho de si la carabela lleva o no presas entre sus tentáculos. La parte flotante que queda fuera del agua termina en una especie de vela y recuerda a las embarcaciones ligeras usadas en viajes oceánicos en los siglos XV y XVI por Portugal y España. “Teniendo en cuenta que la deriva de las carabelas diestras y zurdas ante un mismo viento es diferente, este organismo colonial puede llegar a afectar a dos zonas muy separadas entre sí, como podrían ser las Islas Canarias y el Golfo de Vizcaya. Podríamos decir que son perfectos veleros, si no fuese porque suelen terminar varados en la costa, donde finalizan su vida”, según Luis Ferrer, experto del Centro de Ciencia y Tecnología Marina y Alimentaria AZTI.

Se han encontrado estos días en las playas de Donostia carabelas con una vela flotante de unos 3 o 4 centímetros, señala Ferrer, posible indicativo de que en esta pasada primavera pudo haber un pico de reproducción. Lo normal en esta época del año es que los ejemplares tengan ya un flotador bien visible de entre 10 y 15 centímetros. “Por tanto, es necesario extremar la precaución tanto si estamos dentro del agua como si estamos sobre la arena mojada, ya que estas carabelas pequeñas podrían estar mezcladas con algas y basura marina y ser difíciles de detectar”.

¿Por qué decimos que la carabela es una falsa medusa?

Explica Urtzi Goiti, profesor del Departamento de Zoología y Biología Celular Animal de la Universidad del País Vasco, viene a decir la carabela se diferencia de las medusas auténticas en que no es un único individuo, sino una comunidad: “Se trata de un hidrozoo colonial formado por diferentes tipos de zooides; unos se encargan de la reproducción, otros de la captura y digestión de las presas, y otros forman la característica vela de flotación”.

Tanto las medusas como la carabela pertenecen al filo Cnidaria, por lo que están emparentadas. Dentro del ciclo vital de los cnidarios se diferencian dos fases, la forma polipoide y la medusoide, explica el profesor: “cuando es pólipo, vive sujeta a un sustrato y no se desplaza, y se suele reproducir asexualmente; mientras que en la fase de medusa, la típica con forma de paraguas, es móvil y se encarga de la reproducción sexual”. Todos comparten una característica que da nombre al filo: células urticantes que contienen una estructura adaptada a inocular el veneno paralizante con el cual capturan a sus presas.

¿Influye que el Cantábrico esté 4º más caliente de lo habitual?

La temperatura del agua superficial del mar en las zonas marítimas que rodean España fue en 2022 la más alta desde, al menos, 1940 (se llegaron a rozar los 30ºC en el mar Balear los días 11 y 12 de agosto). En cuanto a este año, nunca había estado tan caliente a principios de junio desde que hay registros, advierten en AEMET: En varios puntos del Mediterráneo y Canarias alcanzan valores entre 2,5 y 3,5ºC por encima de lo normal, pero en el Cantábrico la anomalía es todavía más apabullante: las aguas están en el norte hasta 4ºC más elevadas de lo habitual para estas fechas (y podría llegar a ser de 5ºC). La primera semana de junio, nuestro mar alcanzó los 20ºC, un récord histórico para ese mes. Estos días se encuentra a 22ºC.

Pese a esto, la llegada de la carabela no parece tener mucho que ver con este aumento de temperatura de nuestras aguas. Urtzi Goiti explica que los cnidarios (animales simples que viven en el medio acuático, sobre todo marino, como medusas, pólipos, corales, anémonas...) son generalmente más abundantes en aguas cálidas de zonas tropicales y subtropicales, “siendo esto aplicable al caso de las carabelas, que habitan regularmente las aguas de latitudes más meridionales. La llegada de las poblaciones de este hidrozoo a las costas cantábricas se debe a cambios en los vientos y corrientes marinas que han arrastrado a estos seres hasta nuestras costas. Los cnidarios carecen de células musculares, pero pueden realizar pequeñas contracciones con células epiteliales, el característico lento movimiento de las medusas. Es por lo que no pueden 'escapar' de las corrientes marinas en las que se encuentran inmersas y a su merced”.

Añade el experto que el que en nuestras playas el agua esté a mayor temperatura no es siempre debido a estas grandes corrientes de zonas más cálidas y, por tanto, no siempre más calor en el agua acarreará la llegada de carabelas. “Aun así, si los mares a nivel global siguen calentándose, tanto la mayor temperatura como los cambios que esto conlleva en las grandes corrientes oceánicas pueden derivar en una mayor proliferación y frecuencia de llegada de este y otros cnidarios”.

Mantengamos la calma

¿Y si nos rodean las carabelas mientras nadamos?

Luis Ferrer (AZTI): “Aunque esto parece más el guion de una película de terror, no descartemos que puede pasar. Sería aconsejable que aquellas personas que practiquen la natación estos días en zonas alejadas a la orilla se informasen de la situación de nuestras playas y, por supuesto, llevar siempre una boya de natación, que nos va a servir como elemento de visibilidad. Además, como siempre permanece a flote, podemos utilizarlo como apoyo cuando estemos cansados, si tenemos un calambre o si sufrimos la picadura de una carabela. Solo es necesario encontrarse con una carabela portuguesa para que las picaduras en nuestro cuerpo nos hagan pasar un mal trago”.

Ante esta situación lo recomendable, incide Ferrer, es mantener siempre la calma, aguantar como se pueda el dolor que nos haya ocasionado la picadura de la carabela, y avisar a alguien si vamos con compañía o vemos alguna embarcación cercana. Si estamos solos, debemos intentar mover el cuerpo para que los tentáculos que posiblemente nos haya dejado la carabela se caigan de nuestra piel. “Y tras comprobar que no tenemos pegado ninguno y después de un pequeño periodo de calma, emprender de nuevo la natación hacia la orilla para recibir asistencia médica lo antes posible”.

En este sentido, “estos días de presencia de carabelas portuguesas es muy recomendable no nadar muy alejado de la orilla y, por supuesto, no bañarse cuando las condiciones de luz no sean las adecuadas para detectar a estos organismos sobre la superficie del mar o sobre la arena mojada”.

Nos ha picado. ¿Qué hacemos?

El profesor Urtzi Goiti de la Universidad del País Vasco desvela la mejor manera de tratar una picadura de carabela, la más dolorosa y peligrosa (provoca escozor y picor y hasta fiebre y vómitos a personas alérgicas), aunque también aplicable a cualquier medusa. Lo primero es salir del agua tranquilamente para evitar ahogamientos, y una vez fuera limpiar la zona afectada con agua salada abundantemente, nunca con agua dulce, vinagre, amoniaco u orina, líquidos que aumentan la inoculación y la absorción del veneno. “A continuación, deberíamos retirar cualquier resto de tentáculos adheridos tanto a la piel como al bañador, ya que estos continúan activos incluso durante días. Por último, acudiremos al puesto de socorro o al centro sanitario más cercano, sobre todo si notamos síntomas respiratorios o cardíacos que pueden aparecer en ciertos casos”.

Tradicionalmente se recomendaba, y se sigue haciendo, el uso de hielo, argumentando que este ayuda a bajar la inflamación causada por la toxina, “pero existen estudios que aconsejan hacer lo contrario; es decir, sumergir la zona afectada en agua caliente, ya que los componentes del veneno no resisten temperaturas más altas”.

Añade Goiti que este debate sobre el uso del frío o el calor, incluso el del empleo del vinagre, sigue abierto, especialmente en zonas con gran abundancia de medusas y donde las picaduras son muy frecuentes, como en ciertas costas de Australia, donde se hallan dos de las medusas más peligrosas del mundo.

Hablamos de la 'Medusa Irukandji', que con menos de un centímetro puede causar una enorme variedad de síntomas (dolores de cabeza, vómitos, ansiedad, hipertensión y, en casos extremos, hemorragia cerebral mortal) y la 'Avispa de mar' o 'Medusa de caja australiana' ('Chironex fleckeri'), que inocula un veneno que puede provocar un paro cardíaco en cuestión de minutos; su contacto es tan doloroso, que muchas víctimas entran en shock y se ahogan o mueren de insuficiencia cardiaca antes de llegar a la orilla. Tranquilos, solo en Australia.