HISTORIA

Yehudah Halevi, poeta tudelano, la conexión entre el origen del sionismo y Navarra

El poeta Yehudah Halevi nació a finales del siglo XII en Tudela, aunque se marchó posteriormente a lo que hoy es Andalucía para seguir creciendo

Fermín Astráin

Publicado el - Actualizado

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Jaime Aznar, historiador y doctor en arqueología moderna, explica la conexión del origen del sionismo con Navarra en la figura del poeta navarro Yehudah Halevi. En sus escritos de finales del siglo XII y principios del XIII ya deja bien marcado el anhelo de volver a Oriente Próximo para “volver” a la Tierra Prometida. De hecho, explica Jaime Aznar, este anhelo no sólo se plasma en su obra, sino que también lo hace en sus actos. Y es que se marcha a Oriente, aunque finalmente no puede pasar de Egipto.

El movimiento político sionista nace ya a finales del siglo XIX, es Theodor Herzl el principal actor. Sin embargo, este anhelo siempre estuvo presente en la tradición hebrea, aunque ligado fundamentalmente al ámbito religioso. Pero, como vemos en el caso de este poeta tudelano, otros antes Theodor Herzl habían escrito a cerca de la necesidad de regresar a Oriente para construir un espacio seguro.

El historiador Jaime Aznar explica quién era Yehudah Halevi.

Yehudah Halevi nació en la Judería Vieja de Tudela entre los años 1070 y 1075. Pertenecía a una familia acomodada cuya posición social le proporcionó una amplia formación. Pasó su juventud en Córdoba, donde frecuentaba los ambientes intelectuales judíos. Fue en esta época cuando empezó a escribir poesía. Llevado por una sincera admiración, compuso unos versos en homenaje al autor Moshé ibn Ezra (1058-1138). Cuando éste leyó el poema dedicado por Halevi, se percató de su potencial y lo invitó a Granada. En aquella ciudad desarrolló su talento bajo la atenta mirada de ibn Ezra.

Al igual que muchos otros hebreos, Halevi buscó refugio en Toledo tras la irrupción almorávide. Allí subsistió practicando la medicina pero también escribió el Diván, una colección de poemas que se ha conservado parcialmente. Tiempo después regresó a Córdoba, donde escribió una de sus obras más célebres: el Cuzary. Al mismo tiempo Halevi había desarrollado una especial sensibilidad por la suerte de los judíos sefardíes. Convencido de la necesidad de retornar a la tierra de sus antepasados, abandonó la Península. Embarcó con destino a Egipto, arribando a las costas alejandrinas en 1140. Fue muy bien recibido por la comunidad judía de local aunque murió poco tiempo después, hacia 1141.

A pesar de su intención inicial parece que permaneció Egipto, si bien otras fuentes lo sitúan en Palestina. Existe una explicación legendaria sobre la muerte de Halevi que el talmudista Gedaliah ibn Yahya (1515-1587) popularizó en el siglo XVI. Según dicha fuente el poeta tudelano salió de Egipto hacia Jerusalén, que por entonces estaba en manos de los cruzados, pero fue asesinado a las puertas de la ciudad por un árabe. Esta creencia venía de antiguo estaba pues Benjamín de Tudela (1130-1173) creyó haber identificado la tumba de Halevi en Tiberiades, durante su famoso viaje.

Fue en la última etapa de su vida cuando nuestro autor planteó la idea de volver a la “casa paterna”. Gracias a un estilo que combinaba la introspección profana e invocaciones litúrgicas, supo dar voz a los anhelos de la diáspora sefardí: “Mi corazón está en Oriente, y yo en los confines de Occidente (...) ¿Cómo puedo cumplir mis votos y mis promesas, si sigue Sión bajo el poder de Edom y yo sometido a los árabes? ¡Qué fácil sería para mí abandonar todo bien de Sefarad! ¡Qué maravilloso contemplar las ruinas del Santuario destruido!”. Las referencias a la antigua capital de los israelitas suponía un refuerzo emocional de su discurso, al tiempo que esbozaba el padecimiento bajo autoridades cristianas y musulmanas. En los llamados poemas del mar, manejaba conceptos que tenían una doble lectura. El cruce de la frontera hacía referencia a la vida y la muerte, pero también a la emigración que él mismo iba a afrontar. Por todo ello es considerado el primer poeta siónida. Este apelativo proviene de Sión, nombre de la fortaleza que se encontraba en Jerusalén. El libro segundo de Samuel (5:7) dice: “Pero David tomó la fortaleza de Sión, que es la ciudad de David”. A modo de metonimia se convirtió en sinónimo de Jerusalén y de todo Israel, pues los judíos nunca utilizaron el gentilicio de Palestina. Las alusiones a Sión y Jerusalén eran muy frecuentes en la liturgia hebraica medieval. Actualmente una plaza recuerda a Halevi en el casco histórico de Tudela, donde se pueden leer algunos de sus versos sobre placas de azulejo.

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