LENGUAJE

Esta es la forma habitual de comunicarnos que "va en sentido contrario al lenguaje políticamente correcto"

El catedrático de Lengua y académico de la RAE Manuel Casado pone varios ejemplos que utilizamos a diario

Fermín Astráin

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La práctica de acortar las palabras en el ámbito médico responde a la necesidad de facilitar la comunicación entre los profesionales de la salud, sobre todo en situaciones de urgencia donde cada segundo cuenta. Los términos médicos suelen ser largos y técnicos, lo que, aunque aporta precisión, también puede retrasar la comprensión si se usa en todo momento. Al crear acrónimos o abreviaciones, como ECG (electrocardiograma) o PCR (proteína C reactiva), los profesionales logran intercambiar información clave de manera rápida y precisa, ayudando a reducir la posibilidad de errores en diagnósticos o tratamientos.

Además de agilizar la comunicación oral, las abreviaciones médicas permiten una mayor eficiencia en la documentación clínica, donde cada detalle debe quedar registrado. En historias clínicas, órdenes médicas y reportes de laboratorio, el uso de abreviaturas como TA para tensión arterial o Hb para hemoglobina hace que el registro de datos sea más ágil y ocupa menos espacio en formularios y sistemas digitales. Este recurso es clave para gestionar grandes volúmenes de información en hospitales y clínicas, evitando la saturación en los registros y permitiendo un acceso más rápido a la información esencial para el cuidado del paciente.

Por otro lado, las palabras de origen griego son fundamentales en la terminología médica, ya que los antiguos griegos sentaron las bases de la medicina científica. Esta influencia sigue viva en términos que usamos hoy en día para describir enfermedades, partes del cuerpo y procedimientos. Por ejemplo, cardio- proviene del griego "kardia," que significa "corazón", y se emplea en palabras como "cardiología" (el estudio del corazón) y "cardiólogo". Otro caso es neuro-, de "neuron", que significa "nervio", y que encontramos en términos como "neurología" o "neurocirugía". La raíz hemo- (sangre) en palabras como "hemorragia" o "hematoma" también muestra cómo los términos griegos ayudan a construir un vocabulario universal y preciso en la medicina.

El catedrático de Lengua Española y académico de la RAE Manuel Casado cita a Margarita Yourcenar para no pensar que el griego sólo sirve para nombrar enfermedades raras o para construir palabras largas. “Margarita Yourcenar dijo, en la memoria de Adriano, que casi todo lo que los hombres han dicho de mejor, lo han dicho en griego”.

Por lo general, estas especialidades suelen definirse con nombres largos que acortamos para entendernos mejor: neurología, hematología, cardiología, otorrinolaringología... Manuel Casado indica varios de estos casos. Ha indicado, además, que "todo el lenguaje políticamente correcto va en el sentido contrario, en emplear palabras o expresiones difíciles de entender". E insiste en que sería bueno no perder el origen de las palabras, por muchos acrónimos que se utilicen.