MEDIOAMBIENTE

Premio de Medioambiente explica el problema de las inundaciones y precipitaciones intensas: "Población expuesta al peligro"

Cada vez más áreas urbanas viven bajo el peligro de las tormentas intensas que arrasan importantes zonas en nuestros municipios

El río Arga pasa desbordado por Pamplona.
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Entrevista Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente

Alberto Sanz

Pamplona - Publicado el

7 min lectura

Cada vez más áreas urbanas viven bajo el peligro de las tormentas intensas que arrasan importantes zonas en nuestros municipios. Hemos visto a mediados de septiembre como la borrasca Boris inundaba Europa central causando 25 muertos e importantes daños, y el fin de semana 21 y 22 de septiembre fuertes tormentas producían inundaciones en algunos municipios navarros como Auza y Lezaun, y la Autovía de la Sakana estuvo cortada en sentido contrario a Pamplona por acumulación de agua. Los expertos advierten que hay que aplicar las estrategias adecuadas para reducir el riesgo. De ello hablamos hoy con Julen Rekondo, experto en temas ambientales y Premio Nacional de Medio Ambiente.

Las precipitaciones violentas de la borrasca Boris inundaron Europa central del 12 al 15 de septiembre, causando más de 25 muertes e importantes daños. Al llegar a Italia causaron dos desaparecidos y otros 1.000 evacuados.

Un estudio de atribución realizado por el grupo científico World Weather Attribution viene a decir que el cambio climático duplicó la probabilidad e intensificó las fuertes lluvias que provocaron esas devastadoras inundaciones en Europa central.

En lo que respecta a Navarra, cabe reseñar, aunque no con los efectos tan catastróficos de la borrasca Boris, las fuertes tormentas del fin de semana 21 y 22 de septiembre que causaron desbordamientos de ríos y cortes de carretera, e inundaciones en varios municipios, y la Autovía de Sakana estuvo cortada en sentido Pamplona por acumulaciones de agua y desbordamiento del río.

España sabe bien cómo golpean las inundaciones. Sin ir más lejos, es el desastre natural más costoso y mortal –si no se cuentan las olas de calor–. La realidad climática obliga a España a adaptar su territorio, especialmente vulnerable por estar superurbanizado, al incremento de inundaciones súbitas que causan las lluvias cada vez más fuertes generadas por el calentamiento global.

Los últimos informes del Panel Intergubernamental de Expertos sobre el Cambio Climático de Naciones Unidas (IPCC) vienen a decir que el calentamiento global del planeta no es solo una de las manifestaciones del cambio climático con el aumento constante de las temperaturas, sino que debido a ello lleva aparejado un incremento de la intensidad y frecuencias de fenómenos meteorológicos extremos que ya se están dando, y en el que es obligado referirse a episodios de lluvias torrenciales, tormentas extremas, borrascas e inundaciones.

¿Cómo parar o, al menos aliviar, una avenida de agua a toda velocidad? ¿Cómo minimizar los daños?

El Centro Conjunto de Investigación de la UE (JRC) señala varias maneras: las áreas de retención, los diques y a recolocación de personas.

Las áreas de retención cerca de los cursos pueden ser inundadas de manera controlada cuando el caudal del río llega a niveles críticos –así evita la avenida enloquecida cuando se desborda–. Así un parque fluvial amplio, más o menos diáfano y llano amansa la inundación. Los técnicos del JRC calculan que cada euro invertido en esta infraestructura ahorra entre 2 y 3 euros en daños. “Entre un 41% y un 68% en destrucción económica” y entre un 41% y 65% de población expuesta al peligro.

Además, unos Sistemas Urbanos de Drenaje (como pavimentos permeables, jardines de lluvia y sumideros filtrantes) pueden captar las aguas pluviales para evitar la escorrentía, que es esa agua de lluvia que no absorbe el terreno y forma esos ríos en las calzadas que arrastran coches y personas en episodios de tormentas violentas.

Esto, de alguna manera, es lo que se está haciendo en Burlada, a través del Proyecto Nogalera 25 para mitigar los efectos de las inundaciones.

El proyecto Nogalera 25 supone una actuación preventiva de gran calado para reducir las avenidas, que se han ido produciendo con más periodicidad e intensidad en las últimas décadas. Entre los principales objetivos del proyecto está la recuperación del ecosistema dando espacio al río y renaturalizando su margen derecha mediante el desplazamiento de la mota. Un retranqueo de la mota cuya actuación supondrá la creación de una superficie de terreno libre e inundable de más de 25.000 metros cuadrados, que será repoblada con especies autóctonas”. De esta forma, “se optimizará la capacidad de drenaje del terreno y se disminuirá la presión sobre el cauce del río, lo que sentará las bases de una ciudad resiliente y comprometida con el medio natural”.

Reforzar los diques, aumentando su altura, “puede resultar eficiente”, explican las conclusiones del JRC, aunque el beneficio difiere bastante por países y en España, señalan, ronda solo el 6% (en Luxemburgo supera el 80%). “Hay que tener en consideración –añaden– que elevar los diques puede tener consecuencias negativas ambientales y sociales ya que puede elevar la magnitud de la corriente aguas abajo, con lo que se incrementa el peligro y los riesgos en esas zonas.

Relocalizar a la población es una medida de “último recurso, ya que genera altos costes [hay que proporcionar a los afectados nuevas viviendas] y tiene una baja aceptación social”. Con todo, el estudio marca que entre los pocos países en los que esta relocalización puede ser económicamente efectiva está España, lo que indica, subrayan, “que los costes de las inundaciones pueden llegar a ser igual de altos que construir nuevas casas”.

También conviene recordar que la magnitud y los efectos de las inundaciones y lluvias torrenciales no solo dependen de aspectos meteorológicos agravados por el cambio climático, sino que tienen también mucho que ver con las características propias del terreno, cómo son los tipos y usos del suelo, el tipo y la distribución de la vegetación, las características de la red de drenaje, la magnitud de las pendientes de la cuenca, la cobertura forestal, obras realizadas en los cauces, la gestión urbanística y un sinfín de cuestiones más.

De esta manera, no en pocos lugares, se ha ocupado y alterado el espacio fluvial, se han transformado los cursos fluviales, se ha eliminado la vegetación de ribera, se han limpiado y canalizado los ríos, se han ocupado las zonas inundables por edificaciones de todo tipo y se han cometido muchos desmanes más, además de culpar al río de las inundaciones y desbordamientos, y arbitrar soluciones falsas y medidas contraproducentes que solo sirven para gastar dinero.

Por otra parte, las ciudades y municipios son cada vez más vulnerables ante el aumento de las tormentas intensas, ya que sus superficies están selladas debido al exceso de urbanización que lleva a un aumento de las áreas urbanas afectadas por las inundaciones. Se echa de menos, aunque cada vez se habla más de ello, unos Sistemas Urbanos de Drenaje, como se ha enunciado anteriormente.

Puede quizá resultar relativamente sencillo entender por qué se inundan una y otra vez las mismas localidades cada vez que se produce una gran tormenta, pero lo que es más difícil, a la vista de los desaguisados cometidos, encontrar una solución que prevenga los destrozos que provoca el agua, aunque algunas de ellas están ahí. Otra cuestión es romper inercias y acabar con las soluciones clásicas que ya no funcionan.

Entre estas soluciones muy interesantes y positivas, cabe citar el proceso de esponjamiento de la tierra y de cómo el desarrollo urbanístico debe planificarse en conjunto con elementos naturales que ayudan a la absorción del agua. En multitud de ocasiones se han hecho canalizaciones y no se han respetado las llanuras de inundación, esas zonas donde los ríos pueden expandirse de forma natural y evitar que se produzcan inundaciones.

Otra cuestión muy importante a tener en cuenta es la adaptación, palabra casi mágica en la situación de emergencia climática en que vivimos, y aquí hay que hacer especial mención a los planes de emergencia y también a la necesidad de mejora en todos los sentidos en la percepción del riesgo de la sociedad. Enseñar a las personas cómo comportarse en caso de inundación y evitar situaciones de riesgo, que cada vez van a ser mayores, hará que una primera cuestión fundamental y básica es que no haya víctimas. Ese debe ser el objetivo más importante. Cada víctima deberíamos considerarla un fracaso colectivo.

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