“No lloréis, no lloréis. No quiero que nos vean llorar”

Cinco minutos después de despedirse con un beso, ETA asesinó al marido de Viki Vidaur

Santiago Ruiz de Azúa

Santander - Publicado el - Actualizado

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Como muchos ciudadanos, la familia de Alberto López Jaureguizar se marchaba aquel julio de 1982 de vacaciones. Se iban a Valencia a recoger a una de sus hijas y a pasar unos días en familia. El día 16, Alberto quería llevar el coche al taller, después de trabajar, para una pequeña revisión antes de salir de viaje. Como cada mañana al salir de casa, se despidió de su mujer Viki Vidaur con un beso. “Muchas veces he pensado que aquel beso fue especial, más cariñoso como si supiera que iba a pasar algo”, recuerda. Cinco minutos después de aquel beso, un vecino les alertó de que a Alberto le había pasado algo. Tres miembros de ETA le habían disparado a bocajarro cuando se disponía a arrancar el coche.

Viki y Alberto en 1969

Alberto había cumplido 42 años el 4 de julio, estaba casado con Viki Vidaur y tenían 4 hijos. Trabajaba en las oficinas de Tabacalera en Bilbao. Llevaba una vida tranquila, muy familiar “muchas veces me he preguntado por qué” recuerda su viuda que reconoce que algunas actitudes de Alberto pudieron hacer que se fijaran en él. “Colocaba una bandera de España en el balcón cada vez que ETA asesinaba a un policía y tuvo problemas con el sindicato ELA cuando le exigieron que despidiera a los guardias civiles jubilados que trabajaban para tabacalera y se negó”.

El crimen de Alberto es otro de los más de 300 cometidos por ETA que está sin resolver. “Nunca nadie nos ha dicho nada. Yo se que alguno de sus asesinos murió y otros estuvieron en Venezuela. Creo saber hasta de que comerció salieron aquellos pistoleros” asegura su viuda con impotencia ante una injusticia que “te hace estar más rabiosa”.

Viki y Alberto en 1972

El asesinato de Alberto obligó a Viki a marcharse con sus hijos del País Vasco. Fue para ella una época durísima en la que como madre no estaba en las mejores condiciones para cuidar de sus hijos. “Una cosa así, no se puede perdonar por nada del mundo” sentencia Viki.