"El oscuro secreto de Basauri: la Nochebuena que desenmascaró a un asesino en serie"
El asesinato de la niña Mari Luz Martínez, de 7 años, destapó una serie de crímenes que nadie había relacionado hasta entonces
Vitoria - Publicado el - Actualizado
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Siempre hemos pensado que los asesinos en serie son un invento de Hollywood o un fenómeno exclusivo de países lejanos, preferiblemente anglosajones. Sin embargo, la Nochebuena de 1977 demostró que estos individuos pueden habitar entre nosotros, camuflados durante años en la cotidianidad. En Basauri, un pequeño municipio vizcaíno, José Ignacio González García, conocido como "El Loco", dejó una huella imborrable de sangre y terror.
Con la colaboración de César Charro, experto en seguridad, exploramos en COPE Euskadi el caso de este asesino en serie cuyo nombre surgió tras la desaparición de Mari Luz Martínez Llano, una niña de 7 años. Aquel 24 de diciembre, mientras las familias se preparaban para celebrar, José Ignacio, un joven de 24 años con antecedentes psiquiátricos, pidió permiso al padre de la pequeña para llevarla en su motocicleta "a comprar tabaco". Ambos hombres se conocían de sus ingresos en centros psiquiátricos, y la familia de Mari Luz vivía sumida en el caos: una madre ausente y un padre atrapado en un ciclo de internamientos. La niña nunca regresó. José Ignacio tampoco.
Tras la denuncia de la desaparición, la policía detuvo al joven, quien confesó rápidamente el crimen y señaló el lugar donde ocultó el cuerpo. El hallazgo fue devastador: Mari Luz presentaba muñecas rotas, signos de violación y había sido estrangulada. Junto a ella, un gemelo idéntico al que José Ignacio llevaba en su camisa al ser arrestado, aunque solo portaba uno. Pero esto fue solo el comienzo.
El crimen se produjo en la Nochebuena de 1977
Una cascada de crímenes al descubierto
Las investigaciones posteriores destaparon una serie de asesinatos que nadie había relacionado hasta entonces con "El Loco". José Ignacio confesó haber matado a José María Larrínaga Aranguiz, un indigente de 50 años, arrojándolo al río Nervión durante una disputa por chatarra. Aunque el cuerpo apareció ahogado, se consideró como un accidente; nadie prestó atención a las veces que él mismo alardeó del crimen entre sus compañeros de fábrica, donde era objeto de burlas. El diario ABC del 20 de enero de 1978 recogió sus palabras: lo había empujado con "sus propias manos, fuertes, de obrero".
Otro caso fue el de Agustín Melgarejo, un niño de 9 años desaparecido casi dos años antes, en 1976, tras quedarse jugando cerca del río. A pesar de una intensa búsqueda con buzos y voluntarios, su cuerpo no fue hallado hasta que José Ignacio indicó el lugar exacto. El modus operandi era idéntico al de Mari Luz: violación y estrangulamiento. La prensa de la época también le atribuyó el asesinato de un joven con quien compartía salidas nocturnas, tras un supuesto accidente en moto, aunque los detalles de este caso se diluyeron en el tiempo. Además, se investigó la desaparición de una mujer, que finalmente resultó haber huido de un entorno de maltrato.
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Un perfil perturbador
José Ignacio González García no encajaba en el estereotipo del psicópata calculador. Diagnosticado como oligofrénico —un término hoy obsoleto que aludía a una discapacidad intelectual—, carecía de la capacidad para prever las consecuencias de sus actos o tejer coartadas. Sus crímenes no respondían a un plan meticuloso, sino a impulsos descontrolados. Esta espontaneidad fue, paradójicamente, lo que lo mantuvo fuera del radar hasta el caso de Mari Luz. En una época en que las técnicas forenses eran rudimentarias y los esfuerzos policiales se centraban en la lucha contra ETA, nadie conectó sus delitos.
Tras su detención, fue enviado a prisión, donde sufrió una brutal paliza por parte de otros reclusos, quienes lo obligaron a ingerir fármacos que casi lo matan. Traslado al hospital de Basurto y luego a otra cárcel, cumplió 18 años de condena. Al salir, se instaló en Ondarroa, donde vivió discretamente, pescando en el puerto, hasta su muerte hace algunos años. Su hermano mellizo, confundido con él, también fue víctima de una paliza en la calle por el odio que José Ignacio había sembrado.
¿Qué define a un asesino en serie?
El FBI describe a estos criminales como individuos que cometieron al menos tres asesinatos en momentos y lugares distintos, separados por un período de "enfriamiento". José Ignacio encajaba en esta definición. Sus motivaciones parecían mixtas: satisfacción sádica de impulsos sexuales con los menores y una búsqueda de poder sobre sus víctimas adultas, un contraste con los menosprecios que sufriría en su vida diaria. Todo comenzó, quizás, con el homicidio accidental de Larrinaga, cuando descubrió el control que la violencia le otorgaba, un poder que luego se dirigió hacia los más vulnerables.