Sorpresa en Japón
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Nos atiende para El Espejo de COPE desde Osaka, ciudad que sufrió hace pocos días un terremoto, algo que no sorprende a los japoneses, incluso cuando como en este caso, se han producido cuatro víctimas mortales. La vida del claretiano Josep María Abella ha dado muchas vueltas, desde su Lleida natal al Japón, pasando por una trascendental estancia en Roma, donde fue llamado a dirigir durante doce años la Congregación de los Misioneros Hijos del Corazón Inmaculado de María. Ahora, concluido aquel servicio hace tres años y ya con 69 a las espaldas, el Papa le ha nombrado obispo auxiliar de Osaka.
Le dejo caer con ironía eso de “las vueltas que da la vida”, y asiente añadiendo que “la vida nos va llevando por donde el Señor quiere”. El joven Josep María llegó a Japón siendo muy joven con el primer encargo de aprender el idioma, tarea tan imprescindible como ímproba para un occidental. Allí se ordenó diácono y allí volvió, siendo ya sacerdote, para servir a un pueblo al que sin duda ha aprendido amar, porque “si no se ama al pueblo al que se te envía, es preferible volverte a casa”. El caso es que durante dieciocho años tuvo ocasión de hacerse uno con los japoneses, como diría San Pablo. Admira su alta cultura y su religiosidad marcada por el sintoísmo y el budismo; remarca que en aquella sociedad existe un respeto fundamental por el hecho religioso, aunque últimamente observa que también incide allí el proceso secularizador, aunque de distinta forma que en Europa. Le preocupa el fenómeno de la pobreza que empieza a notarse en diversos sectores, y también la reserva frente a refugiados e inmigrantes.
Le pregunto por la aparente impermeabilidad de la sociedad japonesa al anuncio cristiano a pesar de unos inicios heroicos en los que importantes núcleos de población fueron bautizados, y en los que se produjo el testimonio imponente de numerosos mártires. En seguida me habla contento de que el pasado domingo la diócesis de Osaka comenzó las celebraciones del 150 aniversario de la segunda llegada de los misioneros, después de 250 años en los que ninguno pudo pisar tierra japonesa. En más de una ocasión el Papa ha rendido homenaje a la fidelidad de unas comunidades que durante más de dos siglos se mantuvieron adheridas a lo esencial de la fe sin ayuda de sacerdotes, sin poder celebrar los sacramentos ni recibir la catequesis. También evoca la figura de Takayama Ukon, el samurái cristiano recientemente beatificado, que eligió un durísimo exilio para no traicionar su fe en Cristo.
Todo ello contrasta con la dificultad actual del cristianismo para penetrar en la sociedad japonesa, que parece superior a la experimentada en países como Corea, Vietnam, e incluso la propia China. El P. Abella señala que en Japón la opción religiosa de las personas está fuertemente vinculada a la tradición familiar, por lo que una conversión, que supone el paso de una cierta costumbre religiosa, ligada a la familia, a una fe personal que implica todos los aspectos de la vida y que vincula a una comunidad nueva, es un proceso largo y a veces doloroso. Ese es el desafío que afronta la evangelización.
Nos habla con gratitud de los católicos de Osaka: en una diócesis con 10 millones de personas, los católicos japoneses son 50.000; a ellos hay que sumar un grupo numeroso de trabajadores filipinos y vietnamitas, también algunos hispanoamericanos e incluso africanos. Las parroquias son pequeñas (¡una que congregue a mil fieles puede considerarse grande!) y distantes entre sí. El nombramiento de Josep María Abella como obispo auxiliar tiene algo de “rareza”, dado que actualmente sólo hay un obispo que no es japonés en la Jerarquía del archipiélago, e indica hasta qué punto se reconoce su arraigo personal y pastoral en aquellas tierras. La gran línea que espera seguir el nuevo obispo es la de fomentar esa “Iglesia en salida” de la que tanto habla el Papa. Lo considera totalmente necesario para potenciar el dinamismo de las comunidades cristianas, para conectar con los movimientos sociales que se están produciendo en la sociedad japonesa (¿quizás una nueva sed de sentido?) y para que los laicos sean testigos de la fe en sus familias y sus lugares de trabajo. Considera un gran reto la pastoral juvenil, habida cuenta de la baja natalidad que experimenta el país y de su progresivo envejecimiento. Y también piensa que la Iglesia debe renovar su compromiso en el ámbito de la justicia social, sobre todo porque la política actual no fomenta en absoluto la acogida de inmigrantes y refugiados, y porque la pobreza repunta. El 16 de julio se celebrará su consagración episcopal… las vueltas que da la vida, las sorpresas que da el Señor.