Carta abierta a Nicolás Maduro

Pablo Martínez de Anguita

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Estimado D. Nicolás:

Quien le escribe estas líneas es un simple profesor español de Universidad de desarrollo rural enamorado de Latinoamérica que vive con preocupación la situación de Venezuela. Solo tengo mi voz y mi pluma.

Una madre tenía dos hijos y una hacienda. Cada hijo tenía una visión diferente de cómo gestionar la finca. El primero se hizo con el poder y la hizo prosperar en unos ámbitos mientras que en otros se hundió. El segundo hermano se rebeló con la mitad de los jornaleros que pasaban hambre y comenzó una revuelta al tiempo que la madre lloraba por la batalla fratricida. Y yo me pregunto. ¿Quién es la Patria, la madre rota por la división de sus hijos o la hacienda?

Mi querida América ha tenido una historia tan apasionante como convulsa. Tan sólo entre 1824 y 1884 México tuvo 44 presidentes de gobierno (Venezuela se quedó “tan solo” en 18). Entre todos ellos algunos lo hicieron mejor que otros, pero en general han predominado las dictaduras militares (en Venezuela desde 1811 hasta 2012 hubo 21 dictaduras, es decir el 39% de los gobiernos1) y en gran medida las transiciones de poder fueron relativamente abruptas. Tanto quienes ostentaron el poder como quienes derrocaron a sus presidentes lo hicieron en nombre de la Madre Patria.

América Latina ha vivido con orgullo cientos de revoluciones que han llevado a cambios de gobierno. Todas ellas hasta la fecha han tratado al enemigo como el opresor a vencer, tras cuyo aplastamiento vendría la libertad y la prosperidad de la Patria, y sin embargo… Por ello, quizá lo que está pasando en Venezuela sea una oportunidad para todo el continente en la que descubrir una nueva forma de construir un nuevo tipo de revoluciones que logren una convivencia y una paz social larga y próspera. De entre todas las posibles, hay una que aún no se ha intentado: La “revolución de la reconciliación”, la del abrazo y el perdón mutuo. Una que puede empezar hoy.

No sé dónde estará cuando lea éstas líneas, si es que algún día le llegan: en el exilio, perpetuado en el poder de Venezuela – no se lo deseo a la mayor parte del pueblo venezolano que no lo que quiere en dicha posición -, o inmerso en una guerra – lo que no le deseo en absoluto, pues es el peor de los escenarios posibles entre hermanos. Pero déjeme decirle que en este momento tiene Ud. una alternativa adicional, que hay una solución para Venezuela, y que ésta pasa por la “revolución de la reconciliación”, que puede empezarse desde el poder o incluso desde el exilio. Ésta implica antes de nada pactar y negociar para convocar unas elecciones transparentes inmediatas. Y luego y durante empieza lo verdaderamente apasionante. Rehacer las relaciones, buscar el perdón del dañado y perdonar al que dañó. Reconocer juntos que la Patria es la Madre y no la Hacienda. Le recomiendo una preciosa película ( www.elmayorregalo.com ) que muestra el poder de esta “revolución de la reconciliación”.

Creo que nadie es capaz de imaginarse un abrazo entre quienes han estado en la cárcel y en el poder. Por eso la reconciliación es tan revolucionaria. Un nuevo inicio… casi se podría decir que un milagro, pero un milagro necesario, que hay que pedir y por el cual vale la pena arriesgar. La herramienta política inmediata es por supuesto la convocatoria de elecciones trasparentes y aceptación total de resultados. Pero eso es sólo el inicio. Imagine a esa madre de los dos hijos y dueña de la Hacienda. La reconciliación es la única revolución valiosa para ella. Aquí gana quien más perdona y es perdonado, quien más deja atrás su odio y rencor, quien más construye puentes de amistad, quien más busca honestamente el lado humano de cada persona contraria para escucharle y ponerse en su posición más allá de su perspectiva política. Aquí gana el que empieza de nuevo. ¿Y cómo hacerlo? No soy político, pero sé que la Iglesia Católica es maestra (con sus errores humanos) en el arte de la reconciliación, busque su apoyo y contribuya a cambiar el curso de la historia de Latinoamérica. No se me ocurre mejor salida que ésta para la crisis que vive Venezuela en este momento que cambiar de revolución.

Anuncie elecciones y un tiempo para la reconciliación. La tentación de la desesperanza la expone magistralmente Shakespeare en palabras de Macbeth, rey de Escocia, a quien su ambición por mantenerse en el poder le ha llevado a mantener una política de sangre y violencia: “Estoy nadando en un mar de sangre, y tan lejos ya de la orilla, que me es indiferente bogar adelante o atrás”. Encomendándole a Santa María de Coromoto, Patrona de Venezuela y de la Esperanza, a quien en 2011 se le consagró la Madre “Patria Venezuela, con todos sus hijos, con sus familias, con los que sufren y son olvidados” que guie sus pasos así como el de todos los dirigentes políticos de Venezuela para que usen su liderazgo para salir “del mar de sangre” y trabajar en pos de una “revolución de reconciliación” verdadera como la querría esta Madre llanera, se despide atentamente.

Pablo Martínez de Anguita

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