Qué opina COPE sobre la eutanasia

Descubre alguna de las líneas editoriales más importantes de COPE durante este 2020 sobre la eutanasia

La defensa de la vida frente a la eutanasia que ha hecho Omella: “Ni la medida más justa ni la más humana”

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

El pleno del Congreso de los Diputados dará este jueves el visto definitivo a la ley de eutanasia, que se convertirá en una nueva prestación del Sistema Nacional de Salud. Después de algo más de un año de tramitación parlamentaria, que se vio interrumpida por la pandemia, esta propuesta de regulación de la eutanasia presentada por el PSOE será aprobada en el pleno y entrará en vigor dentro de tres meses. Una materia especialmente sensible en el que el protagonismo político ha sido mayor que el de los expertos, voces a las que se ha evitado escuchar y que ha hecho normalizar la muerte antes de la vida, sin dejar opciones a otras alternativas como los cuidados paliativos.

COPE repasa a continuación las mejores editoriales de este 2020 en esta materia, en la que se denuncia precisamente la soledad en la que quedan las personas enfermas y que quieren luchar por vivir a través de una ley impuesta por parte de la clase política en una materia que hay falta de consenso y que es trascendental en la vida humana.

Resulta paradójico que en el actual clima de parálisis legislativa y confrontación política uno de los pocos proyectos de ley que logra abrirse paso en el Congreso sea la eutanasia. El argumento es que ante la perspectiva de padecer sufrimientos intolerables y de hipotecar la vida de familiares y seres queridos, ¿quién va a rechazar que aquel que lo desee pueda decidir libremente acelerar lo inevitable de forma rápida e indolora? El planteamiento no puede ser más falaz. En una nota hecha pública esta semana, los obispos remiten a la dolorosa imagen de tantas personas que en los últimos meses han muerto en soledad, una verdadera tragedia humana, por mucho que hayan tenido acceso a paliativos y no hayan padecido dolor físico.

Pero la pandemia, recuerda la nota, “nos ha hecho caer en la cuenta de que somos responsables unos de otros”, y de que la muerte no es un asunto simplemente individual de cada uno. También recuerda la Conferencia Episcopal el aumento de los casos de suicidio, otra tragedia frente a la que a nadie se le ocurriría señalar que quienes se quitan la vida están en su derecho de hacerlo. Se desmonta así la falacia de presentar la eutanasia como la “muerte digna”. Lo que verdaderamente demanda la persona es otra cosa: ser acompañada. Y acceso a unos cuidados paliativos que, hoy por hoy, la sanidad española no debería tener excusas para no proporcionar a quien los necesite.

El Gobierno ha demostrado su habilidad para usar la propaganda y distraer la atención de asuntos relevantes en los que habitualmente no sale bien parado. Sin embargo nos equivocaríamos si pensáramos que el nuevo intento de aprobar la legislación sobre la eutanasia responde a una mera maniobra de distracción. Se trata de un asunto clave dentro del proyecto de ingeniería social del Ejecutivo. La proposición de ley se plantea sin que exista demanda social alguna, cuando no existe ni siquiera una Ley de Cuidados Paliativos, y con el agravante de colarla por la puerta de atrás, al evitar el dictamen del Consejo de Estado y del Comité de Bioética.

El debate actual no se plantea como una cuestión médica sino ideológica, con una profunda raíz antropológica. Hay en el fondo una determinada concepción del ser humano y de sus implicaciones familiares y sociales, y un concepto de libertad concebida como voluntad absoluta desvinculada de la verdad y del bien. En este contexto tan desfavorable, los médicos no lo van a tener nada fácil, pero como les ha pedido el Papa Francisco en su Mensaje para la Jornada Mundial del Enfermo, que precisamente celebramos hoy, deben resistir con firmeza y no ceder ante la eutanasia, incluso cuando la situación del enfermo es irreversible. El médico no está para propiciar la muerte de nadie, sino para curar siempre que pueda y, cuando no sea posible, para cuidar, aliviar y acompañar en el dolor a quienes padecen la enfermedad.

La vida humana no es un bien a disposición de nadie. Así lo reconocen nuestras leyes hasta el día en el que prospere la ley de eutanasia hoy debatida. El PSOE presentó la iniciativa en febrero y los trámites han avanzado pese a la pandemia. Hoy se han rechazado las enmiendas a la totalidad presentadas por el PP y VOX, y ahora pasará a comisión. Se trata de un asunto capital para cualquier sociedad. Sus promotores la defienden como ejercicio supremo de libertad y de compasión.

El argumento es una falacia. La eutanasia supone dejar a la vida más vulnerable al albur de estados de ánimo, de presiones sociales e intereses espurios. En el parlamento no se han escuchado las voces de los profesionales, ni de los enfermos crónicos, ni de las personas con discapacidades severas. Tampoco se ha abordado el tremendo déficit de los cuidados paliativos en España.

Parece que lo urgente era dar respuesta a un prejuicio ideológico. Lo que la ciudadanía ha escuchado, en un tiempo de pandemia en que la cifra de fallecidos y enfermos urge políticas eficaces de cuidado de la vida, son tópicos que pretenden resolver el drama de manera rápida y efectista. No ha habido espacio para el debate ni tiempo para pensar acerca de las consecuencias reales de la regulación de la eutanasia.

Nadie ha aportado cifras de lo que sucede en los países en los que la eutanasia es legal, ni se ha valorado el miedo de los ancianos, ni la tremenda presión que sufren los profesionales de la salud que se acogen a la objeción de conciencia.

El Comité de Bioética de España, organismo asesor del Estado, ha hecho público un interesante y extenso informe sobre la propuesta de Ley Orgánica de regulación de la eutanasia del Gobierno de Pedro Sánchez. El Comité, compuesto por destacados científicos y juristas, deja claro de forma unánime que la finalidad del informe es ofrecer elementos éticos para la discusión de una cuestión sobre la que no existe un consenso social. Cree que la sociedad española debiera tener sobre esta materia un debate suficientemente informado, que no se ha dado pese a la trascendencia de lo que está en juego.

Después de una larga argumentación técnica concluye que existe una “falta de justificación, no solo ética y legal, sino también sanitaria y social, para crear un derecho a la eutanasia y/o auxilio al suicidio”. El Comité de Bioética no desconoce que todas las personas tienen derecho a no sufrir dolor, incluso en los momentos de mayor vulnerabilidad. Sin embargo existen otros recursos, como la sedación paliativa en algunos supuestos de sufrimiento existencial, que son más acordes con la dignidad de quien padece el sufrimiento.

Coincidiendo con la aparición de este Informe del Comité de Bioética, se ha hecho pública una declaración de más de un centenar de eminentes juristas españoles que piden que se retire esta iniciativa legislativa. Consideran que “envuelta en equívocas palabras y pulsiones emotivas circunstanciales, constituye una grave amenaza a la seguridad de los más mayores y enfermos de nuestra sociedad”. Se podría decir más alto pero no más claro.

El Congreso de los Diputados ha decidido seguir adelante con la tramitación de la Ley Orgánica de regulación de la Eutanasia. Como ha señalado la Comisión Ejecutiva de la Conferencia Episcopal, en una Nota publicada hoy, es una mala noticia porque la vida humana no es un bien a disposición de nadie.

Insistir en un supuesto “derecho a la eutanasia” es propio de una visión individualista y reduccionista del ser humano, y de una idea de libertad desvinculada de la responsabilidad. Se niega la dimensión social del ser humano, “diciendo mi vida es mía y sólo mía y me la puedo quitar”, mientras que se pide a la sociedad organizada, que legitime esa decisión para eliminar el sufrimiento o el sinsentido, eliminando la vida.

La epidemia que seguimos padeciendo nos ha hecho caer en la cuenta de que somos responsables unos de otros y ha relativizado las propuestas de autonomía individualista. Lo propio de la medicina es curar, pero también cuidar, aliviar y consolar sobre todo al final de esta vida, como hace la medicina paliativa: humanizar el proceso de la muerte y acompañar a la persona hasta el final.

Los obispos señalan la paradoja de una sociedad que pretende la eliminación total del sufrimiento, y cuando no lo consigue propone salir del escenario de la vida. Por el contrario, lo verdaderamente humano es acompañar, paliar y ayudar a vivir ese sufrimiento, porque como afirma el título de esta Nota, no hay enfermos “incuidables”, aunque sean incurables.

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