Qué opina COPE de: Unión Europea

Descubre alguna de las líneas editoriales más importantes de COPE durante este 2020 sobre la Unión Europea

Qué opina COPE de: Unión Europea

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

7 min lectura

Europa ha sido protagonista de muchas noticias durante este 2020, sobre todo relacionadas con una respuesta coordinada y común de sus países miembros a la crisis derivada de la covid-19. En uno de los años más complicados para Bruselas, la salida de Reino Unido de Europa tras el Brexit también ha marcado el ritmo informativo de la institución comunitaria. A continuación repasamos el devenir informativo de Europa durante este año a través de las líneas editoriales más importantes de COPE.

Brexit, o la preocupante desconexión de muchos europeos de la realidad

«El incendio de la catedral de Notre Dame demostró qué fácil es destruir lo que parece más sólido», decía recientemente el Papa. Palabras que parecían dichas pensando en la Unión Europea y en el período de estabilidad y prosperidad que abrió tras las dos guerras mundiales. Sin aludir expresamente al Brexit, Francisco hacía una encendida defensa del proceso de integración europeo, ahora en horas bajas, dejando claro que la Santa Sede mantiene su apuesta por el proyecto comunitario.

La paz, la vigencia de las instituciones democráticas, el respeto a las leyes… son cuestiones con las que se han acostumbrado a vivir las nuevas generaciones de europeos, dando erróneamente todos estos beneficios por garantizados. Esto explica la frivolidad de muchas de las propuestas políticas que triunfan hoy en Europa. La que condujo al Brexit, o las que se empeñan alegremente en romper naciones con muchos siglos de historia, pensando que este tipo de acciones no van a tener consecuencias.

Ese es el peligroso estado de opinión que deben remontar los líderes europeos si quieren evitar que Europa se diluya en la insignificancia del océano de la globalización. O peor aún, en la pesadilla a la que conduce el populismo. Los europeos poseemos todavía recursos políticos, culturales y económicos formidables. Pero hace mucho que terminaron los tiempos en los que Londres o París eran el ombligo del mundo. El drama del Brexit debería servir al menos para tomar conciencia de esta preocupante desconexión de muchos europeos de la realidad.

¿Hacia dónde va la Unión Europea?

En Bruselas se ha producido en las últimas horas una tensa negociación sobre los Presupuestos comunitarios para los próximos cinco años. El grupo de los frugales países del norte quiere que el presupuesto se quede en el 1 por ciento del PIB, lo que supondría un recorte importante para las ayudas al campo español. La buena noticia es que se ha creado un segundo grupo, liderado por Francia, que apuesta por menos tacañería y por mantener las ayudas agrícolas.

Tras la marcha del Reino Unido hay un debate muy de fondo sobre hacia dónde tiene que ir la Unión Europea. Austria, Dinamarca, Holanda y Suecia se rebelan contra el hecho de que tres cuartas partes del presupuesto se dediquen a fondos estructurales y a la Política Agraria, la PAC. Estos países pagan un 75 por ciento del presupuesto, no tienen casi campo y no reciben ayudas de los fondos de cohesión. Los frugales dicen que hay que gastar menos y que el presupuesto de la Unión Europea tiene que ir a políticas para combatir al cambio climático, a promover la competitividad y la seguridad europea.

La cuestión de fondo es qué quiere ser la Unión Europea: ¿aspiramos a competir con China y Estados Unidos? Eso es imposible si no se gasta más dinero y si no se avanza en la Europa federal. Hay quien prefiere menos integración y más capacidad de innovación, convertir a la Unión Europea en algo así como un jardín de las delicias productivas. ¿En este escenario qué papel debe jugar el campo de Francia y España? Son preguntas que no se abordan explícitamente en España, porque estamos a otras cosas.

El ser o no ser de la Unión Europea

La gestión de la crisis del coronavirus no podría haber empezado peor en la Unión Europea. Con la credibilidad ya lastrada por la falta de solidaridad tras las crisis de 2007 y la llegada de refugiados de 2015, históricos europeístas como Jaques Delors, líderes políticos en activo y académicos de todo el continente advierten de que este podría ser el golpe de gracia al proyecto europeo si cala en la opinión pública el mensaje de que los países ricos se aferran a su cartera, insensibles, mientras miles de personas mueren en Italia o España. Ya no es solo el sur contra el rico norte. Francia, Bélgica, Irlanda o Luxemburgo se han sumado al coro de voces que exigen mutualizar la deuda, los llamados eurobonos. En todo caso lo deseable sería una acción conjunta.

El Gobierno holandés, abanderado de los halcones, ha pedido disculpas por sus salidas de tono y se muestra dispuesto a aceptar otras fórmulas. Como recuerdan en Bruselas, desde hace un tiempo existen ya soluciones similares en la práctica a esos eurobonos, de las que podría echarse mano sin entrar en las eternas discusiones que preceden a cualquier gran decisión en Bruselas. No se trata solo de dinero, que también, sino de que la Unión demuestre que la solidaridad entre sus miembros es real. De lo contrario, la erosión de la credibilidad y el auge de los populismos pueden ser imparables. Tanto, y ahí tienen razón los países del norte, como unas finanzas irresponsables, letales cuando llegan tiempos de tribulación como los actuales.

Ante el populismo, más Europa

Merkel es probablemente uno de los pocos referentes de liderazgo político que tenemos en este momento en el mundo. A pesar de llevar tanto tiempo al frente del Gobierno de su país sabe combinar una tensión ideal y un sano realismo. Por eso fue tan interesante el discurso que pronunció el jueves en el Bundestag, en el que alertó de la presencia de fuerzas antidemocráticas, radicales y autoritarias, dispuestas a aprovechar la crisis del coronavirus. Ante esta amenaza, la canciller reivindicó la voz de Europa para proteger la dignidad del hombre, la democracia y la libertad.

En ese contexto hay que situar la discusión que tuvo ayer lugar en el Consejo Europeo sobre el presupuesto para los próximos años y sobre el fondo de reconstrucción de la Unión por valor de 750.000 millones de euros. Todavía quedan por precisar importantes flecos sobre la distribución entre subvenciones y préstamos, y sobre su posible condicionalidad.

En cualquier caso la sola existencia del fondo de reconstrucción es una victoria, porque supone que las diferencias entre los países frugales del norte y los países del sur no impiden un acuerdo. Los frugales han defendido siempre que políticas de crecimiento y sociales debían ser nacionales, y los países del sur han defendido que debían ser europeas. También es muy significativo que las ayudas no vayan a dividirse según el peso de los miembros de la Unión Europea, sino según sus necesidades.

Europa exige cambios

La dificultad para llegar a un acuerdo en la Cumbre Europea, que desde el viernes intenta concretar el Fondo de Reestructuración, puede dar la sensación de que la Unión no está a la altura de las circunstancias. El Consejo debía haber terminado el sábado y se ha prolongado hasta hoy lunes. Los países que se autodenominan «frugales», encabezados por Holanda, han estado presionando para que el importe del fondo sea menor a los 750.000 millones de euros previstos, y para que haya menos ayudas y más créditos.

No es bueno que un pequeño grupo de países, en contra del 80 por ciento de los miembros y del PIB de la Unión, haya impuesto un bloqueo. Pero hay que mirar las cosas con perspectiva. Es una buena noticia que las negociaciones se hayan prolongado sin aplazar la cuestión a una nueva cumbre. Estamos ante un paso de gigante, y ya decía Schuman, uno de los padres fundadores, que Europa no se hará de una vez sino con realizaciones concretas, paso a paso. La Cumbre es histórica porque supone que, por primera vez, la política económica y, sobre todo, la política social, será común.

A esa cuestión de fondo es a la que se resisten los «frugales», no solo a 50.000 millones más o menos en créditos y ayudas. Si algo ha quedado claro estos días en Bruselas es que el dinero no llegará a España sin reformas. A Sánchez, a corto plazo, se le va a exigir que no haya contrarreforma laboral y, a medio y largo plazo, un cambio en el sistema de pensiones y una modificación del sistema fiscal que incluya una subida del IVA.

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