Luis Miguel, el último sacerdote ordenado en Plasencia

La historia del último sacerdote ordenado en Plasencia, que recibió la llamada al sacerdocio muy joven y. tras una vida llena de avatares, ha sido ordenado con 56 años

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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La vida de Luis Miguel daría para una película. A pesar de haber sido ordenado después de pasar el ecuador de su vida, la vocación le llegó a este extremeño a los 14 años. En el semanario Alfa y Omega, explica que empezó a sentir la llamada del Señor a través del testimonio de un sacerdote al que ayudaba en misa, y del de un seminarista de Trujillo que le hablaba del don del sacerdocio.

Con 16 años, ingresó en la Orden de San Juan de Dios. Con los hermanos hospitalarios estuvo cerca de 10 años, hasta que tuvo una crisis vocacional. Influyó la inquietud de la juventud, de no comprender algunas cosas... y tomó la decisión de salir. También tuvo peso en su determinación a abandonar el propio carisma de la Orden, que no contempla la ordenación sacerdotal -lo que el Señor le había pedido a él- a no ser que lo necesite la comunidad. Tras dejar a los Hermanos de San Juan de Dios, Luis Miguel buscó trabajo, el trabajo en el que ha estado cerca de 30 años, y encontró el que él pensaba que era “el amor de su vida”.

Se casaron, por la Iglesia, y ella quedó embarazada muy pronto. Fueron padres de dos hijas y permanecieron juntos durante 20 años. El matrimonio comenzó a tener problemas, se complicó y, finalmente, no siguió adelante. Consiguieron que la Iglesia declara nula la unión. Luis Miguel recuerda que fue una época de mucho dolor, de oración y de Evangelio. Cuando comenzó a reponerse del golpe fue cuando el Señor volvió a despertar en él la llamada al sacerdocio. Pero Luis Miguel no se atrevía a dar el primer paso. Un día, entre lágrimas, le dijo al Señor: “Te doy mi sí, pero no esperes que yo dé el paso. No esperes que yo vaya al obispo a decirle que quiero ser sacerdote. Si tú quieres que lo sea, pon los medios, las personas y las circunstancias”.

Y, una vez más, el Señor obró el milagro, aunque no fue de un día para otro. Para ello, se sirvió del padre Vladimir, al que Luis Miguel conoció de casualidad, en un autobús. Hablando con él, Vladimir detectó su inquietud y le prometió hablar con el obispo. Pero el obispo no lo vio tan claro como el padre Vladimir y dejó pasar el tiempo. Mientras, nuestro protagonista comenzó a involucrarse en la parroquia de Vladimir, colaborando estrechamente con él. Perseveró y, tras la llegada un nuevo obispo a la diócesis, la cosa cambió. Luis Miguel pasó por un psicólogo que valorara su madurez, por un director espiritual y tuvo que ir a Salamanca, a reciclar la teología que había estudiado cuando estuvo en la Orden de San Juan de Dios.

Reconoce que, aunque siempre tuvo la vocación sacerdotal presente, nunca pensó que se fuera a materializar. El Señor fue poniendo los medios y a las personas idóneas en el camino de Luis Miguel. Sus hijas lo viven con alegría y entusiasmo, porque saben que su padre sólo puede ser feliz siguiendo el plan que Dios tenía para él.