El conflicto sangriento en el Sudeste Asiático por el que solo clama la Iglesia

Los obispos denuncian con valentía el golpe militar de Myanmar

El conflicto sangriento en el Sudeste Asiático por el que solo clama la Iglesia

Redacción digital

Madrid - Publicado el - Actualizado

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El golpe militar del pasado febrero en Myanmar se ha convertido ya en muchas regiones del país en una verdadera guerra civil, de la que apenas tenemos noticia. Desde hace varias semanas, en el estado oriental de Kayah se suceden enfrentamientos entre el ejército y los grupos armados de los Karen, la etnia de la población local.

Para escapar de los ataques, registros y asesinatos que perpetra el ejército, la gente abandona sus hogares y se refugia en las iglesias u otros lugares de culto. Aunque los líderes del ejército han prometido preservar los lugares de culto, en las últimas semanas atacaron cuatro iglesias. Ante la situación dramática que atraviesa el país, los trece obispos de Myanmar, encabezados por el cardenal Charle Bo, han dirigido un mensaje al pueblo, a la Junta militar y al llamado “Gobierno de unidad nacional”, que reúne a la oposición

En primer lugar, solicitan la apertura de corredores humanitarios para poder llegar con ayuda eficaz a miles de personas, especialmente ancianos y niños, que están muriendo de hambre en la selva. La muerte de personas inocentes por inanición, dicen los obispos, es la experiencia más desgarradora. Una segunda petición consiste en que se respeten el derecho de asilo y la santidad de los lugares de oración: miles de personas buscan resguardarse en las iglesias, pero cuatro de ellas han sido atacadas recientemente, provocando que los refugiados tuvieran que huir a la selva. Los obispos recuerdan a los militares que las iglesias, pagodas, mezquitas, escuelas y hospitales, están reconocidos como lugares neutrales de refugio durante los conflictos, por lo que piden que dichos lugares no sean atacados.

En su llamamiento los obispos birmanos subrayan que su país ha estado en conflicto durante los últimos 70 años, y lo que queda son solo lágrimas y heridas de personas inocentes. Nadie ha ganado nunca una guerra en este país, advierten, y proponen dejar atrás este pasado para dedicarse a la paz. La dignidad humana es dada por Dios y no hay violencia que pueda cancelar las aspiraciones del pueblo a que sea reconocida. Concluyen dirigiéndose a las partes en conflicto para señalar que la paz todavía es posible, que la paz es el único camino.