La historia del restaurante La Magdalena, un proyecto que da trabajo a jóvenes migrantes en Madrid

Álvaro Martínez forma parte de la Mesa por la Hospitalidad de la Iglesia en Madrid y decidió emprender este proyecto en el distrito madrileño de Tetuán

La historia del restaurante La Magdalena, un proyecto que da trabajo a jóvenes migrantes en Madrid

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Álvaro Martínez forma parte de la Mesa por la Hospitalidad de la Iglesia en Madrid. Se dedicaba a la consultoría informática hasta que decidió emprender el proyecto de la taberna La Magdalena, en el distrito madrileño de Tetuán, con el fin de dar trabajo a jóvenes migrantes, muchos de los cuales fueron menas, y ofrecerles así el empujón que necesitan para ser independientes. Para eso ha contado con la ayuda de un amigo que ha puesto el dinero necesario para el lanzamiento a fondo perdido.

La Magdalena funciona con un encargado, Víctor, con más de 30 años de experiencia en hostelería y muy amigo de Álvaro, que le rescató del paro que ha traído el COVID. Cuenta con dos jefes de cocina y ha contratado a siete chavales para el proyecto: tres en cocina y otros tres –más uno en prácticas que acabará contratado– en barra. Les hace una oferta de un año a jornada completa y por el salario mínimo, sin ninguna expectativa de subida, porque el objetivo es que salgan de allí algún día.

Álvaro comenzó en 2018 acompañando de noche a los migrantes solicitantes de asilo y refugio que necesitan acogida de urgencia porque están en situación de calle. Cuando le propusieron formar parte del equipo de coordinación operativa de la Mesa por la Hospitalidad empezó a conocer mejor la realidad de estas personas. Durante el confinamiento visitaba diariamente a 13 refugiados que se quedaron en la casa de acogida de Cáritas San Agustín y Santa Mónica, a dos de estos chicos se los llevó a vivir consigo durante ocho meses, hasta que pudieron volar.

Para salir adelante, estos chavales tienen dos barreras: el acceso a la vivienda y al trabajo, que forman un círculo vicioso. Álvaro se decidió a romper este círculo y, una vez puesta en marcha La Magdalena, ha encontrado un piso grande para alquilar a diez minutos de la taberna, en el que viven los chicos del proyecto.

Los chicos, dice Álvaro, son conscientes del voto de confianza que se les da. En estos meses ha podido verificar lo verdaderas que son estas palabras del Papa Francisco: “hay que pararse a hablar, a conocer, hay que olvidar prejuicios y miedos”. Es lo que él hace cada día, ampliando así las expectativas de estos chavales.