En 'El Espejo'

Un sacerdote bielorruso narra en una carta la causa de las protestas que afronta el país

En la misiva, este presbítero de Bielorrusia explica el trasfondo de las protestas que agitan ese país desde las pasadas elecciones presidenciales

José Luis Restán

Publicado el - Actualizado

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En realidad todo empezó antes de las protestas por el fraude electoral que ha consagrado a Lukashenko como el último déspota heredado de la era comunista en Europa. Antes de las elecciones grupos de personas acudían de noche a los hospitales públicos para llevar ayuda, ya que ésta no podía entregarse durante el día para no desmentir al presidente y su negación de la existencia de la pandemia.

La Bielorrusia que llegaba a la cita electoral era ya un país al límite, escribe este sacerdote que mantiene oculta su identidad. En su carta, enviada a la revista Huellas, dice que ahora ve el despertar de un pueblo que se mueve por el bien del país. Las sucesivas manifestaciones se mantienen milagrosamente pacíficas, aunque miles de personas han sido detenidas y golpeadas. De momento se cuentan 80 “desaparecidos”.

A las puertas de los centros de detención de todo el país se forman colas de gente común que, de manera espontánea, se ofrece para ayudar a los que son liberados. Unos necesitan que les acompañen a casa, otros que les lleven al hospital para curarse las heridas. Hay médicos y abogados, una movilización popular nunca vista en un país acostumbrado al régimen autoritario.

El sacerdote firmante es párroco en dos parroquias rurales al noroeste del país. A él también le gustaría manifestarse y ayudar a los que han sido arrestados. Pero su tarea consiste en seguir haciendo aquello a lo que su vocación le llama: anunciar la Palabra de Dios, que es un mensaje de misericordia y de perdón. Afirma que si los bielorrusos no aprenden a perdonar, se corre el riesgo de que el país se rompa en dos.

Porque son muchos los que trabajan para el Estado y se ven obligados, por miedo a que lo despidan, a defender la postura del presidente. No sabemos qué va a pasar, concluye este sacerdote: “vivimos un presente vertiginoso, sin poder imaginar dónde llevará todo esto a nuestro país y a nosotros mismos. Pido al Señor que proteja al pueblo bielorruso de la tentación del odio y de la violencia".

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