La historia de fe de Ana Grau: Una joven médico residente en el tremendo azote de la pandemia

Ana Grau es geriatra y relata cómo ha vivido como médico residente la pandemia del coronavirus en su hospital

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La historia de fe de Ana Grau: Una joven médico residente en el tremendo azote de la pandemia

Redacción Religión

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Ana Grau se alejó de la fe cuando era adolescente debido al divorcio de sus padres. Algún tiempo después recaló (“engañada” por su madre, dice ahora con una sonrisa) en un campamento que organizaba un grupo católico. Allí recorrió los Picos de Europa en Asturias durmiendo bajo las estrellas, hasta llegar al Santuario de Covadonga.

En un testimonio ofrecido en el portal “Razón en Cristo” ha contado que cuando llegó a los pies de la Virgen y le ofreció todo el dolor y daño que había en su vida, Ella le curó. Y desde aquel momento le ha ido acompañando en su camino ahsta hoy.

La cruz forma parte de la vida, pero puedes pedir a Jesús que te ayude a llevarla

Desde niña, Ana tenía el deseo de ser médico. Cuando llegó el momento de elegir especialidad le pilló de nuevo en Covadonga y fue allí donde decidió hacerse geriatra. Se encontraba como médico residente en uno de los hospitales más importantes de Madrid cuando llegó el coronavirus, y lo que debía ser un tiempo tranquilo de aprendizaje se convirtió en una auténtica guerra.

Al principio creía que cuando llegara el momento de enfrentarse al virus tendría “una actitud heroica” pero la realidad es que llegaba a casa aterrorizada.Cuenta que la primera guardia fue una pesadilla. Había pacientes por el suelo ahogándose sin oxígeno mientras se hacían una enorme cantidad de certificados de defunción. Era como la guerra. Fue entonces cuando contempló la cruz y ofreció a la Virgen todos sus “miedos e inseguridades para ayudar al mayor número de personas posibles, no tener miedo, y poder ser su instrumento”.

Ana ha aprendido que “hay cosas mucho más importantes que el miedo, como cogerle la mano a una persona que se está muriendo, rezar un último Padrenuestro con ellos y que no se sientan solos en el último momento de su vida”. Es verdad, reconoce, que tarde o temprano “la cruz forma parte de la vida, pero puedes pedir a Jesús que te ayude a llevarla”. Y ahora que las cosas se han vuelto a poner mal le pide a Jesús que le ayude todos los días a estar junto a sus enfermos, a curarlos siempre que sea posible, y a hacerles presente al Señor que nunca nos abandona.

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