La historia de los tres niños kenianos acogidos por unas religiosas por una cirugía solidaria

Llegaron a España a finales de enero para operar a los menores de una cardiopatía congénita, gracias a la iniciativa de la ONG murciana Cirugía Solidaria. Las intervenciones han tenido éxito y, en un primer momento los niños y sus madres se quedaron en una casa que la ONG había preparado. Sin embargo enseguida se vio que las mujeres no se adaptaban al nuevo entorno debido principalmente a la dificultad para comunicarse, ya que solo hablan suajili con fluidez. Por este motivo los miembros de la ONG contactaron con Beth y Jane, dos Misioneras de la Sagrada Familia de la localidad murciana de Rincón de Seca, de origen keniano, que ya habían colaborado con esa entidad.

Las religiosas se ofrecieron a acoger y acompañar a las tres madres y a sus respectivos hijos durante todo el proceso médico. El tiempo de estancia previsto para la recuperación de los niños era de un mes, pero la situación excepcional provocada por el Covid-19 obligó a posponer el regreso de las familias a Kenia, debido a que el espacio aéreo del país africano continúa cerrado. De hecho ya llevan cuatro meses.

Esta es la primera vez que alguien ajeno a la comunidad convive con las Misioneras de la Sagrada Familia, y para las hermanas la experiencia ha sido muy enriquecedora. La superiora de la comunidad, madre Aurora Jiménez, explica que "poder ayudar a que unas madres puedan ver cómo sus hijos recobran la salud es un regalo del Señor y haber contribuido en su promoción personal enseñándoles cuestiones básicas de limpieza, cocina o higiene ha sido precioso".

Su carisma se fundamenta en los valores de la Sagrada Familia y piensan que quizás por ello el Señor las puso en el camino de estas mujeres y de los miembros de Cirugía Solidaria "para poder ver en ellos el rostro de Cristo y ayudarlos desde la fe y la entrega a Dios".

Para las madres de los niños es una sorpresa que haya gente que, sin ser de su familia o de su tribu, las hayan cuidado tanto. De hecho sufrieron muchas presiones de su entorno para que no salieran del país con los niños, porque les decían que "nadie regala nada" y que "muchas mujeres se van a otros países y luego nunca vuelven". Pese a todo, el amor por sus hijos les ha dado fuerzas para seguir adelante y ahora reconocen que todo lo que han vivido "solo puede ser cosa de Dios".