La historia de una religiosa que ha dedicado 60 años a cuidar a los enfermos

Sor María Cuz Erro, superiora de las Siervas de María de barbastro, cumple 60 años desde su profesión

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Redacción Religión

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La diócesis de Barbastro-Monzón va a celebrar este 12 de julio el 60 aniversario de la profesión religiosa de Sor María Cruz Erro, superiora de la comunidad de las Siervas de María de Barbastro. Ella recuerda que aquel día experimentó una alegría interior que no sabría explicar, como un enamoramiento. Después de seis décadas de servicio, esa alegría sigue intacta y “el amor ahora es más maduro”.

Conoció la labor de las Siervas de María, ministras de los enfermos, en el colegio que tenían en Burlada, Navarra, y en seguida se sintió atraída. Entró en el noviciado a los 16 años y profesó a los 19. Su vocación le ha llevado a muchos destinos. De Burlada marchó a Sarriá, en Barcelona, donde la labor de asistencia nocturna a los enfermos, propia del carisma de estas religiosas, le costaba el sueño… pero encontró que Dios le daba fuerzas. Durante el noviciado había estudiado los rudimentos de la enfermería, pero antes de la profesión perpetua estudió ATS para poder ayudar mejor a los enfermos. Durante seis años tuvo que renovar sus votos temporales y cada vez sentía una nueva atracción por Jesús y concluía: “yo creo que Dios quiere que siga”.

Más tarde llegaría a la comunidad de Valencia como superiora, una tarea que no le gustaba, porque prefería asistir a los enfermos. De todas formas ese era su camino, ya que en 2013 se trasladó a Barbastro, de nuevo como superiora, tarea en la que continúa. De su experiencia con los enfermos ha aprendido que es importante saber de enfermería, pero sobre todo, saber acompañar en trances en los que escuchar o, simplemente estar, resulta también curativo. A veces tenía la sensación de no hacer casi nada. Pero recuerda a uno de ellos que le decía: “saber que está usted aquí me tranquiliza, me serena; si puede venir más noches, venga, que le agradeceré”. Y así ha aprendido que la soledad de los enfermos es tremenda; hoy el dolor físico se puede quitar, pero el dolor íntimo es más complicado, por eso necesitan compañía. .

A los 60 años de su profesión contempla su vida con alegría y agradecimiento a Dios, y subraya que no basta decir sí un día, “hay que estar pendientes a ver lo qué nos pide Dios en cada momento, cada día, también con una persona que no te agrada y a la que puedes sonreír, hacer bien. Eso a Dios le gusta y es a lo que tenemos que estar”.

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