Las virtudes heroicas de un padre y su hija, reconocidas en el mismo día por la Iglesia
Francisco y Conchita Barrecheguren dan juntos -gracias a la Providencia- este paso hacia la santidad
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Francisco y Conchita Barrecheguren han dado juntos este paso, si podemos decirlo así, en el camino a la proclamación de su santidad. Francisco nació en 1881 en Lérida. A los cinco años había quedado huérfano y fue adoptado por sus tíos que lo llevaron a Granada, ciudad a la que ya siempre estaría ligado. Allí se casó con Concha García Calvo y de su matrimonio nacería Conchita. De Francisco se subraya que fue un esposo y un padre modelo, y también su bondad y sencillez que pronto se verían sometidas a dura prueba, debido a la enfermedad de su hija.
Conchita había nacido en 1905 y pronto se vio que su salud era frágil. Al regresar de una peregrinación a Lisieux, con 21 años, presenta síntomas de tuberculosis. Inicia así un duro recorrido en el que brillarían su fe, esperanza y caridad. Era consciente de que su vida iba a ser corta y por eso no quería desperdiciarla sino llenarla del amor de Dios y de buenas obras. Murió en 1927 y la noticia se extendió como la pólvora por Granada. Entonces se empezaron a difundir algunos de sus escritos que han dado sustento a la causa.
Diez años después muere Concha, de la que Francisco estaba profundamente enamorado. A partir de ahí va madurando su vocación religiosa hasta que ocho años después, en 1945, ingresa en los redentoristas. Fue ordenado sacerdote y destinado nuevamente a la Granada de sus amores, donde ejerció su ministerio hasta su fallecimiento en 1957. Pudo participar en los primeros pasos de la causa de canonización de su hija, que se abrió muy pronto. La gente decía que Conchita era santa porque tuvo un padre santo, pero él respondía que fue su hija la que,con su santidad, influyó mucho en su vida cristiana.
El hecho es que debieron ayudarse mutuamente, y aunque sus respectivas causas siguieron caminos distintos, la Providencia ha querido que las virtudes de ambos sean proclamadas al mismo tiempo. Ahora falta la verificación de un milagro, que en el caso de Conchita ya se investiga, para que se abra paso su posible beatificación.