La petición de un misionero que puede cambiar el pueblo en el que sirve

El misionero Manuel Garrido realiza su labor en el sur de Madagascar

La petición de un misionero que puede cambiar el pueblo en el que sirve

Redacción Religión

Publicado el - Actualizado

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Estamos tan metidos en nuestras preocupaciones diarias que podemos perder de vista cómo es el día a día de millones de personas en todo el mundo. Por ejemplo en un pueblo de la región de Androy, en el sur de Madagascar, vivir un poco mejor depende de algo tan simple como conseguir dos bueyes y un arado. El misionero paúl Manuel Garrido se ha hecho portavoz de esta necesidad y la ha dirigido a donde sabía que sería escuchada.

En una carta enviada al grupo misionero de la parroquia de Santiago de las Caldas, en Orense, cuenta sus desvelos cotidianos en la misión: “en medio de estos grandes calores, noche y día durante tres meses, alertas de robos de decenas de bueyes, a veces matando a sus dueños, otras robos de personas… el Señor nos da fuerzas para seguir sembrando la Buena Nueva por estos pueblos…"

"Como todos los misioneros, Manuel tiene el corazón en el Señor que le ha enviado, y el sentido práctico para afrontar los problemas cotidianos, por eso seguía hablando en su carta de los campesinos que quieren salir de la miseria y mejorar sus hogares y la suerte de sus hijos… tienen tierras y trabajan como las hormigas, pero solo tienen una pala un poco más grande que la palma de la mano… creen que con dos bueyes y un arado mejorarán sus hogares y recogerían cosecha para todo el año… con 600 euros comprarían los dos bueyes, el arado de hierro y lo necesario para ir mejorando sus hogares y el porvenir de sus hijos”.

La carta fue compartida entre los fieles de la parroquia orensana, que tras la sorpresa y alguna sonrisa por la petición se pusieron manos a la obra, además de compartir el mensaje con toda la diócesis, que eso también forma parte de la comunicación cristiana de bienes. No es la primera vez que esta parroquia colabora con el misionero paúl. En dos ocasiones anteriores esta comunidad contribuyó a que algunas de las familias de aquel lejano pueblo de Madagascar pudiesen hacer realidad el sueño de mejorar sus vidas comprando cabras y cerdos para montar pequeñas granjas y sacar adelante a sus hijos.Fortalecer la fe, sostener la esperanza, mejorar las condiciones de la vida diaria… Todo va unido en la experiencia cristiana.

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