Por primera vez se ha concedido uno de los Premios Ratzinger de Teología a un arquitecto
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Por primera vez se ha concedido uno de los Premios Ratzinger de Teología a un arquitecto. Vamos a conocer al premiado y a sondear las razones de esta decisión.
Los premios Ratzinger de Teología reconocen cada año la labor de quienes profundizan en la comprensión y explicación de la fe cristiana siguiendo la estela del gran teólogo Joseph Ratzinger. En los últimos años el Jurado ha abierto el ángulo de estos premios al galardonar no sólo a teólogos sino también a lingüistas, historiadores y músicos.
Este año la sorpresa ha sido la elección de un arquitecto de fama internacional, el suizo Mario Botta, que ha trabajado en todo tipo de construcciones: escuelas, bibliotecas, museos, viviendas, pero también importantes iglesias como la Concatedral del Santo Rostro, en Turín, la Catedral de Evry, cerca de París, o la famosa iglesia cilíndrica de San Juan Bautista en la localidad alpina de Mogno. Mario Botta concibe la arquitectura como un deber cívico y un deber ético, ya que representa valores relacionados con la forma en que vivimos.
En el discurso de entrega de los Premios, el Papa Francisco subrayó que a lo largo de la historia de la Iglesia, los edificios sagrados han sido una llamada concreta a Dios y a las dimensiones del espíritu, han expresado la fe de la comunidad creyente, la han acogido y han contribuido a dar forma e inspiración a su oración.
Por eso el compromiso del arquitecto que crea un espacio sagrado en la ciudad de los hombres es de altísimo valor y debe ser reconocido y animado por la Iglesia, especialmente ahora, cuando corremos el riesgo de olvidar la dimensión espiritual en los espacios urbanos, favoreciendo así su deshumanización.