La esquina del misterio: tan distintos… y tan iguales a los chimpancés

Afrontamos las grandes preguntas de la Humanidad, las cosas que nos desconciertan. ¿Por qué nos parecemos tanto a estos animales?

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

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Jorge Alcalde, periodista, divulgador científico, director de las revistas ‘Quo’ y ‘Esquire, asegura que “nos parecemos mucho a los chimpancés… pero también nos diferenciamos mucho y eso es un misterio para la ciencia. ¿Por qué tenemos tantas habilidades tan compartidas con un animal del que somos, por otro lado, tan diferentes en tantas cosas?”

Nuestro colaborador explica en qué medida compartimos los genes: “Más del 90 % de los genes del ser humano también están presentes en los primates más cercanos: el chimpancé, el bonobo, el gorila o el orangután. Nuestros genes están compuestos por letritas que se llaman pares de bases, y tenemos unos 3.000 millones de pares de bases aproximadamente. Una de cada 200, unos 15 millones, son exclusivamente humanas. El resto, miles de millones, están compartidas con estos primos cercanos, así que podemos decir que una diferencia genética muy chiquitita es la responsable de que tengamos comportamientos tan distintos porque, evidentemente, los chimpancés no tienen lenguaje ni capacidad de reconocerse a sí mismos (aunque hay dudas al respecto), no se sabe que tengan capacidad de abstracción ni comportamientos morales… todas esas diferencias que nos hacen humanos residen en una parte chiquitita de nuestros genes, pero lo más desconcertante es que se ha descubierto que esa parte, la inmensa mayoría, no sirve para nada. Los científicos pensaban que en esos genes había algo crucial y resulta que es ‘ADN basura’ cuya única implicación es ayudar al resto del ADN a transcribirse y reproducirse. Es decir, que la diferencia genética debe ser, todavía, mucho más pequeña de la que pensamos. Y, aun así, nuestra diferencia de comportamiento muy grande”.

“Algunos expertos ponen una metáfora”, relata Alcalde: “Dos barcos que salen de puerto en paralelo pero uno se desvía medio grado a la derecha. Al principio van juntos pero esa separación hace que cada vez se separen más y más y dentro de miles de kilómetros estarán a grandes distancias. Puede que, en algún momento de la evolución humana, una pequeñísima diferencia genética que compartíamos con los chimpancés o con el resto de los primates, haya ido evolucionando con el paso del tiempo y ahora nos haya separado tanto como estamos hoy en día. Pero es fascinante porque si tenemos que buscar qué es lo que nos hace exclusivamente humanos, deberíamos buscar, desde el punto de vista de la biología, un porcentaje mínimo”.

El director de las revistas científicas nos relata una anécdota que tuvo con Jordi Sabater Pi, el descubridor de Copito de Nieve, un fenómeno entre los gorilas. Sabater lo trajo a España y lo crio: “Nunca tuvo descendencia albina, todos los gorilas eran negros, no hubo más albinos. Él me contó que había investigaciones en las que piden o enseñan a chimpancés que ordenen fotografías en función de las especies animales que aparecen en ellas. Perros con perros, gatos con gatos, etc., cuando llega la hora de poner fotografías humanas, las ponen en el lugar de los chimpancés, tienen esa capacidad y se ven iguales a nosotros. Nos parecemos mucho más de lo que creemos y compartimos una infinidad de genes, y los genes son, al fin y al cabo, los que condicionan nuestro aspecto físico y buena parte de nuestro comportamiento”.

A su vez, lo escasamente que nos diferencia es lo que nos hace humanos: “Eso es lo único que existe, ese porcentaje de genes ya no existe en más especies en el planeta”, asegura Alcalde, y añade que “no ha sido siempre así porque en Europa hace 30.000 años vivían hasta cuatro especies de homínido: el Homo Sapiens (nosotros), los neandertales, los denisovanos y el Hombre de Flores en Eurasia… eran muy similares a nosotros, posiblemente idénticos, y compartíamos ese porcentaje chiquitito que nos diferencian de los otros primates. Nosotros ahora tenemos genes de otros, algo nos queda de aquello, pero esa sutil diferencia, o quizás el azar, la capacidad de generar algún tipo de habilidad que nos hizo sobrevivir en crisis, hizo que seamos una de las pocas especies que no tiene congénere, somos únicos. Hay muchas especies de otras animales, pero de humanos solo hay una. Y somos así desde hace 20.000 años que nos quedamos solos en el mundo”.

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