La Garduña, ¿mito o realidad?

Jesús Callejo, escritor, ha estado en Fin de Semana para explicar el origen de esta sociedad secreta y las verdades y mitos tras su leyenda

Cristina L. SchlichtingMiguel Soria

Publicado el - Actualizado

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Las leyendas y las especulaciones históricas son fascinantes porque se mueven entre la luz y la penumbra y dan rienda suelta a nuestra imaginación. En España hay muchas, como la isla de San Borondón, en Canarias, que dicen aparece y desaparece, o las brujas de Zugarramurdi, el monstruo del Lago Banyoles en Gerona o la maldición de Ochate, un pueblo de Burgos que pasó por tres tragedias y se quedó sin población.

Sobre leyendas hablamos en Fin de Semana a propósito, entre otras cosas, de la segunda temporada de la serie de televisión ‘La peste’ que saca a la luz una organización criminal llamada ‘La Garduña’, una especie de mafia ibérica que sería, a su vez, el origen de la mafia italiana.

Los autores que hablan de ella no se ponen de acuerdo con respecto al hecho de que verdaderamente haya existido o no ni tampoco la fecha de su creación: unos la sitúan en el siglo XIX y otros la adelantan hasta el siglo 15, la Edad Media. Para hablar de ella nos ha acompañado en el programa la persona que más ha investigado el mito, el escritor Jesús Callejo Cabo, responsable del conocido podcast ‘La escóbula de la brújula’.

Callejo asegura que “llama mucho la atención ya mismo desde el nombre, porque de hecho en la RAE, si buscas la acepción es ‘un ratero que hurta con mafia y disimulo’. Se ha mezclado la leyenda con la historia, aunque hay mucho más hito en mi opinión que historia. La Garduña empieza a existir como nombre en la picaresca del Siglo de Oro pero la primera obra que habla de ella no se refiere a una sociedad de malhechores sino a una prostituta. Hay que seguir ese rastro a los documentos históricos. Los que intentan afirmar que esta sociedad existió llegan a hablar de Cervantes en una de las novelas ejemplares, ‘Rinconete y Cortadillo’, que habla de ella, y es verdad que habla de una organización mafiosa con una estructura y una cúpula en la cual se han podido basar distintos autores para crear esa jerarquía. La clave está en si alguna organización mafiosa se llamaba así porque eso nos daría ideas de si realmente es el antecedente. Es impresionante todo el mito que se genera prácticamente de datos que son leyendas. La pregunta es de dónde surge todo esto”.

Vamos a tirar del hilo”, afirma el escritor, y asegura que “en algún momento tiene que aparecer el documento cero, de hecho yo he encontrado con algo muy reciente del S. XIX, una obra que se llama ‘Misterios de la Inquisición y otras sociedades secretas de España’, publicada en Barcelona en 1845, firmada por una persona que se hizo llamar Víctor de Féréal pero es el pseudónimo de una mujer francesa, lo cual llama la atención. La obra es muy anticlerical y va contra los intereses de los españoles, así que ahí hay tufillo de leyenda negra”.

“Para colmo”, prosigue Callejo, “hay anotaciones a pie de página de un tal Manuel de Cundías, historiador y policía según él, que es el que detiene en ese siglo al último Gran Maestre de la sociedad secreta. Es en esas notas que pone al pie de página desde donde la gente se ha basado para dar credibilidad a ‘La Garduña’. Aquí ya te dice que nace en 1417 en Toledo, que en 1420 se encuentra el Libro Mayor y se detalla la jerarquía, para qué servía cada uno de ellos y relata que estaban implicados nobleza y persona de alta gama”.

“Para mí una fuente fiable es Julio Caro Baroja”, explica: “Es un gran antropólogo que estudió muchos los mitos y leyendas y, cómo no, las sociedades secretas. Dijo que había preguntando a muchísimos medievalistas de la época y nadie tenía ni idea de ‘La Garduña’, lo que es bastante sospechoso, que ni él ni sus colegas supieran nada. Así que entiende que es todo una invención de Manuel de Cundías.

El escritor comenta que ‘La Garduña’ poseería una “estructura piramidal”: “Encima está el Gran Maestre o Hermano Mayor, cuyo último representante sería Francisco de Cortina, supuestamente el que apresa Manuel de Cundías. Los capataces serían los siguientes, uno por ciudad allí donde tuvieran su administración, que la leyenda dice que no estaban solo en Toledo sino en las grandes ciudades importantes del Siglo de Oro. A su vez el capataz tenía un puntiador (matón) y un floreador (los ladrones). Lo curioso es que se dan nombres así para pasar desapercibidos. Luego están los postulantes, recaudadores de impuestos revolucionarios; los guapos, que formarían parte de esos facinerosos pero encargados de ser hábiles con la espada o el florín y que intentaban ser espadachines de alto rango para trabajos más especializadas. Los fuelles o soplones normalmente eran viejos que estaban por allí con aspecto inofensivo e iban observando y tomando nota de todo. Los chivatos eran los niños, para enterarse de todo. Las coberteras, que eran las matronas pero también hacían de cebos para los timos o atraer a un cliente. Por último estaban las sirenas, mujeres de ‘buen ver’ para seducir”.

“Todo esto se sabe por el Libro Mayor que incautan en 1821”, explica Callejo, quien añade que “curiosamente nadie ha visto porque, qué causalidad, en 1918 hay un incendio en la Audiencia Territorial de Sevilla, donde estaba el archivo de todos estos documentos, y todo desaparece, por lo que nos falta la prueba del delito”.

En la actualidad uno de los últimos libros que menciona a La Garduña, un diccionario de sociedades secretas, habla ya de ella como un mito: “Los que más defienden esta historia son italianos y franceses”, finaliza el escritor: “Los primeros porque es como una genealogía romántica, y aunque hay gente que se lo ha tomado en serio, hay que creerse lo justo”.

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