Jaime, amigo de Miguel Ángel Blanco: “En un bar, al entrar su padre, todos se levantaron para abrazarle"

El compañero de banda musical del concejal asesinado cuenta en el Fin de Semana con Cristina cómo era su relación y su vida, 25 años después de su asesinato

Cristina L. SchlichtingRedacción Fin de Semana

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Miguel Ángel era una persona natural, normal. Las personas que le conocían saben que era una persona con las cosas muy claras, se quería casar, quería tener una familia, era una persona ajena a las estridencias y extravagancias.

Jaime Segales conoció a Miguel de forma casi accidental. El tocaba el bajo en su tiempo libre y tenía relación con varios miembros de la banda musical de Miguel, pero no podía tocar con ellos, porque los horarios eran incompatibles con el trabajo que tenía hasta el momento. Pero un día, el que era bajista de la banda se casó y lo dejó. En ese momento llamaron a Jaime, que justo acababa de dejar su trabajo unas semanas antes, ahí comenzó la amistad.

Jaime vivió muchas historias y anécdotas con Miguel Ángel, pero la que guarda con más cariño es una con su padre, Miguel Blanco, después del asesinato de su hijo. Se trata de cuando acompañó al padre a su pueblo natal y entraron juntos a un bar. Eran cerca de las once en una mañana de verano. En el bar, todos estaban hablando de sus temas personales, hasta que entraron ellos dos. Absolutamente todos los presentes se callaron, se levantaron, se quitaron la boina y se pusieron en fila. Uno a uno fueron en silencio a abrazarle, a llorar con él. Ese tipo de situaciones fueron las que, en cierta medida, les hizo ver el camino que tenían que seguir.

Jaime se enteró de lo que había ocurrido a través de una llamada. Estaba en casa cuando le llamó el guitarrista de su grupo, Manu. No se lo creía. Perplejo, encendió la radio y confirmó lo que esperaba que fuese una broma de mal gusto. Salió corriendo a la casa de Miguel Ángel Blanco, allí estaba la novia, también la madre y algún concejal del PP.

Por mucho que las noticias, los políticos y la gente se empeñaba en decir que eso iba a acabar mal, Jaime no dejó de confiar nunca. Quizá fue por la entereza y el coraje que demostraron los padres de Miguel Ángel, quizá fue la negación típica que surge en una situación así, pero Jaime se aferró también al finísimo hilo de esperanza que quedaba. Tanto su familia como sus amigos sabían que estaba herido, pero no que era tan grave. Hasta que salió de casa, se subió al coche y en la radio confirmaron lo que él se negaba a reconocer, Miguel Ángel no iba a sobrevivir.