La madre de Cristina: “En la posguerra llevábamos pantalones hechos de mantas que picaban muchísimo”
Ingeborg Schlichting regresa a Fin de Semana con Cristina, esta vez para recordar cómo era la pobreza en la época tras la II Guerra Mundial
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La madre de Cristina tiene muy buena memoria, tanto que no tiene claroscuros sino claros muy claros, y gracias a eso puede recordar cómo era la pobreza en la posguerra en Alemania: “Yo estaba un poco raquítica, me mandaron con 11 años, después de la guerra, dos meses a una clínica de rehabilitación porque estaba muy delgada, pensaban que tenía tuberculosis, mucha gente la tenía, pero no tanto como tras la I Guerra Mundial. Mucha gente murió de hambre, pero después de la IIGM que yo sepa no pasó. Teníamos carencias pero no una hambruna en ese sentido”.
Ingeborg reconoce que no notaron el auxilio internacional tras el conflicto: “Muy poco. En el colegio nos daban una sopa o un caldo, pero en lo demás no se notaba tanto. No era pobreza absoluta como hay en África, que hay gente realmente muriendo de hambre, allí es mucho más grave porque entra el clima, las sequías, no hay trabajo, mal gobernados y las ayudas que reciben se la quedan”.
En general, la madre de Cristina recuerda “la escasez de todo”: “Había trabajo, es verdad, porque Hitler tenía a todos colocados, pero no había de nada, no llegaban los suministros, por eso tenía tanto afán de ocupar países del este porque lo primero era llevarse allí los alimentos para los alemanes. La Guerra fue peor para los suministros, los estantes estaban vacíos como ahora en Cuba, que las tiendas no tienen nada. En Alemania no había comida ni ropa ni calzado ni de nada, me reparaban los zapatos con cartón y una mano de pintura, con suela de madera. La ropa venía de las banderas de la esvástica de Hitler”.
Y hablando de ropa, Ingeborg recuerda dos cosas: “Nos daban mantas y de ahí hacíamos pantalones largos que picaban muchísimo, tengo una foto del colegio que todos los llevamos. Y luego, por Navidad, me daban el mismo jersey, distinto modelo pero la misma lana. Yo me di cuenta pero los chicos no se fijan en eso, me parecían una maravilla. Eran todos verde y marrón”.
Para finalizar, la madre de Cristina recuerda que “la gente tenía que inventarse las cosas, no había de nada” y que “lo peor es que no había carbón, cortábamos los árboles de la calle para poder quemarlos en casa y no tener frío”.